Por Marco Antonio Guerrero Hernández
“There’s a lady who’s sure all the glitters is gold. And she’s buying a starway to heaven”…
Lucía escuchaba a Led Zeppelin en aquella radio vieja, su cabello está sucio y su rostro ya dibuja arrugas.
Después del estallido de las primeras bombas los sobrevivientes encontraron refugio debajo de la tierra. Lucía eleva una plegaria a un Dios que los olvidó hace tiempo, ella no pierde la fé y está segura que en algún tiempo podremos salir de las cavernas.
Todo empezó con un conflicto entre dos naciones por un pedazo de tierra, las reuniones en la ONU hablaban de diálogo y de cese al fuego, los millonarios se manifestaban en contra del conflicto mientras por debajo de la mesa negociaban la venta de armas a la milicia y expedían cheques para comprar ayuda humanitaria.
Lucía era conocida simplemente como “Má” la líder de la resistencia que se negaba a dejar su ciudad natal porque una persona no es nada sin tierra decía para arengar a los insurgentes revolucionarios, organizaba la repartición de víveres pero una noche después de que la máxima autoridad católica moría rodeado de oro.
Seis horas después se escucharon las primeras detonaciones, la gente corría despavorida para esconderse, vio a sus seres queridos perecer en el ataque pero ella no desistió y en un combate cuerpo a cuerpo en donde ella no solo participó sino que tomó las riendas de la batalla guió a los suyos a una victoria, lograron sobrevivir e impedir momentáneamente la invasión de las tropas militares a su comunidad. Entre desaparecidos y muertos, el olor a sangre y carne quemada pudieron establecer un pequeño perímetro. Cuando los soldados emprendieron la huida fueron sorprendidos por otro comando rebelde que los tomó como rehenes y los despojó de armas, provisiones y equipo médico que llevaron a Má.
Paciente, Lucía repartió los víveres en su mayoría entre mujeres y niños y a los combatientes les dejó una porción de carne, agua y chocolates para conservarlos en las mejores condiciones y que pudieran defender la honra que les quedaba.
Al pasar los meses Má se encontró con el comandante Moncada, un viejo amigo y médico de profesión que era el líder de las fuerzas del Sur. Moncada con una carrera militar destacada tomó parte en el conflicto desde el inicio al frente de un batallón de la milicia, pero al no obtener el botín deseado (había exigido el control total del territorio sur) se pasó al bando contrario para apoyar a los rebeldes, un par de victorias consolidaron su lugar dentro de la resistencia como un soldado capaz y un férreo defensor de la justicia.
Má se enamoró de él y juntos establecieron un fuerte que sirvió para ayudar a los más necesitados. El conflicto avanzó y las principales ciudades fueron destruidas y sus habitantes exterminados, a los sobrevivientes los tomaron presos. Y los pocos que pudieron escapar llegaron en largas travesías hasta integrarse al escuadrón de Lucía.
Moncada fue contactado por los milicianos a la orden del gobierno para establecer una mesa de negociaciones y entablar la paz. Fue a esa reunión con sus más cercanos colaboradores pero sin Má, ella protestó pero dejarla era una garantía de que la resistencia seguiría en pie. Así el jefe de las fuerzas del Sur asistió a la reunión.
Después de una semana de diálogo intenso, se anunció su regreso.
Salieron las tropas rebeldes a recibirlo. Con decreto en mano firmado llegó con una expresión triunfante para entregarle el documento en mano al general enviado, después de un abrazo. Moncada se sacó un cuchillo de las ropas y apuñaló por la espalda al enviado de Má y con una sonrisa alzó los brazos para romper el documento, mientras salían decenas de soldados por todos lados.
II
Durante la reunión, Moncada escuchó las peticiones del gobierno para dar fin al conflicto, estuvo de acuerdo en algunos puntos y puso como prioridad sus exigencias de indulto para los rebeldes y distribución equitativa de los territorios. Al tercer día de las pláticas se ausentó por un problema estomacal dejando al representante de Lucía al frente de la mesa de diálogo. Al final se firmó el acta de paz y el triunfo de la resistencia.
Aquel día Moncada se reunió con un comandante quien le dijo que la guerra estaba perdida para los rebeldes, le ofreció lo que tanto deseaba, control total del sur y amnistía para sus soldados si entregaba a Má. Poniendo precio a su lealtad hizo el trato y al reaparecer en las reuniones tomó un cuchillo y rebanó el cuello del rebelde, firmando con sangre su traición a Lucía.
III
Los soldados salieron de todos lados, fue una batalla cruel en donde capturaron a los líderes del movimiento, Moncada los guió hasta la cueva donde se escondía Má. Un joven trato de advertirles pero fue silenciado por una bala antes de llegar al refugio.
Así llegó Moncada con el semblante serio, puso sobre Mà un beso, el beso del traidor y ella fue tomada por los militares. Después de escupirle en la cara entendió que entre soldados la lealtad es una perra poco socorrida y muy bien vendida.
En una ejecución pública Lucía fue exhibida y cual trofeo romano su cabeza fue colocada sobre una bayoneta.
IV
El despertador sonó, Lucía despertó gritando, después de limpiarse el sudor se metió a bañar. Otro día de escuela. Mientras sintonizaba las noticias en la radio se anunció el inicio de un conflicto armado en su región.
Ella había tenido una pesadilla sin saber que su destino se estaba profetizando.


