Desde el Potrero Navideño

Por: Roberto G. Amezcua

Qué gusto tan grande es para mí el estar aquí, platicando contigo por medio de estas líneas y justamente en estas épocas del calendario en donde vemos que el año ya se nos fue. Sí, un año más o un año menos, es como gustes verlo. Son épocas de alegría, de nostalgia; épocas de reflexión y de propósitos.

Como ya te he contado con anterioridad yo soy muy de festejar estos días, soy lo que en redes sociales se le ha denominado “NAVI-TEAM”. Y no, es que todos los años haya yo disfrutado plenamente todas las navidades; tampoco es que no me haya pasado nada feo durante todo el año. Es sencillamente que desde niño me ha encantado la magia que producen en mi interior estas fechas; como papá procuré que mis hijas vivieran y sintieran esa magia; ya como cincuentón, créeme que a base de recuerdos y esperanzas futuras sigo sintiendo esa magia. No solamente el 24 o 25 de diciembre del año en turno; creo y siento que esto es una actitud ante la vida que empieza a sentirse desde mediados de noviembre; es querer estar con la familia, con los seres amados, es querer compartir, es querer ver sonrisas. Es abrazar el recuerdo amoroso de quienes ya no están con nosotros, pero que recordamos especialmente en estas fechas. Es abrazarte a ti misma (o) y llenarte de energía. Es sentir esa magia en el aire y respirarla, llenarte de su energía, sonreír y seguir adelante.

Por otro lado, no faltará quien (con mucha razón) me diga que es una época de consumismo y mercadotecnia bombardeando nuestra mente sin parar. Y sí, algo hay de cierto. ¿Pero a poco es la única fecha en que eso pasa? Vivimos en un mundo de libre mercado guiado por el consumismo y la mercadotecnia. Pero la magia de la que te hablo va más allá de todo esto. Es parte de ella, pero si logras sentir esa sensación de paz, de amor, de nostalgia sin más deseo que el tocar la navidad, entonces déjame te digo que ya lo lograste, qué ya sentiste esa magia y nada lo puede evitar.

Ahora bien, hablando un poco de ese consumismo, cierto que es momento de dar regalos a nuestras personas queridas, habrá quien prefiera regalos caros, habrá quien prefiera regalos sencillos o simbólicos. Aquí el chiste es hacer feliz a esa persona que está enfrente de ti abriendo su regalo. Y creo que hay dos maneras sencillas de hacerlo. La primera es regalando algo que necesiten (como ropa o artículos de trabajo); la segunda es más divertida, y es regalando algo que quieran (aunque no lo necesiten), se me ocurre algo así como una playera informal o bien aquel juguete que por diferentes circunstancias de la vida nunca pudo tener. Sí, tal vez ya esté muy grande esa persona para un juguete, pero te digo por experiencia propia que la sonrisa que se le dibuja a uno en esa circunstancia es inolvidable. El tener en sus manos ese juguete nunca tenido, pero siempre deseado es alimentar al infante que fuimos y que de alguna manera todavía somos.

Conozco otros casos de personas que no celebran estas fechas sencillamente porque en el hogar en el que se criaron no se hacía; quizás por haber tenido padres duros de carácter e insensibles a estas fechas; es entendible que no celebren, así fueron educados y es muy respetable. Pero yo les diría, que, si tienen el deseo de celebrar, de sentir, de transmitir, pues nunca es tarde; mientras estemos vivos y veamos felices a quienes nos rodean es el momento ideal de sentir y respirar esa magia de la que te hablo. Insisto, no me refiero solo a las fechas precisas de navidad y año nuevo, si no a sentir y celebrar desde antes. La celebración es interna y eso es algo que solo depende de la persona.

Aparte de todo esto que te comento, quiero contarte que, como escritor de novelas, la navidad ha sido parte importante de mis historias, y quiera compartirte un poco de lo que he escrito de la navidad en algunas de ellas. Después le pediré a nuestra colaboradora digital, la Inteligencia Artificial que nos dé un análisis de esas escenas. También quiero confesarte que, al revisar mis novelas, muy poco es el caso que le he hecho a la celebración de año nuevo. Y debería escribir más de ello; ahora mismo me encuentro escribiendo una novela que me está exigiendo mucho, pero que también estoy disfrutando mucho al hacerlo, y ahí pondré alguna celebración de año nuevo. Por lo mientras empecemos por lo que sí he escrito. No tengo problema en poner estos extractos, pues todos los derechos de autor de las novelas son de mi propiedad.

NAVIDAD EN “TIEMPO DE VOLVER A TI”

Antes que nada, debo hacer el contexto de que esta novela trata de dos personas que viajan en el tiempo y se encuentran siendo adolescentes en la Ciudad de México.

El día 24 de diciembre, casi a las 7 de la noche, Alberto se preparaba para ir a oír misa junto con su familia, era un acto que ya de adulto él no realizaba, pero recordaba estas salidas con sus padres. En eso sonó el teléfono, él mismo contestó, se alegró al oír a Aintza al otro lado de la línea.

– Diga

– Hola guapo, ¿Cómo te va?

– Hola preciosa, gracias por hablar. Pensaba hacerlo yo, pero más al rato, me alegra mucho oírte.

Aintza gozaba de poner nervioso a Alberto

– No te creo, no me ibas a hablar. Por eso lo hice yo, es Noche Buena y tú no me hablarías.

– Claro que lo pensaba hacer, pero ahora vamos a ir a misa. Regresando te iba a marcar, así podíamos tardarnos un poco más.

– Que bien, ¿a qué iglesia van a ir?

– A San Agustín, en el centro de Tlalpan, nos queda cerca y a mi papá le gusta mucho ir allí.

Aintza elucubró un plan rápidamente

– Mi papá también quiere ir a la iglesia ahorita, pero no se ponen de acuerdo de a que iglesia ir, les voy a proponer que vayamos a Tlalpan; no nos queda muy cerca, pero se los voy a decir.

– ¿En verdad?, me encantaría verte, esto de las vacaciones dificulta todo, pero sería mi mejor regalo de navidad.

– Bueno vamos a ver si se puede. No te prometo nada, te dejo, hasta pronto, te mando besitos.

Los jóvenes cortaron la comunicación y Alberto pensando en la posibilidad de ver a su novia en la iglesia se arregló para verse más presentable, así minutos después la familia Maldonado llegó hasta la iglesia de San Agustín de las Cuevas, que se encuentra en el centro de la Alcaldía Tlalpan. Todos oían la misa atentos, menos Alberto, él estaba distraído viendo hacia la puerta de la iglesia, de pronto la vio entrar acompañada de sus padres, Alberto se puso algo nervioso, como pudo se fue acercando a su papá para decirle:

– Papá, acaba de llegar a la iglesia mi novia con sus padres, ¿me puedo acercar un poco a ella?

Su padre sonrió discretamente con orgullo y le asintió con la cabeza

Alberto se fue acercando lentamente, pues lo concurrido de la iglesia permitía poca libertad para caminar, Aintza lo vio y se puso nerviosa, con una seña le hizo saber a su mamá que Alberto se estaba acercando, la mamá de ella se le acercó para decirle en secreto a su hija

– Condenada, ya decía yo que insististe mucho por venir hasta acá, no vayas a dar ningún espectáculo.

Como respuesta sólo obtuvo una sonrisa de su hija. La señora llevó a su esposo más adentro del templo, Aintza se fue quedando retraída para estar con su novio, Alberto llegó hasta ella y le tomó la mano discretamente, ella le correspondió apretando fuerte su mano, terminaron de oír misa y salieron al atrio, los primeros en salir fueron ellos, mientras esperarían a sus padres.

– Alberto, ¿no crees que ya es momento de que nos presentemos con nuestros padres?

Él contestó algo nervioso

– Creo que es lo más indicado.”

EL ANÁLISIS DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL (1)

Análisis breve de la escena

En esta escena de “Tiempo de volver a ti”, la Navidad funciona como un puente emocional y temporal. Aunque Alberto y Aintza son adolescentes fuera de su época original, su encuentro en la Noche Buena los coloca en un espacio donde la nostalgia, la inocencia y el descubrimiento juvenil convergen. La misa en Tlalpan —un ritual familiar, casi sagrado— no sólo sirve como escenario, sino como símbolo de tradición y pertenencia, elementos que Alberto recuerda con cariño aun cuando, de adulto, ya no los practica.

La tensión dulce del primer amor se mezcla con la expectativa navideña: llamadas breves, nervios compartidos y esa emoción casi infantil de “¿me voy a encontrar con ella?”. La llegada de Aintza al templo es un pequeño milagro narrativo, un regalo inesperado que subraya el espíritu de la fecha: la esperanza.

El detalle de los padres —el orgullo discreto del padre de Alberto, la advertencia llena de ternura de la madre de Aintza— enmarca el amor juvenil dentro de un entorno familiar protector. Finalmente, el momento en que los jóvenes deciden que quizá es hora de presentarse formalmente ante los padres adquiere un peso simbólico: Navidad como tiempo de revelaciones, de pasos hacia adelante y de pequeños actos de valentía emocional.

Es una escena que captura a la perfección el temblor y la pureza del primer amor, envueltos en el aroma frío y luminoso de la Ciudad de México en diciembre.

NAVIDAD EN “UNA NOVELA SIN SENTIDO”

Aquí el contexto es el siguiente, es el de un adulto mayor, recién jubilado que recuerda en un solo día todos los espacios de su vida, en la cual tuvo una niñez difícil y carente.

Felipe regresó sus pasos al parque de la Colonia Estrella, la lluvia había parado, ahora solo hacia un viento frío que calaba los huesos y su ropa húmeda ya era francamente incómoda. Tal vez fue porque el cemento estaba menos mojado que las bancas metálicas; tal vez por el recuerdo de las innumerables veces que estuvo ahí de niño y adolescente, lo cierto es que Felipe se sentó en la orilla de la famosa fuente de los cocodrilos del parque. Nuevamente él y sus recuerdos.

Él miraba hacia la nada y recordando todo. De pronto dos señoras pasaron cerca de él, platicando entre ellas, y Felipe, queriendo y no, irremediablemente escuchó parte de lo que las señoras decían.

– Oiga. ¡qué frío hace!

– Tiene usted razón. Solo por la lluvia, pero este frío ya parece de invierno.

Sí, el invierno. ¿Cuántos inviernos pasó Felipe en esa colonia? Cuando menos pasó los más emocionantes: los de la niñez. Esas fechas en que los niños esperan la navidad con ansías y emociones esperando sus regalos, las reuniones con la familia, las posadas y los dulces.

Felipe recordó entonces que él tenía su propio calendario de festividades de fin de año. Él desde niño, por ahí de finales de noviembre o principios de diciembre iba al súper mercado de la colonia con el único fin de ver si ya estaban de venta los pavos para las cenas de fin de año, nunca compraba nada, solo veía a los pavos congelados.

De manera obvia, sabía desde su temprana niñez que no alcanzaría en su casa para comprar uno y cenarlo. La “magnánima” pensión que daba su padre no cubriría ni con mucho para poder comprar un pavo; y eso fue una obsesión constante año con año.

Pero el hecho de solo ver que los pavos ya estaban en venta significaba para el entonces niño Felipe que la época navideña había empezado. Y cada día que podía, cada tiempo libre de que disponía, iba él hasta esa tienda a ver, y admirar de lejos a tan suculentas aves. Y podían pasar muchos minutos observándolas. Y desde luego, ver como quienes, si podían darse ese lujo, elegían y ponían en sus carritos de compras sus pavos. Felipe de lejos los veía sonriente… ¡algún día!

Luego él mismo se preguntó y se respondió en silencio

– Si después tuve dinero, ¿por qué carambas no compré nunca un pavo? Ah sí. Primero por soberbio y arrogante. Quise creer que eso no me afectaría y mi orgullo me impidió comprarme un pavo navideño. Luego, resulta que a mi hijo y a mi nieta no les gusta comer pavo. Pero, mi niño de ayer, ¡Ya no más! Te prometo, te juro que este año compramos ese pavo, por mi presente y tu recuerdo que este año vamos a esa misma tienda y compramos un pavo. Es más, compraremos varios, y buscaremos familias sin recursos y se los regalamos.”

EL ANÁLISIS DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL (2)

Análisis breve de la escena

En este fragmento de “Una novela sin sentido”, la Navidad aparece no como un escenario festivo sino como un espejo emocional donde Felipe confronta la memoria de su infancia y la humildad de sus orígenes. La escena está bañada por un clima frío, casi áspero, que dialoga directamente con la nostalgia del personaje: el viento que cala, la ropa húmeda, el parque vacío… todo refuerza la idea de un hombre que se encuentra a solas con lo que fue y con lo que no tuvo.

El recuerdo de los pavos es profundamente simbólico: esos animales congelados, inalcanzables para el niño que fue, representan un anhelo simple pero enorme. Son el emblema de una Navidad que, aunque llena de ilusión, también estuvo marcada por la carencia. Pocos elementos literarios expresan tan bien la desigualdad como un niño que se para frente a un mostrador a mirar —sin tocar— el alimento que otros pueden llevarse a casa con naturalidad.

Lo conmovedor de la escena no solo está en el recuerdo, sino en la respuesta adulta de Felipe. Al preguntarse por qué nunca compró un pavo cuando por fin pudo hacerlo, la novela revela una verdad humana: a veces el orgullo, la negación o el deseo de no mirar atrás nos impiden cerrar heridas antiguas. Pero la promesa final —comprar pavos, varios, y regalarlos a familias que lo necesiten— es un acto de reconciliación profunda. Un diálogo amoroso entre el hombre que es y el niño que fue.

Aquí, la Navidad no es solo celebración: es justicia emocional, memoria dignificada y redención íntima. Es usar el presente para sanar el pasado.

NAVIDAD EN “LA FORTUNA DEL DESPIADADO”

Esta es la última novela que he puesto a la venta hasta ahora; el contexto es que Berenice, una mujer colombiana, residente en México, prepara la cena de navidad junto al abuelo de su prometido y la charla sale natural entre ellos.

Después de repartirse las tareas, Berenice entraba y salía de la cocina con los ingredientes, Mauricio tratando de calmarla le dijo.

— Hija, toma las cosas con calma. Todo te saldrá bien; no te eches todo a cuestas, tú dime en que te puedo ayudar y con gusto lo hago. No soy un experto en la cocina, pero tengo experiencia. He estado preparando mi comida desde que mi esposa murió.

Berenice detuvo su acelerado andar y le dijo.

— Muchas gracias, don Mauricio; y muchas gracias por dejar que Gonzalo y yo pasemos estas fechas con ustedes.

El viejo sonrió, tomó la mano de ella y la besó como un caballero antiguo.

— No hija, gracias a ustedes por alegrarme este día. Son la familia de Óscar y eso los hace mi familia ahora. Yo soy feliz de que ustedes estén aquí y ahora, no sólo este día, sino en mi vida.

Berenice y Mauricio se abrazaron

— Me gustaría pedirte un favor, hija, no te molesta que te diga hija, ¿verdad? Es lo que ahora eres para mí.

— Claro que no me molesta, yo agradecida con usted más bien. Dígame ¿cuál es el favor, en que le puedo colaborar?

Mauricio sonrió paternalmente

— Me gustaría que no me trataras con tanta formalidad. ¡Somos familia ahora!, qué te parece si me dices nada más Mauricio.

— No, no podría. ¿Qué le parece si le digo abuelo?

Gonzalo que miraba la escena se acercó y le dijo a Mauricio

— No tengo abuelo, ¿puedo llamarte abuelo también?

Mauricio los abrazó a ambos

— ¡Claro que pueden llamarme abuelo! Nada me pondrá más contento; pero cuéntame, Berenice, ¿qué nos prepararás de cenar?

Berenice contenta le respondió

— Ah pues muchas cosas sabrosas, ¿qué le parece qué lo primero será una ensalada de frutas típica de Colombia? Óscar me dijo que a usted le gustaban mucho los romeritos, así que también los prepararé. También me dijo del bacalao, pero ¿cómo verá que eso no lo sé preparar?, Óscar lo comprará preparado. También un lomo de cerdo con moras y para culminar natillas navideñas. Así que será una deliciosa cena México/colombiana.

Mauricio la miraba admirado y dijo imitando un acento colombiano

— ¡Vaya! Es que eso es mucha delicia para comer, como dicen ustedes.

Berenice sonrió.

— Así que usted, a comparación de su nieto, si sabe frases colombianas.

Mauricio sonrió.

— Hija, debo contarte: amé a mi esposa como nunca amé a nadie. Pero antes de ella, tuve una novia colombiana.

Berenice puso cara de sorpresa y admiración.

— ¿Cómo así abuelo? Es de familia entonces más bien. ¿Y qué ocurrió con mi paisana?

— Bueno, éramos muy jóvenes y su familia decidió regresar a vivir a Colombia. Son cosas que pasan en esta vida, ya te contaré la historia completa más adelante.

— ¡Vaya sorpresas con usted, ah! Gracias por contarme esa parte de su vida. Y claro que espero que me lo cuente todo. ¿Entonces si me va a colaborar con la cena?

Mauricio regresó de sus recuerdos.

— Con mucho gusto, hija. De una te ayudo.

Berenice volvió a sonreír con los conocimientos colombianos de Mauricio y le comenzó a explicar lo que necesitaba.”

EL ANÁLISIS DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL (3)

Análisis breve de la escena

En “La fortuna del despiadado”, esta escena navideña representa uno de los momentos más luminosos de toda la novela: un instante donde la familia se redefine no por la sangre, sino por la voluntad amorosa de pertenecer. La cocina, espacio simbólico por excelencia, se convierte aquí en el corazón de la construcción de un nuevo vínculo afectivo.

La nerviosísima ternura de Berenice, una mujer extranjera intentando honrar las tradiciones de la familia que la acoge, contrasta con la serenidad cálida de Mauricio. Él le brinda algo más que ayuda: le ofrece un lugar, un cobijo emocional, una pertenencia. Cuando la llama “hija”, no solo está usando una palabra; está abriendo un espacio íntimo que ambos aceptan con gratitud. En ese gesto hay una adopción emocional mutua, un puente entre el pasado doloroso de él —la viudez, la soledad— y los afectos nuevos que lo renuevan.

El momento en que Gonzalo, sin abuelo propio, pregunta si puede llamar “abuelo” a Mauricio, es de una fuerza narrativa enorme: la Navidad se muestra como tiempo de reparación, de llenar huecos afectivos y de crear lazos inesperados. Ese abrazo triple es, en sí mismo, un árbol navideño emocional: un centro desde el cual toda la escena se ilumina.

La cena México/colombiana que planea Berenice no es solo un menú: es un acto cultural de encuentro. Los romeritos y el bacalao se enlazan con la ensalada de frutas y las natillas como prueba de que el hogar puede ser un mestizaje de sabores, historias y memorias. Mauricio, al revelar que tuvo un amor colombiano en su juventud, añade una capa más: su vida, como la cena, también es un cruce de caminos.

Es una escena que celebra la Navidad no como un rito religioso, sino como un ejercicio íntimo de amor, aceptación y pertenencia. Nos recuerda que la familia verdadera no siempre es heredada: a veces se encuentra, se construye y se elige.

LAS COSTUMBRES DE FIN DE AÑO

Antes de entrar a costumbres de fin de año, yo espero te hayan gustado estas tres escenas de mis novelas, creo que reflejan un poco las diversas situaciones que vivimos a lo largo de nuestras vidas, mismas que queriendo y no recordamos especialmente en estas fechas.

Ahora, en las costumbres, muchas de ellas de mercadotecnia, pero que se han vuelto actividades familiares o de amigos, tenemos los múltiples desfiles navideños que se hacen en México, ya sea por tiendas departamentales, o bien, por refresqueras a lo largo del país.

En Dinamarca tenemos el J-dag, que se celebra normalmente el primer viernes del mes de noviembre, y cuyo significado es Julebrygsdag (día de la cerveza navideña). Su inicio data del año 1990, y una importante cervecera manda camiones a recorrer bares repartiendo cerveza gratis y merchandising. Las calles suelen llenarse de amistad, alegría, y claro, cerveza. A pesar de ser una campaña de marketing, el J-dag se ha arraigado en la cultura danesa como un evento festivo y una forma de iniciar las celebraciones navideñas. (Creo que ya sé que hacer el próximo noviembre)

EL MENSAJE DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Saludo de fin de año

A todas y todos quienes nos leen en Desde el Potrero, quiero desearles unas fiestas decembrinas llenas de luz, paz y momentos que abracen el corazón. No importa cómo celebren, ni desde qué creencias o tradiciones lo hagan: que estos días les regalen descanso, convivencia sincera, esperanzas renovadas y la certeza de que la alegría también se construye en lo cotidiano.

Gracias por caminar con nosotros durante las diversas columnas, por acompañar cada historia, cada dato, cada reflexión y cada recuerdo compartido. Les mando un abrazo cálido, respetuoso y lleno de gratitud. Que el cierre del año les encuentre rodeados de cariño, y que el próximo venga con oportunidades, salud y mucha dicha.

Con todo mi afecto, Su amiga, ChatGPT 🎄✨

SALUDOS DEL AUTOR

Realmente queda poco por añadir, salvo reiterarte que me es sumamente especial que estés leyendo esta columna, y que hayas llegado hasta el final a pesar de la extensión que me permití poner. Desde mi computadora, acompañado de mi suéter navideño y disfrutando de un delicioso y calientito ponche de frutas, te deseo unas maravillosas fechas decembrinas, te deseo el más abundante y feliz 2026 posible. Abraza tus recuerdos, abrázate a ti, disfruta de estas fechas y de todo el año. La magia de la que te hablé está en el aire, pero también está en ti. Y ser felices depende solamente de nosotros a pesar de las adversidades. Que tu mejor regalo sea ver a tus seres amados en tu mesa y que el recuerdo amoroso de quienes ya no estén sea el mejor regalo a tu corazón.

Recibe un abrazo enorme de parte de este tu amigo, ¡MUCHAS FELICIDADES! Nos vemos en algún punto del 2026… desde el potrero.

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