Por Marco Antonio Guerrero Hernández
¿Qué es la muerte? El fin de un proceso biológico, la detención total de las funciones vitales. Trascender a otro plano. La muerte a veces es una despedida disfrazada de buenaventura.
Cuando se pierde a los padres uno se convierte en huérfano. Al perder una pareja a las personas se les denomina viudas. Pero ¿Cuando se pierde un hijo? Eso no tiene nombre, es un dolor sórdido que carcome las entrañas.
Juan se había emocionado como nunca antes al saber del embarazo de Toña su mujer. Se habían juntado desde que ambos salieron de la preparatoria. Él consiguió trabajo como operador de montacargas en una empresa recicladora de cartón, se la llevó a vivir a un cuartito que rentaban por un bajo costo, ahí empezó su historia. Tres años después ella le dió la noticia. Juan se llenó de jubiló al enterarse, su primer hijo.Sentir la paternidad en carne propia, era para lo que lo habían preparado sus padres: estudiar, tener un trabajo decente, conseguir una mujer, tener hijos y una casa. Era el modelo de éxito para él.
En el trabajo lo ascendieron a supervisor, eso trajo una mejora económica y se mudó a un departamento, que decoró a su gusto. Era una buena etapa, tenía su vida justo dónde la quería. Con el paso de los meses organizó un «baby shower» teniendo de invitados tanto a sus padres como a los de Toña y a algunos amigos cercanos, ex compañeros de escuela y vecinos. Todo muy bien. Poco tiempo después nació Juan Antonio, fue criado con amor y dedicación. Unos años después Juan fue promovido a asistente gerencial con un sustancioso aumento de sueldo, esa bonanza lo ayudó a tener el impulso necesario para comprar una casita a las orillas de la cuidad mientras su hijo ingresaba al jardín de niños.
Una tarde lluviosa su vida cambiaría para siempre. Toña fue a la escuela para recoger a su pequeño a la salida, el niño al verla salió corriendo sin fijarse que a mitad de la avenida se aproximaba un camión a exceso de velocidad, el chófer al ver al niño intentó frenar y hacer una maniobra, pero fue demasiado tarde. Toña alcanzó a abrazar a su hijo tratando de protegerlo, ella recibió el impacto y salió proyectada unos metros, la fuerza del golpe la hizo volar por el aire soltando al niño que golpeó de lleno en el asfalto. Muerte inmediata. Toña con fracturas en las piernas y la espalda. Juan fue notificado en su trabajo. Le otorgaron permiso para atender la emergencia.
Al llegar al hospital recibió la fatídica noticia. Sintió que el mundo se le caía encima, pero no lloró. Estoico y firme se hizo cargo de la recuperación de su mujer. Al cabo de dos años Toña se puso en pie nuevamente. Pero ya no era la misma. De ser una muchacha alegre y con mucha energía, pasó a ser una sombra pálida y de temperamento gris. Se hizo adicta a las bebidas alcohólicas. Juan hizo lo que pudo para ayudarla, pero sin éxito porque Toña sentía el peso de la culpa. Ella tenía que haber muerto en ese accidente, no su hijo. Un año después y con terapias psicológicas logró un periodo de mediana estabilidad. Consiguió trabajo en una fábrica de pantalones. Aunque no había dejado su adicción por la bebida, se mantenía con un par de tragos en las mañanas. No podía superar aquel trauma y poco a poco se llenaba de odio al ver que Juan se había podido reponer y vivir con el duelo. Pensó en dejarlo, fue a ver a su empleador ya que estaban solicitando gente para una plaza en otro estado, muy al norte del país. Tomó la opción y un día sin avisar Toña se marchó. No hubo despedidas ni tampoco discusiones. Juan llegó a su casa y vió que no estaba su mujer. Reviso todo para descubrir que faltaba ropa y dinero de su caja fuerte.
Ella lo había dejado. Ese día Juan volvió a morir.
II
Elena conoció en la calle a un pequeño perro, lo levantó y lo llevo a su casa. Perro de la calle, sucio, flaco y con roña. Lo llevó al veterinario, lo curaron. Muy a pesar de que sus padres se opusieron al principio, decidieron darle una oportunidad al can, lo bautizaron como «Roñitas». Se hizo el estandarte de la familia, se turnaban para bañarlo cada mes. El perro creció. Era un hermoso labrador blanco. El orgullo de su casa, una mascota sociable con todas las personas. Ahora lo llamaban «Roñas». Le pusieron una casa de madera en el jardín. Lo sacaban a pasear por las tardes y el animal era el apoyo emocional de la familia cuando las cosas no iban bien. Le curó el corazón roto a Elena después de que ella terminara con su novio luego de descubrir una infidelidad. Consoló a Don Pioquinto (el padre de Elena) cuando lo corrieron del trabajo por rebelarse ante el trato abusivo de su patrón. Aliviaba las preocupaciones de Doña Paz al ver a su esposo sin empleo.
Con el amor de Roñas la vida de la familia se restauró, Pioquinto encontró un mejor empleo con la empresa que era la mayor competencia de aquella de la que lo habían despedido. Elena se centró en sus estudios universitarios y Doña Paz platicaba con Roñas todas las tardes mientras lo sacaba a caminar por el parque en las tardes soleadas en la ciudad.
Una mañana de septiembre Roñas estaba demasiado inquieto, ladraba mucho y corría por todo el jardín, al ver a Elena que salía rumbo a la escuela la jaló de la mochila para impedir que saliera de la casa, ella se pudo soltar para ir al centro de estudios. Lo mismo hizo con Pioquinto, unos segundos después el labrador se metió a su casa de madera y comenzó a llorar. Escuchó un sonido raro y ladró con más fuerza, sintió el piso moverse, un crujido y la casa se empezó a tambalear. Dos minutos después gritos y quejidos. Roñas no pudo hacer nada. Se quedó ahí quieto y temblando. Pasaron dos horas y los paramédicos llegaron a la casa, vieron a Roñas asustado y temblando. Al ver las labores de rescate el can se incorporó a la búsqueda. Escuchó un gemido, era Pioquinto, corrió a su auxilio, ayudado por dos paramédicos y un vecino pudieron sacar de los escombros a su amo. Que lo miro a los ojos, le sonrió antes de dar su último respiro.
Doña Paz fue encontrada sin vida debajo del techo de la cocina. Elena también había sido víctima mortal del terremoto. Roñas se había quedado sin familia. Muchas veces lloramos a las mascotas que dejan este mundo pero muy pocas veces hacemos conciencia de lo que sienten los animales cuando ven morir a sus compañeros de vida.
Solo entiendo que esa mañana de septiembre Roñas también murió.


