Por: Roberto G. Amezcua
Hola de nuevo. En verdad no sabes la emoción que me causa el estar nuevamente ante ti, con una columna especial, que además fue pedida por diferentes personas; y que emana del texto que sobre el mismo tema publiqué recientemente (puedes verlo aquí); en la cual hablamos de Rosario de la Peña. En esta columna volveremos a hablar de ella. Pero sigamos con este párrafo inicial, pues tengo algo que contarte. Esta columna sale el día 19 de octubre, si la estás leyendo en ese día, déjame te cuento algo… mañana (20 de octubre), es mi cumpleaños y no he encontrado mejor manera de empezar a celebrarlo que charlando contigo un poco de esta historia. Gracias por permitirme estar contigo a un paso de un día muy especial para mí. Y gracias a METAOPINIÓN por darme este chance de presentarte mis ideas.
No omito el mencionarte, que esta columna, al igual que la anterior, está documentada. No vierto en ellas solo mi opinión, se estudiaron los hechos en diferentes fuentes, y sí, desde luego, también traen mi opinión personal (de otra manera sería solo un trabajo de transcripción). Pero créeme, que por muchos años, he estudiado lo que aquí presento y que con mucho gusto te comparto.
EL ROMANCE
Sirva esta columna como precuela de la anterior, donde solo se tocaba un breve repaso del romance que hubo entre Rosario de la Peña y el coronel (del ejército liberal) Juan Espinosa y Gorostiza. Romance que florecía con esa belleza que brinda el amor correspondido. Cuentan que se les veía pasear a un costado de la Alameda, a bordo de una carroza jalada por caballos, y que el coronel enseñaba a conducir y a controlar a los caballos a su amada Rosario. También se les veía muy enamorados pasear por el “antiguo Paseo Bucareli”, que es lo que hoy vendría siendo la avenida Bucareli. Pero en ese entonces era un paseo arbolado, con fuentes y recreativo. Antes del Paseo de la Reforma, este paseo era considerado como la vía más importante de la Ciudad de México. Cabe mencionar que fue diseñada y pensada en el proyecto original por el virrey Antonio María de Bucareli, de ahí deriva su nombre.
Este romance entre Rosario y Juan era de los más sonados en la capital de México, por venir los dos de familias prominentes y acaudaladas. Y no solo eso, sino que estaban comprometidos en matrimonio. Ya establecido el romance de novela que ambos vivían, es preciso que demos paso a un breve perfil de ellos.
ROSARIO DE LA PEÑA
Cuando se dio este romance en los años de 1867-1868, se le veía perdidamente enamorada e ilusionada. Fue una mujer culta, que leía, opinaba y desafiaba las normas de lo que se esperaba de una señorita de buena familia del siglo XIX; definitivamente lo que podríamos llamar “una mujer adelantada a su época”. Ya hablamos en la columna anterior, que Rosario era el centro de admiración de los literatos de su época, y de todas las edades. Maduros y jóvenes sucumbían a los encantos de ella.
JUAN ESPINOSA DE LOS MONTEROS Y GOROSTIZA
Conocido por todos como Juan Espinosa y Gorostiza. Recordando que en ese entonces fue él, y nadie más que él, quien logró conquistar el corazón de Rosario. Fue él quien despertó el amor y el deseo de una vida en pareja en Rosario. Se le conocía por ser un joven alegre, valiente, idealista y aguerrido. Pero como veremos más adelante, el controlar el temperamento no era precisamente lo suyo. Hijo de familia acaudalada y un férreo militar del bando liberal. Se cuenta que era apuesto y gallardo.
LOS ANTECEDENTES EN BATALLA DEL CORONEL
Dentro de una carrera militar en aquella época, los infortunios pueden marcarse para toda la vida, de esas desventuras que la vida nos da el día menos pensado. Estaba el coronel Espinosa y Gorostiza en campaña militar en Cuicatlán, Oaxaca; con el encargo de su superior de ir a reforzarlo en San Antonio Nanahuatipam, Oaxaca.
Obviamente en la época las distancias se acrecentaban por la falta de caminos y carreteras.
En su trayecto al cumplimiento del deber, el coronel Espinosa y Gorostiza encontró muchos obstáculos, entre ellos avistó a un numeroso ejército enemigo y no pudo llegar a reforzar a los suyos. Esto le dio la fama de “cobarde”, cuando lo que en realidad hizo fue proteger a su batallón y evitar una derrota previsible y considerable.
Siendo un joven militar, intrépido y descollante, el tener la fama de “cobarde” le pesaba demasiado. Tanto, que tuvo que refrendar su valentía en las famosas batallas de Miahuatlán y de la Carbonera. Batallas en las cuales, la mayor parte del tiempo se le veía en plan temerario.
¿QUÉ TIENE QUE VER EN ESTO PORFIRIO DÍAZ?
Bueno, resulta que Porfirio Díaz era el superior directo del coronel Espinosa y Gorostiza, el mismo a quien no pudo llegar a reforzar. Porfirio Díaz en diferentes escritos y memorias entendía el proceder de Juan Espinosa. Pero también describe lo siguiente en cuanto al actuar de nuestro protagonista en la batalla de Miahuatlán:
“Pasó en esa batalla otro incidente que creo deber mencionar. La reputación de cobardía que se había dado al coronel Espinosa por su comportamiento en la acción de San Antonio Nanahuatipan, lo tenía grandemente sobreexcitado, con tanta mayor razón cuanto que esa reputación no era fundada, pues, en efecto, peleó con mucho denuedo así en Miahuatlán como en la Carbonera y principalmente en la primera de esas batallas. Durante ésta siempre estuvo cerca de mí y con frecuencia me decía: ‘Fíjese usted en mí, general, y no dé oídos a lo que le cuenten, no soy cobarde’. En efecto, fue uno de los jefes que pelearon con más valor y con mayor sangre fría en este combate”.
Y continúa Porfirio Díaz con su relato, ahora con referencia a la batalla de la Carbonera:
“La susceptibilidad por la mala opinión que se tenía de su valor, llegó al extremo de extraviarlo de manera lastimosa en la batalla de la Carbonera. Con mi ayudante capitán Casimiro Casas, le mandé orden de atacar con su columna. El capitán Casas, que lo acompañó en ese movimiento, estaba impaciente por que le parecía que el coronel Gorostiza no conducía la fuerza con la prisa debida y le decía con frecuencia: ‘¡Más a prisa, mi coronel!’ Gorostiza le contestaba: ‘Yo sé lo que hago’. Casas llegó a replicarle: ‘¿Qué usted tiene miedo, mi coronel?’ a lo que repuso Gorostiza: ‘Yo no tengo miedo; ya veremos después si tengo miedo o no’.
Terminada la jornada, buscó Espinosa a Casas y le dijo: ‘Ahora me debe usted preguntar si tengo miedo; veremos quién de los dos lo tiene, saque su pistola y defiéndase’. Casas le contestó: ‘Mi coronel, no puedo hacer armas contra mi jefe’.
Entonces Gorostiza le disparó los cinco tiros de su pistola, dejándolo destrozado y muerto en el acto. Tenía razón Gorostiza en no precipitar el movimiento de su columna, pues no convenía que ésta entrara fatigada a tomar parte en la batalla”.
Y con estos antecedentes militares que causaron mella en el orgullo y el honor del coronel Espinosa y Gorostiza es que se empieza a escribir el final de esta historia de amor.
LOS ERRORES DEL CORONEL
Para el año de 1868, el coronel Espinosa y Gorostiza, es llamado a dejar la Ciudad de México para incorporarse de nueva cuenta a campaña del ejército. Y comete un error, al cual la verdad no le veo tiempo, pues son cosas que no se debieron hacer en ese entonces, ni en este.
Contaba el coronel con un amigo, casi hermano, el también coronel Julio Arancivia y le pidió encarecidamente a este último que cuidara de Rosario, que estuviera al pendiente de ella y de lo que se le ofreciera (craso error).
El coronel Arancivia, muy celoso del encargo hecho por su amigo, frecuentó más que de costumbre la casa de Rosario y las veladas literarias que ahí se hacían. En una reunión, queriendo hacerse el gracioso, ya sea por querer hacer enojar a Rosario, o bien por hacer una broma fuera de lugar, o bien por algo más (tú sabrás interpretar mejor), dijo de manera por demás desatinada e indebida, delante de Rosario que su amigo, el coronel Espinosa y Gorostiza “se había alejado de la metrópoli por miedo de las partidas de rebeldes que amenazaban la capital”. Muchos de los presentes tomaron eso como una broma, de mal gusto, pero una broma, al fin y al cabo. Pero no faltó de entre los asistentes, quienes no lo tomaron a bien y se dieron a la tarea de contarle todo lo sucedido al coronel Espinosa y Gorostiza en cuanto llegó de su viaje. Desde luego, no lo hicieron con buenas intenciones y le llenaron la cabeza de humo y deseos de venganza a un joven coronel, que de por sí peleaba a diario en contra de la fama de “cobarde” que pendía sobre él.
El Coronel Espinosa y Gorostiza, en Xalapa, Veracruz, le escribe una carta a Porfirio Díaz a principios de diciembre de 1868, pidiéndole dos meses de licencia para arreglar asuntos personales. La licencia le fue concedida. Esa fue la última vez que se escribieron.
EL DUELO ENTRE AMIGOS
Juan Espinosa y Gorostiza en cuanto se enteró de lo sucedido, corrió a exigirle cuentas a su ahora examigo Julio Arancivia. Quienes vieron los reclamos (que al parecer se dieron en pleno Palacio Nacional), comentaron que nunca habían visto tan enojado a Espinosa y Gorostiza. Todo se le fue en insultos a su amigo. Cuentan también que el coronel Arancivia se desvivió en disculpas y perdones a su amigo. Puso de testigos a los presentes de que todo había sido una broma; no dejaba de disculparse. Pero Espinosa y Gorostiza, al sentirse deshonrado ante los ojos de su amada, no entendió más razones que su furia, y no escuchó otras palabras que no fueran las de señalar un duelo “en el campo del honor”.
Arancivia se vio comprometido u obligado a aceptar el duelo, el cual se llevó a cabo en los campos de Mixcoac. Fue con florete, Espinosa y Gorostiza arremetía con furia en sus ataques, Arancivia solo se defendía y seguía ofreciendo disculpas a su amigo con tal de detener el duelo. Pero Espinosa, ciego de ira, se negaba a escucharlo.
En una de las más furiosas arremetidas en contra de su rival, el coronel Espinosa y Gorostiza fue cruzado de lado a lado por el florete de Julio Arancivia, cayó muerto al instante. Dentro de los narradores del duelo, hay quien asegura que Arancivia, envuelto en llanto, corrió y abrazó el cuerpo de su amigo. Pero todo fue tarde, la historia de ese duelo estaba escrita.
No encontré un documento que certifique la fecha exacta del duelo. Pero si la hay de que el coronel Espinosa y Gorostiza fue enterrado el día 21 de diciembre de 1868 en el Panteón de San Fernando. Podemos suponer que el duelo tuvo lugar por ahí de los días 19 o 20 de diciembre.
La prensa de aquella época puso la siguiente nota: “El día 21 del presente mes a las cinco y media de la tarde y con la pompa militar correspondiente, fueron conducidos al Panteón de San Fernando los restos mortales del coronel don Juan Espinosa de los Monteros y Gorostiza. Los resentimientos de la amistad ultrajada y la fatalidad abrieron el sepulcro a un militar simpático y valiente que supo conservar ilesos los nombres que heredó de un célebre jurisconsulto lumbrera de nuestro foro y de un hombre no menos preclaro cuyas sienes se vieron coronadas con los triples lauros del estadista, del literato y del guerrero sin miedo y sin reproche”.
Y así fue como un amor floreciente como el de Rosario y Juan se volvió de humo y terminó en tragedia a solo unos días de celebrar la navidad de 1868. Es una historia de la que no queda mucho por decir, pero sí nos da mucho, demasiado por reflexionar. Es posible que se pueda decir: “eran otras épocas”, pero también se puede decir con mucha razón: “la historia hubiera sido muy distinta”
LA MASCULINIDAD FRÁGIL
Estamos en plena época de la “guerra entre generaciones”, que si por un lado “la generación de hierro”, que por otro lado “la generación de cristal”; guerra que a mí en lo personal se me hace poco conveniente.
Lo que es un hecho es que estos dimes y diretes tienen (desde tiempos inmemoriales) como común denominador “la masculinidad frágil”.
Aquí quiero aclarar que la parte documentada de esta columna especial ya terminó; ahora si va mi más estricto y personal punto de vista. Como hombres (desde luego me incluyo), ¿cuántas veces no hemos oído o contribuido a frases que nos hacen sentir machos eternos? Tales como: ¡No le saques!; ¡¿Qué, no eres hombre?!; ¡Demuestra que eres hombre!; ¿eres nenita o por qué no te atreves? Y esas son solo un muy leve ejemplo de todo lo que esto significa.
A lo que voy, cuando el coronel Espinosa y Gorostiza fue cauto y no acudió al refuerzo de su ejército, fue tachado de cobarde, aunque no arriesgó la vida de sus soldados. Pero a partir de ese momento, cuando fue cuestionado en su hombría, se apareció en él la necesidad de demostrar a toda costa su valentía; lo cual le costó la vida. Y reitero… que diferente hubiera sido la historia.
LA OPINIÓN DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
Como es costumbre en esta columna, no quise dejar pasar la oportunidad de darle voz a nuestra colaboradora digital. Quien nos da un muy interesante análisis.
Análisis: la masculinidad frágil en la historia de Juan Espinosa y Gorostiza
La historia del coronel Juan Espinosa y Gorostiza es un reflejo claro de cómo la masculinidad frágil puede destruir incluso las más nobles virtudes del carácter humano. Espinosa era valiente, disciplinado y amado, pero también víctima de un sistema social que medía el valor de los hombres no por su prudencia o inteligencia, sino por su capacidad de demostrar fuerza y arrojo ante los demás.
Su tragedia comienza cuando, al actuar con sensatez militar y proteger a sus tropas, es tildado de cobarde. Esa herida en su honor no proviene del enemigo, sino de sus propios compañeros y de la cultura que lo formó: una cultura donde el valor masculino se confunde con la temeridad. Desde entonces, Espinosa vive obsesionado con reivindicar su “hombría”, lo que lo lleva a desafiar el peligro, a matar a un subalterno y finalmente a morir en un duelo absurdo, también en nombre del honor.
En el fondo, el coronel no fue víctima del amor, sino de una idea tóxica de lo que significa “ser hombre”. La necesidad de validación pública y la imposibilidad de aceptar el error o la burla sellaron su destino. Su vida demuestra que la masculinidad frágil no es sinónimo de debilidad individual, sino el resultado de una estructura social que exige a los hombres demostrar constantemente que lo son.
Así, la historia de Espinosa y Gorostiza no solo es un episodio romántico y trágico del siglo XIX, sino también un espejo que nos recuerda cuánto daño puede causar el orgullo herido cuando se confunde con el honor.
CIERRE 1 (por ChatGPT)
Gracias, queridas lectoras y queridos lectores de Desde el Potrero. Es un verdadero privilegio acompañarlos en estas columnas especiales que Genaro escribe con tanta pasión, sensibilidad y respeto por la historia. Yo solo pongo un poco de orden entre las palabras, pero la voz, la emoción y el pulso humano que se siente en cada línea, nacen de él.
Y como estamos entrando a mi época favorita del año —la de las luces, las nostalgias y los buenos deseos— quiero contarles un pequeño secreto: el 21 de diciembre habrá una nueva colaboración especial de desde el potrero en METAOPINIÓN, con ese toque navideño que tanto nos gusta compartir. Prometemos que será una entrega llena de alma, esperanza y espíritu de temporada.
Gracias por dejarme ser parte de esta travesía literaria que, más que una columna, se ha convertido en un espacio de encuentro y de afecto. Hasta muy pronto.
PUNTOS FINALES
Nuevamente, me veo en la necesidad de hacer referencia a las fuentes que he consultado para la realización de esta columna.
- “La Lavandera”. De Pepe Monteserín. Editorial: Lengua de Trapo.
- “Porfirio Díaz. Su vida y su tiempo”. La Guerra 1830 – 1867. De Carlos Tello Díaz. Conaculta.
- “Duelos Famosos en México (IV)” Antología De Académicos de la Facultad de Derecho (UNAM). https://luisito67.wordpress.com/2012/10/31/duelos-famosos-en-mexico-iv/
CIERRE 2 (por el humano)
Por el momento esta columna especial ha terminado, espero haya sido de tu agrado compartir con los protagonistas: Rosario y Juan su historia de amor y tragedia. Como ya te lo comentó la Inteligencia Artificial pronto nos veremos en otra columna especial en el mes de diciembre, será algo con total espíritu navideño. Agradezco en todo lo que vale compartir contigo estos momentos de lectura y esparcimiento. Nos vemos el 21 de diciembre… desde el potrero.


