ucronicas 21

De la utopía propia a la distopía ajena o ¿Que estás dispuesto a perder para crear tu utopía?

Por Juan de Lobos.

Queridas lectoras, apreciados lectores. Durante algún tiempo he vivido enojado con la gente en general, con algunos vecinos en particular y con un par de creaturas de manera personal. Me enoja que la gente sea desconsiderada, sucia, majadera, prepotente, estúpida, desordenada, ignorante, ruidosa, alarmista, conformista, desperdiciada y egoísta. Aunque el dicho popular reza que “Lo que te choca, te checa”, acepto que tal vez soy un poco como todo aquello que me molesta, sé que parte del crecimiento personal consiste en aceptar nuestras fallas, o como eufemísticamente se dice, nuestras “áreas de oportunidad”.

Ahora bien, si tantas cosas me molestan, también hay muchas cosas que me agradan y me harían la vida más dichosa; imaginando que tengo el poder de cambiar la conducta, y las circunstancias que me rodean hacia mi propia utopía, tal vez cambiaría lo siguiente:

Que la gente utilice las direccionales, en general que aprendan a manejar y no usen el celular mientras conducen.

Tiren la basura en su lugar y existan lugares adecuados para depositarla y en su caso reciclarla o reutilizarla.

Que comprendan que cada persona es valiosa e importante por el simple hecho de ser, no importando sus preferencias, ideales, ideologías y equipo de futbol si no su empatía y trato.

Que no traten de imponerme ni sus preferencias, ideales, ideologías y equipo de futbol.

Que respete y se adapten las viviendas y actividades humanas al medio ambiente y no adaptar el medio ambiente a nuestras egoístas necesidades.

Que dejen de ser mezquinos, hipócritas y abusivos.

Sé que es apenas un poco de lo mucho que me gustaría cambiar, pero ¿A los demás les parecerá agradable mi utopía personal? Una utopía en donde la gente pueda aprender y ejercer el oficio o carrera para la que mejor capacitado se encuentre. O vivir en armonía con la naturaleza mientras lees acostado en una hamaca después de una jornada de seis horas laborables (en una semana de 30 horas de trabajo). Un sitio en donde puedes utilizar el trueque en lugar de la compraventa de bienes. En donde esos mismos bienes puedan ser reparados y duren generaciones antes de que se desgasten, que los trabajos sean suficientes y adecuadamente remunerados de acuerdo a la capacidad y dedicación a ellos.

Así son las utopías, cada quien tiene su ideal, hay quien desee hacer ejercicio todo el día, o beber de la noche a la mañana, o tener superpoderes (todo es válido en la imaginación), pero seguramente para otras personas esos no serían en absoluto sus ideales, no sé si en realidad si alguien más quisiera compartir mi visión o qué precio se tendría que pagar para alcanzarla.

La naturaleza humana es extraña, deseamos igualdad hasta que nos tratan igual a los demás, deseamos libertad hasta que nos damos cuenta que con ella se lleva también una responsabilidad, queremos fraternidad hasta que vemos atacados nuestros propios intereses.

Esto me permite recomendarles una serie que empezamos a ver titulada “Shogun” (2024, dirigida por Tim Van Patten y producida por Gate 34, Michael De Luca Productions y FXP), basada en la novela homónima del escritor australiano James Clavell, la cual ya había sido llevada a la pantalla chica en los años ochenta. En donde un corsario de origen inglés John Blackthorne (interpretado por Cosmo Jarvis), al servicio de la corona neerlandesa es capturado en las costas del Japón feudal en el año 1600 D.C. y llevado ante el señor feudal de la provincia de Kwanto, el Daimyo Yoshii Toranaga (interpretado por Hiroyuki Sanada). En la cual acompañamos la visión occidental a una serie de enfrentamientos entre samuráis y una conspiración aún mayor entre los portugueses y el resto de las coronas e intereses europeos. Es obvio que las cosmogonías, conocimientos, visiones y tradiciones chocarán una y otra vez en los albores de lo que sería más adelante la creación de nuevas naciones y la explicación teológica de los nuevos descubrimientos navales. Terminamos el segundo capítulo y en verdad es una serie muy bien producida, interesante, bien actuada y que te llena de curiosidad. No se la pierdan.

Retomando nuestro tema, es lógico que cada nación, cada familia o cada individuo tenga su propia visión de un ideal social y personal. Por eso la etimología clásica de la palabra “utopía”, según Tomás Moro, viene del griego “Ningún lugar”. Nunca podremos llegar a un lugar que en realidad no existe, pero podemos intentarlo.

Quedo de ustedes.

La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.

Eduardo Galeano. Periodista y escritor uruguayo.

*El contenido de este texto no contiene I.A. y fue creado de acuerdo a los antiguos cánones de la escritura, a partir de un tema, un conocimiento previo, investigación y redacción.

Un comentario en “De la utopía propia a la distopía ajena o ¿Que estás dispuesto a perder para crear tu utopía?

  1. Como siempre tus temas muy interesantes, siempre creia que la utopia era necesaria para marcar un objetivo o una meta, y lo que se pueda lograr es ganancia, aunque eso me suena un poco al dicho que se decia de «apuntale al sol y si le das a la luna ya es ganancia».

    Saludos.

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