Por: Julieta E. Libera Blas
Si no puedo persuadir a los dioses del cielo, moveré a los del infierno.
Virgilio
Queridas lectoras, amables lectores.
El mito de Medusa nos persigue desde hace más de tres mil años; representada por colmillos de jabalí, serpientes en lugar de cabello, nos mira directamente a la cara con la lengua de fuera con una sonrisa sardónica, y esa mirada que petrifica desde el interior. Recordemos que la mitología griega nos ofrecen un mundo confuso, relatos de hechos históricos que nos indica el cómo vivir, y explica la naturaleza de las cosas. El mito de Medusa nos muestra el comportamiento que tuvieron algunos hombres al desear combatir a una mujer “hórrida y malvada” que sumergía en la oscuridad con una sola mirada a aquel que osara enfrentarla.
Era pues, una mujer poderosa, temida por los hombres por su fortaleza y su poder aparentemente invencible. Su imagen ineludible era temido por algunos hombres que se sentían humillados al no poder contrarrestar este poder con su fuerza natural. Antes de adentrarme quiero relatarles el inicio de Medusa; y al saberlo entendamos y comprendamos por qué a veces sin desearlo existen circunstancias que hacen que la vida de un giro inesperado.
MEDUSA
Medusa era la hermosa sacerdotisa de Atenea, “diosa de la guerra, protectora de Grecia.” Medusa gozaba de una belleza inigualable, todos los hombres la deseaban y los solteros querían desposarla, pero no podía hacerlo ya que había hecho un voto eterno de castidad. Los actos carnales estaban fuera del alcance de cualquier deseo masculino. No podía criar niños y ni siquiera podía atender asuntos domésticos. Su deber era estar al lado de “Atenea, la diosa virgen.”
El trágico destino de Medusa inicia en el Partenón, que paradójicamente significa Casa de la Virgen (430 A.C) ahí comienza su malaventura y la poca suerte de nuestra casta y bella sacerdotisa. Medusa respeta su voto de castidad, su belleza es inalcanzable, pero – siempre existe un “pero” y un villano – existe alguien al que poco le importa este voto. Me refiero a Poseidón; un dios ególatra y misógino. Dios de los mares, terremotos y tormentas. Poseidón puede hacer mucho daño si se le contradice o se le imponen reglas, así que una noche dentro del Partenón viola a Medusa en un arranque de lujuria.
Al enterarse del suceso, Atenea se enfurece, puesto que la violación profanó su templo; por su parte Medusa sabe que no tiene salvación, su virginidad ha sido arrebatada, ha caído en total vergüenza. Sabe que nadie puede ni podrá casarse con ella, y mucho menos estar al lado de Atenea dentro del Partenón. Todo lo ha perdido. Atenea, es la diosa de la guerra, es masculina, y como tal, piensa de esa manera y les da la razón. NO castiga a Poseidón; es un dios poderoso y como tal, dicha bajeza se esperaba de él. Atenea, sólo tiene en su cabeza que su santuario ha sido deshonrado por el coito entre Poseidón y Medusa; es un colosal golpe para su ego y alcanza con su enorme poder, furia, y rabia a Medusa a quien implementa un castigo tremebundo: la convierte en una atroz bestia.
Medusa ha sido violada y castigada. Humillada y vejada por un dios que actuó como un hombre, que por naturaleza deseo a una mujer hermosa e inalcanzable. Una mujer que desató cierta misericordia ante los ojos de un “juez” pero que desapareció rápidamente porque pesó más la deshonra hacia La casa de la Virgen. Poco importó su dolor, sus deseos destruidos, puesto que se quedó sin nada.
La virginidad, recordémoslo, es lo más preciado que como mujer nos enseñan a bien cuidar y proteger (en todas las culturas y desde tiempos inmemorables, la virginidad es el santuario de una mujer, si la destruyen o la perdemos, no tenemos nada…) La virginidad es lo puro e inquebrantable, es aquello deseado. Es aquello que se “entrega” por amor, placer, pero cuando es por una violación, un engaño o un abuso, ésta se aniquila, se destruye. Se pierde con el tiempo, pero nosotras, al borrarla de nuestras mentes y de nuestro cuerpo, lo hacemos porque así lo deseamos, no porque llegue un “dios” y nos la arrebate, no lo hacemos para ser juzgadas, humilladas o condenadas por un hombre o por una mujer, para que nos señalen con el dedo o goce diciendo “ella fue la culpable” “ella se lo busco” “ella usaba esa falda corta, esa blusa…” “tú tuviste la culpa”. Decires que pesan como lapidas en el alma.
Como mujeres ¿hemos hecho conciencia de nuestro comportamiento hacia las demás? ¿Qué hay de los insultos que entre nosotras nos lanzamos como piedras? Esos insultos en donde se cree tener el dedo inquisidor para hundir a quien sea. Insultos gravísimos que atentan contra la dignidad y la vida misma.
Al leer el relato de Medusa me doy cuenta que este mito fue creado hace más de tres mil años, Antes de Cristo, y miro con pena y tristeza, que nuestra sociedad juzga y humilla. Castiga y pretexta a los violadores ¿por qué algunas personas creen que las mujeres violadas y abusadas tuvieron la culpa? ¿Por su comportamiento? ¿Porque se pasó de copas? ¿Porque han tenido varias parejas? ¿Por qué razón un hombre se cree con el derecho de destrozar la vida de una mujer? No importa la edad, el crimen es el atentado contra el alma de una mujer.
Poseidón destruyó la vida de una mujer hermosa, que había elegido una forma de vida y que él no respetó por mezquino. Medusa, deseaba una vida al lado de la diosa Atenea; la de pensamientos y actos masculinos, que no la miró como mujer, sino como una más, que la juzgó, la incriminó, la rechazó, la castigó y la maldijo.
¿A qué me refería que las personas dan un giro a sus vidas? Siempre aparecen en nuestras vidas un villano, la antagonista perfecta que derruye todo, aplasta todas las edificaciones que encuentra a su paso. Cuántas mujeres nos convertimos en Medusa en donde la soledad y la amargura nos abraza y sólo soñamos en aquellos días en que la vida era dulce sin sabor a ajenjo con restos de hiel?
Medusa fue condenada al exilio, su cabello largo y sedoso se convirtió en un serpentario, su piel se agrietó. Viviría eternamente en la soledad, castigada por un crimen que no provocó. Sus ojos jamás volverían a ver a nadie, un simple contacto con la mirada llena de terror del otro, y lo convertiría en un santiamén en una escultura de piedra.
¿Quiénes somos para juzgar? Como seres humanos gozamos de defectos, manías, errores y aciertos. Pero a veces, al emitir una crítica, no nos percatamos que podemos ocasionar un cataclismo interno, y que por nuestra imprudencia o presunción, llevemos a un exilio horrido a las personas. Recordemos que ninguno de nosotros podemos reaccionar igual que el otro.
Medusa sufrió la injusticia de Atenea y la violación del dios Poseidón. Sufrió el exilio en una isla en donde sólo podía esperar a los guerreros, que armados de valentía la visitaban para acabar con ella. Se creían más fuertes que ella, sin embargo Medusa al mirarlos, los destruía. Medusa sufrió la soledad eterna, la crueldad de parte de la diosa en la que confiaba. Sufrió la pena de no poder mirar jamás a nadie. En breves minutos su vida cambió y todo lo que ella esperaba, se evaporo.
Entonces en nuestra vida quién deseamos ser: ¿Medusa? ¿Atenea? ¿Poseidón? ¿El Partenón? ¿Los jueces? ¿El mazo que emite el juicio? ¿Una escultura hermosa que solo ve y calla? ¿Quién? O sólo ser una sacerdotisa con cientos y miles de sueños y anhelos para realizar y no permitir que nadie, ni siquiera un tremendo dolor, se los haga perder.
¿Cuál fue el final de Medusa?
Esta desventura termina cuando Perseo corta su cabeza, la caza sin mirarla a los ojos, para salvar a su madre Dánae y es así como termina la infeliz historia de una hermosa mujer que por causas ajenas a sus deseos, fue violada, rechazada, maldecida y exiliada a una tremenda soledad por una mujer llamada Atenea. Su cabeza sirve como un arma invencible que es utilizada para hacer el bien o el mal.
Dicen que la vida es lucha, no nos dejemos caer.
¡Gracias por la lectura, sean dichosos!


