FRANCIA 1938 (II): Mexique no asistió, pero estuvo sabroso…

Por Enrique Fortunat D

Ya vimos que los mexicanos se quedaron sin asistir por aquello de la solidaridad, los viajes y esas cosas.

Pero el mundo rueda y la pelota de balompié más todavía, así que el 4 de junio de 1938 arrancó el primer partido del III Campeonato Mundial de Futbol. Jugaron alemanes contra suizos, obviamente la megafavorita era Alemania, que además de contar con un poderoso equipo, lo había reforzado con jugadores austriacos. Pero el ímpetu teutón se estrelló contra la pacifista Suiza y cayeron por 4 a 2. ¡Tschüss, Deutschland! (recordemos que los partidos eran de eliminación directa).

El anfitrión despachó a Bélgica por 3 a 1.

¿Se acuerdan de las las Indias Orientales Neerlandesas? Pues más se tardaron en leer su nombre que en echarlas del torneo, perdieron ante Hungría por goliza de 6-0.

Brasil y Polonia se dieron hasta para llevar y terminaron firmando un marcador de 6-5 a favor de los amazónicos. Dato curioso: la estrella brasileña Leónidas anotó uno de sus goles de esa tarde estando descalzo, pues le estaban arreglando los botines.

No nos olvidemos de Cuba. Pues con la novedad que con un equipo en que solo había 15 jugadores se echó al plato a los rumanos y lograron lo que México tardaría años en lograr: pasar a la siguiente ronda.

Pero no creas que la victoria fue así no más sin que le pusieran sabor los caribeños. De hecho en el primer encuentro tomaron ventaja de los rumanos y los tuvieron cerca de la eliminación, pero en el complemento el encuentro terminó 3-3.

El encuentro de desempate se llevó a cabo cinco días después. Aquí otra anécdota increíble: el portero cubano Benito Carvajales prefirió narrar el partido para la radio cubana que jugar el encuentro. Verídico. A pesar de todo, los cubanos se impusieron por dos goles a uno y mandaron de regreso a los rumanos. Tremenda sorpresa caballero.

En la siguiente ronda, los isleños despertaron de su sueño con inmisericorde pesadilla: Suecia los derrotó con un escandaloso 8-0.

Otro partido quedó para el anecdotario: fue el que enfrentó a Brasil con Checoslovaquia. Decir que el encuentro fue violento es quedarse corto. En una época en que para que expulsaran a alguien prácticamente había que encontrarlo pegando de batazos en las piernas a un contrario, hubo tres expulsiones.  Se sigue llamando a ese partido “La Batalla de Burdeos”. Empataron a un gol y tuvieron que jugar otra vez. Con varios lesionados por ambas partes, los brasileiros se las arreglaron para echar a los checos.

A los anfitriones los eliminó el combinado italiano. Au revoir, messieurs.

Jugaron una semifinal Italia y Brasil, y se puso bueno el asunto.

En un desconcertante planteamiento técnico, el estratega brasileño decidió que no una, sino tres de sus estrellas se quedaran en la banca. Otro detalle raro o de soberbia del entrenador amazónico fue que compró antes del partido los boletos de avión para irse a París a jugar la final. Italia tenía otros planes y con par de goles mandó a los brasileños con rumbo a Río de Janeiro.

¿Y los boletos de avión? Pues el entrenador de Brasil, no quiso vendérselos a los italianos (berrinche carioca), así que los azzurri tuvieron que hacer el viaje en tren. 

En la otra semifinal, Hungría le puso fin a la buena racha de Suecia y quedó como el otro finalista.

La final fue, Italia contra Hungría.

Hay que recordar que los italianos eran los campeones defensores y los magiares intentaban quitarles la corona y conseguir por primera vez la Copa.

Italia hizo valer su condición de campeón y dio cuenta de Hungría por 4 goles contra 2.

Por primera vez una selección conseguía ser bicampeona del evento.

Lamentablemente, las oscuras predicciones acerca de la guerra se hicieron realidad y ni el mundial de 1942, ni el de 1946 se llevaron a cabo. Hubo que esperar hasta 1950. Brasil fue electo como sede y se alistaba la fiesta a ritmo de samba, pero ya sabemos que una cosa es desear algo y otra obtenerlo.

Nos vemos en Río de Janeiro, para seguir platicando.

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