Por Enrique Fortunat D
LAS TROMPADAS
Hordas provocaron saqueos, incendios, nos referimos a las fuerzas federales estadounidenses que salieron en pos de cuanto inmigrante ilegal o no se toparan. Por supuesto contaron con la colaboración de algunos protrumpistas que con particular gusto indicaron en dónde podía haber personas a las cuales capturar. Si una imagen de la Gestapo les viene a la cabeza, no es casualidad.
Las acciones se hicieron sin consultar al gobernador de California quien de plano interpuso una demanda en contra de Trump por el despliegue ilegal de tropas en el estado. A ver cómo le va, aunque se augura poco éxito en su queja.
Es la primera vez en 60 años que se envían fuerzas a California.
Luego de diversas acciones en su contra, iniciaron las protestas por parte de ciudadanos, presumiblemente en su mayoría de origen latino. Así arrancaron las movilizaciones.
Dentro de los hechos que disgustaron a los ciudadanos, el más notorio fue la irrupción de agentes del servicio de inmigración en un negocio, en donde arrestaron a 44 personas. Un acto que se realizó con fuerza desmedida.
El enojo se convirtió en violencia. La gente salió a la calle y se armó un desmadre. No faltaron, lamentablemente, actos vandálicos. Peor aún para nuestro país: hubo banderas de México ondeando cerca o sobre vehículos incendiados. Mal mensaje en pésimo momento.
Así llegó la desbocada de fuerzas con la guardia nacional entrando con dos mil efectivos dispuestos a repartir toletazos, balas de goma y gases irritantes con entusiasmo indiscriminado.
No contento con ello, Mr. Trump ordenó que se apersonaran también los marines. Sí, esas tropas altamente entrenadas, no en el arte de negociar, no en el de contener, no en el manejo de multitudes, sino en el de aniquilar.
De manera que en un estado en el que no había violencia, se ordenan actos violentos a espaldas del gobernador, se provoca a la población, se generan manifestaciones y desmanes y luego se envían tropas para solucionar un problema acusando al gobernador de no actuar con firmeza.
Trump crea un problema, luego impone una solución inadecuada y el caos que genera le dará más «razones» para seguir haciendo acciones que parecen torpes o malintencionadas.
Así las cosas, pues que God bless America y que a nosotros diosito nos agarre confesados porque está en el poder gente a la que no le importa ver arder el mundo con tal de vender un extintor de incendios.
BONITO CUADRITO AMARILLO
- Lo bueno: Claudia Sheinbaum condenó expresamente el uso de la violencia en las manifestaciones en Estados Unidos.
- Lo malo: la secretaria de Seguridad de Estados Unidos, Kristi Noem, sin motivo alguno acusó a la presidenta de México de alentar la violencia en las manifestaciones.
- Lo feo: en México no faltaron los apátridas unineuronales que trataron de justificar la declaración de Noem. Ya ni la chiflan…
ALGUIEN SE BENEFICIA
No creo que Trump está actuando a tontas y locas, más parece parte de un plan que pretende ofrecerle grandes ventajas o beneficios.
Una parte fundamental de su plataforma política es ubicar a los extranjeros como una población que atenta en contra del estilo de vida estadounidense y que es fuente de problemas de criminalidad para la ciudadanía.
Presentar a determinado sector demográfico inmigrante como indeseable no es nuevo. Ya en el siglo XIX fue a los irlandeses a quienes se acusaba de que enviaban a lo peor de su gente y fomentaban así la criminalidad en Estados Unidos; fueron objeto de discriminación y violencia por parte de los estadounidenses de origen inglés. Lo mismo ocurrió después con los italianos, de quienes se dijo algo muy similar, incluso ocurrió un hecho en el que se linchó a varios italianos de forma brutal (el gobierno estadounidense dio una indemnización a los deudos, con ese dinero trajeron a italianos más duros para que los protegieran y así se financió el origen de la mafia, eso dicen…). En el tiempo de la Segunda Guerra se puso en confinamiento y se discriminó a los japoneses. Tras de ese acontecimiento, los mexicanos que llegaron para apoyar en las labores y se quedaron por allá fueron el blanco de ataques, mismos que siguen hasta hoy, especialmente por el crecimiento de ese demográfico que se calcula alcanza casi los 40 millones de personas.
No mencionamos a la población afrodescendiente, quienes llegaron en contra de su voluntad durante siglos y vivieron en condiciones de esclavitud, para luego sufrir una brutal discriminación que si bien ha disminuido notablemente, no desparece del todo.
El caso es que siempre hay un sector de la población a quien culpar y maltratar, al parecer eso ha servido de aglutinante para que la porción más reaccionaria y fundamentalista de los estadounidenses reafirme sus “valores” y creencias acerca de su superioridad étnica, moral y económica.
Hoy está en el poder una persona que comulga con esa mentalidad y crear caos y violencia le sirve para cohesionar a sus seguidores y para justificar la toma de decisiones que tengan todavía mayor dureza para supuestamente salvaguardar a la nación, curiosamente de un peligro que ellos inventaron y de una violencia que ellos iniciaron, pero de los cuales culpan a otros.
El camino que se emprende se parece al de la creación de regímenes autoritarios, en los que se aducen supuestos peligros, se identifica a supuestos enemigos y una vez establecido ese escenario se justifican las acciones, incluso al margen de la ley, para “preservar la seguridad de la gente”.
Trump no está loco, al parecer tiene una sed infinita de poder y se ha rodeado de personas que son capaces de lo que sea para obtener lo que desean: establecer un férreo control político y económico sobre la mayor cantidad posible de personas, las cuales no les resultan relevantes y las utilizarían como peones prescindibles, como simples medios para obtener algo.
Ojalá las cosas no lleguen hasta allá.
OTRA ARISTA
Para algunos, lo que está haciendo la administración trumpista es el desmantelamiento de lo que se pretendía hacer anteriormente.
Por ello embiste con fuerza todo lo que huela a la administración Biden o al punto de vista de los globalizadores.
¿Te acuerdas del asunto de la globalización? De que todos y todas y todes y todis seamos parte de un gran todo en el que poco a poco vamos cediendo parte de nuestra forma de vida a favor de un algo en el que el concurso de todos nos va beneficiando.
Para Trump y quienes piensan como él, eso no va.
No es casual su renuencia o abierto rechazo a participar en sociedades u organizaciones que le cuestionen sus decisiones.
Hemos visto cómo abandona tratados internacionales, busca romper acuerdos y desoye todo lo que no provenga de quienes piensan como él e incluso de quienes pensando como él no comulgan con todo lo que decida. El rompimiento con Elon Musk es un ejemplo.
Al parecer lo que se quiere es actuar conforme a principios que tienen el valor de la unidad por encima de todo, que privilegian siempre al individuo por encima de la colectividad.
El individualismo sin cortapisas, el que festeja y justifica que alguien se quede con todo aunque los demás no tengan nada. El que premia al abusivo y lo llama “listo”. El que ve en la ley del más fuerte la representación de la justicia.
De ahí a llevarlo al terreno de la política, es sencillo si tu público cree en eso mismo.
Estados Unidos ve sólo por Estados Unidos, lo que hagan los demás, es su problema y no interesa, a menos que estorbe sus planes, en cuyo caso pasará automáticamente a convertirse en enemigo. Sin otra razón que el propio egoísmo.
Hay quienes así ven el mundo. Tal vez para algunos resulte un pensamiento lógico y justifiquen el que se hagan las cosas de esa manera.
Sin embargo, esta forma de pensamiento va directamente en contra de algunos factores y virtudes que de manera relevante nos permitieron -a pesar de nuestras evidentes debilidades físicas-, sobrevivir y luego llegar a ser la especie más dominante del planeta: la inteligencia, la empatía, la solidaridad.
En ese sentido, es bueno recordar lo que alguna vez comentó la antropóloga Margaret Mead acerca de cuál sería la primera señal de civilización en la antigüedad.
Ella señaló que es el hallazgo de un fémur roto que sanó.
Fue clara: ningún animal puede sobrevivir en la naturaleza por sus medios a una fractura así; estaría muerto mucho antes de sanar, sea por inanición o como víctima de otros animales.
Así que ese fémur que sanó indica con toda certeza que alguien ayudó a esa persona, le dio cuidados, cobijo y comida hasta que se recuperó.
En tiempos del individualismo salvaje, esa persona estaría muerta. Sería un peso muerto improductivo, incapaz de cuidarse, algo que da molestias. A lo mejor esa forma de pensar nos recuerda las políticas que condenan, critican y fustigan las ayudas a los menos favorecidos.
No atentemos contra lo que nos hace humanos, lo que nos hace fuertes.
En última instancia, cualquiera estamos a un accidente, a una mala racha, a un solo evento de caer en desgracia. No demos nada por sentado. Celebremos el valor de la solidaridad, la empatía y la responsabilidad.
NOTA: Amabilísimas lectoras y distinguidos lectores, la Jiribilla en su formato regular regresa la próxima semana. Ustedes disculpen pero es que está la cosa color de hormiga y de repente como que se sale de control el comentador impertinente que llevo dentro. Conste que de lo de Israel e Irán no dije nada, me aguanté como los meros machos.
Prometo traerles algo más amable y ligero para compensar su generosa paciencia.
Paz


