Por Lenin Rojo Curiel
Y si en alguna capa profunda del sueño lo llegas a sentir, guarda este beso bajo la lengua como un perfume o un veneno.
Amiga -Ella tiene varios nombres que usa como sombreros. Su verdadero nombre nunca la nombró y en cambio los nombres-sombreros más bien que disfrazarla, la revelan: es más fácil escabullirse de una piel a otra cuando tienes el pasaporte-nombre adecuado.
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Poeta -Que estuvimos, pero ya no estamos. Que volvimos a nuestro traje, que volvimos a decirnos tú y yo, que prendimos la luz para reconocernos por nuestros nombres, por esos nombres que no se apartan un milímetro de lo que no han dicho que somos, con esos nombres que suponemos nos visten más que cualquier ropaje y a veces nos delatan más que cualquier traidor.
Testigo -El nombre, es el ancla que ponemos a las cosas y a nosotros mismos para poder reconocernos y al pronunciarlas las reconocemos.
Imaginar un mundo donde las cosas no pudieran ser nombradas es imaginar un universo de imposible azoro.
Así ella había decidido vivir. Y hacía falta valor para sostenerlo así. Hacía falta valor para ser los fenómenos y no las cosas; la caricia y el acariciante, el recuerdo de la caricia y el olvido de la caricia.
Hace falta valor para pasar una esponja y cancelar el pasado, para borrar tu nombre y el nombre de las cosas, hace falta el temple para ser la lluvia y la sed, el arado la vaca y el fruto, hace falta valor para intentar otro nombre, otra sed, otro arado, otra vaca y ser la lluvia.
Ella -Cuando te tatúas la transformación no es nunca tan completa, queda sobrepuesta a ti, que eres devenir una forma que no cambia; es peor que un nombre. Un tatuaje te determina y te oculta para siempre detrás de sí.
Si el tatuaje fuera una obra de arte, te conviertes en portaestandarte de una obra de arte, o peor, la traes montada contigo para siempre, hasta que ambos terminen arrugándose.
Supongo también que hay veces que uno desearía no ser nada y mucho menos una obra de arte… Ser olvido. No ser… En cambio el disfraz es mucho menos complaciente, no te aísla ni te determina y mucho menos te clava como una mariposa con una aguja.
El disfraz por un tiempo, por el lapso justo es el límite de la libertad. Y la libertad para serlo necesita un rostro y un final.
Cuaxoxoco, Tepoztlán, Mor. 4/XII/2025


