Por Marco Antonio Guerrero Hernández
Eran las seis de la tarde del sábado cuando Santiago se puso una chamarra, tomó sus llaves y salió de su casa rumbo a la fiesta a la que lo habían invitado. Ahí se encontraría con Mauricio su mejor amigo.
Llegó al lugar indicado: el departamento de uno de los primos de Mauricio, el lugar estaba lleno de gente que alegre servía tragos y ponían música.
Se acercó a su amigo y pidieron un par de cervezas- Todo transcurría normal.
Mauricio advirtió a Santiago:
-¿Ya viste quién acaba de llegar?
Vieron a Cinthia revuelta entre la gente, parecía estar buscando a alguien
-No es posible. Dijo Santiago con incredulidad.
-¿La invitaste Santi?
-No, ¿Cómo crees? Terminé con ella el miércoles, aunque sabía que yo estaría aquí.
La chica se acercó a ambos, saludó a Mauricio y pidió una cerveza; ignorando por completo a Santiago se puso a tomar, se fue a un rincón.
Pasada la media noche y ya con varios tragos de más se armó de valor y fue a saludar a su ahora ex novio.
-¡Hola! Me tengo que ir a mi casa ¿Me llevas?
Santiago por mero acto de cortesía y caballerosidad accedió a la petición de la chica.
Pidió un taxi para ir a dejarla a su casa. Abordaron y el trayecto ambos permanecieron en silencio.
Descendieron de la unidad, Cinthia un poco tambaleante sacó sus llaves de la bolsa y él la ayudo a abrir.
-Ven Santi, acompáñame con una cerveza, que sea la última.
-Esta bien pero solo esa y me voy.
Sacó del refrigerador las bebidas y mientras le preguntaba a él como le había ido en esos días que no se habían visto, ponía música.
Él trataba de ser lo más educado posible, pero sin saberlo despertaba la ira de Cinthia. De un momento a otro ella comenzó a gritarle:
-¡Eres un maldito patán! ¿Por qué me dejaste? ¿Ya tienes otra, verdad?
Cuando se disponía a contestar ella lo interrumpió.
-¡Cállate, no quiero escuchar tus estupideces!
Al verla tan ofuscada, Santiago le dijo que era mejor irse y hablar en otro momento.
-¡A mí no me vas a dejar con la palabra en la boca! ¿Quién te crees que eres?
Subió el volumen del reproductor musical:
Psycho Killer
Qu’est-ce que c’est?
Fa-fa-fa-fa, fa-fa-fa-fa-fa-fa, better
Run, run, run, run, run, run, run away, oh-oh-oh
Psycho Killer
Qu’est-ce que c’est?
Fa-fa-fa-fa, fa-fa-fa-fa-fa-fa, better
Run, run, run, run, run, run, run away, oh, oh, oh, oh
Ay-ya-ya-ya-ya-ya, ooh
Justo en ese momento Santiago la vio venir, sujetaba el espejo que dejó caer con fuerza sobre él que en un mero reflejo solo pudo levantar las manos para recibir el impacto con todo estruendo. Vió el montón de vidrios regados por todo el piso, por un momento se quedó bloqueado por el shock, unos segundos después algunos vecinos tocaron a la puerta para averiguar lo que estaba sucediendo. El abrió la puerta y dos mujeres estaban de pie en la entrada y Cinthia al verlas comenzó a temblar y llorando decía:
¡Llamen a la policía, este tipo me está pegando!
Santiago volvió en si y salió corriendo del departamento, regreso a su casa, su hermana lo recibió, tenía cortadas en la cara y vidrios en su ropa.
Él le contó lo que había pasado
-Que sea la última Santiago, la última. Mientras le sacaba un trozo de vidrio que tenía enterrado en la mano.
II Si todo fuera basura..
-Es la última tocada de año, espero nos puedas acompañar y de paso te tomas una chela con nosotros.
Eso me dijo mi amigo Matamoros.
Viernes en la tarde, salí de la oficina una hora antes, fui a casa, me quité el traje y la corbata.
“Estos malditos capitalistas, a huevo necesitan uniformar al proletariado, no tienen suficiente con explotarnos”
Me quejaba mientras me ponía los jeans, una playera negra y unos tenis viejos. Cargué mis llaves y mi móvil, le mandé mensaje a Matamoros de que estaba en camino.
Era un bar pequeño, pero ya estaba a reventar. La primera banda no tocaba mal, pero a pesar de los esfuerzos no conectó con la gente y después de cuatro canciones bajaron con más pena que gloria.
Matamoros se acercó a mí con una cerveza en mano, me abrazó y comenzamos a platicar sobre el tiempo que no nos habíamos visto, mientras el segundo grupo comenzó su show.
Un par de cervezas después llegó el turno de Matamoros y su banda, con jeans vaqueros y una tejana negra mi amigo empezó fuerte con “Nena” y “Muerto el poli de acabó la rabia”.
El público empezó a aplaudir gritando consignas contra los representantes de la ley, cuando un uniformado se hizo presente y el público le arrojó cerveza, el agente respondió con una señal de aprobación, se quitó el chaleco, lo tiró al piso mientras pisoteaba las insignias gritando ¡Los policías también somos pueblo! Provocando la algarabía general.
De pronto un brassier salió volando Matamoros a la voz se hizo a un lado para esquivar la prenda que le cayó al bajista quien sólo sonrió sin quitar las manos su instrumento, ahí empezó el caos ya que la novia del músico ubicó a la chica que se atrevió a arrojar al escenario aquella parte de su ropa íntima, le propinó un jalón de cabello, la chica contestó con un puñetazo a la cara y ambas se fueron al piso. Todo de salió de control.
Un tipo de subió al escenario para agredir a los músicos, al verlo me subí para defender a mi amigo y con un gancho a la cara el tipo cayó del escenario, Matamoros me miró y con una sonrisa de complicidad siguió cantando, abajo ya era una batalla campal, botellas volando por todos lados y sillas rotas-. La música no se detuvo Matamoros se surtió a otro tipo con su guitarra, alguien me golpeó por la espalda y caí desmayado.
Cuando desperté estaba en un cuarto frío y con barrotes, en la celda contigua estaba Matamoros con un ojo morado y la mitad de su guitarra. Dos horas después su papá fue por nosotros, pagó la multa o mejor dicho la “mordida”
Nos habían acusado de desorden público. Salimos, Matamoros me invitó a su casa.
-Una chela y ya.
Lo dudé pero acepté
-Ok pero será la última y nos vamos.
Yo con la cabeza vendada cantaba su mejor composición.
“Si todo fuera basura estaríamos igual”…


