Por: Julieta E. Libera Blas
“…como si el sol se resistiera a dejarlo,
Pedro Infante ya no mira ése sol sobre la multitud,
preludio sol de su cortejo,
salado sol de su muerte,
llorar al Sol de una mañana sola.”*
Queridas y apreciados todos.
Estimados lectores y apreciadas lectoras esta columna “Arengas para un amor” fue publicada hace un año en Metaopinión. Se las comparto de nuevo con la única finalidad de conmemorar un aniversario más del “Ídolo de Guamúchil», Pedro Infante. El día de hoy 15 de abril se cumplen 68 años de su trágica muerte en un accidente aéreo en Mérida, Yucatán. Fue un día lunes por la mañana, durante la Semana Santa. Sea de su agrado amables lectores y lectoras.**
“La mañana del 15 de abril de 1957 la voz de Pedro Infante cantaba en muchos lugares de México. A la misma hora un avión despegaba de la Ciudad de Mérida, Yucatán. Hacia buen tiempo para volar y volar era la pasión de Pedro Infante…”*
El día más triste para las vecinas de Reyes y Carmen, mis abuelos, “Las viuditas” así las llamaban en la calle de Rupias. Las viuditas jamás se quitaron el luto, durante años se les vio cabizbajas, nunca se casaron, fuera por convicción o porque su corazón no pudo con aquel dolor de haber perdido a su ídolo, a su amor. Cada mes sin falta, las viuditas, le mandaban a hacer su misa de difuntos a su amado Pedrito.
¿Qué tenía aquel hombre de sonrisa franca y ojos oscuros, brillantes, de un embeleso hipnótico que a todas enamoraba? ¿Fueron sus pestañas tupidas negras o esa seductora manera de cantar? Voz que hechizaba provocando suspiros, sueños, fantasías e ilusiones. Tal vez fue su capacidad de desprendimiento para ayudar a las personas, esa empatía provocó un amor único e irrepetible que se reflejó el día de su muerte. No había muerto un actor más o un cantante al que sentían distante, murió un amigo, el compañero, el cómplice, un amor, un familiar. El reflejo de la felicidad y de la inagotable tristeza que provocó su deceso reunió a poco más de 150 mil personas que lo acompañaron a su última morada. Un duelo que sacudió a México y que a la fecha algunos todavía recuerdan que este día, hace más de sesenta años murió un ídolo que no fue de barro porque supimos reír, llorar y cantar a su lado.
El periódico Excélsior paró prensa aquel día, la noticia fue tan importante que volvieron a editar la información, este periódico ganó la nota de aquella doliente muerte. El ídolo del pueblo había muerto en un trágico accidente aéreo, dejando desolación y tristeza, fue como arrancarle el alma a todo un pueblo que gozaba de su presencia, de su magnetismo y de su voz.
La orfandad se arremolinó hacia los despojos de aquel hombre cuando llegó a la Ciudad de México. Los dolientes pasaron en grupos para hacer guardia en su féretro cerrado. El mundo de la farándula de aquel entonces se unió al dolor de la gente. En el documental Así era Pedro Infante (1963) la narración extraordinaria de Arturo de Córdova nos acompaña en este duelo, la tristeza embarga cuando vemos el centenar de personas acongojadas, extraviadas, corriendo detrás de la carroza fúnebre como si eso les fuera aliviar el alma. De pronto se escuchan Las Golondrinas, rezo que anuncia un adiós eterno. Se aproxima el final; imagino que el Sol lucía radiante, era Semana Santa. El silencio cae sobre el cementerio, las miradas tristes se tropiezan unas con otras, el cuerpo amortajado va en el féretro, nadie lo ve y nadie lo toca, solo lo recuerda con una exaltación que abruma e inquieta. La tierra espera ansiosa a recibirlo, hace tanto tiempo que lo espera; la muerte lo acunará eternamente. El eco de su voz resuena en cada calle, en cada espacio pero también en la sonrisa tímida de la enamorada, en la gallardía del hombre que no sabe ser un macho, en las mujeres sumisas que esperaban en la casa en silencio. En aquel que soñaba en ser un hombre completo: buen mozo, cantor, enamorado, mujeriego, tomador, aguerrido, amante tierno y bravío.
Las lágrimas cuando eres una niña se apoderan de ti, tus abuelos tienen encendida la televisión y trasmiten dicha película, te preguntas ¿Quién era Pedro Infante? ¿Cuándo murió? ¿Por qué se murió? ¿Es el mismo que me canta en mi cumpleaños Las mañanitas? ¿Es el mismo que le chifla a “La Chorreada” desde aquella carpintería que tantos dolores de cabeza le causo? ¿El mismo que canta la canción del Oso Carpintero? La canción que creía que cantaba mi papá… sí, es el mismo que mete en un lío colosal a Luis Aguilar, Antonio Aguilar, Andrés Soler, Jorge Negrete, Víctor Manuel Mendoza, Abel Salazar, Óscar Pulido, José Elías Moreno, entre otros. Al que abofetea con suma cólera Fernando Soler, Don Cruz Treviño, porque osó reclamarle su ausencia, sus gastos excesivos, su infidelidad; el maltrato al que sometía Silvano a Vivianita era demencial. La Oveja Negra (1949) y No desearás la mujer de tu hijo (1950) otra época en donde este tipo de comportamiento era símbolo de carácter, madurez. El amor hacia el hijo, la imagen intocable y divina de la madre; el respeto a la imagen paterna aunque éste fuera un sinvergüenza. La benevolencia de la muerte al recibir a Don Cruz con algarabía nos muestra esa fantasía que hagas lo que hagas, serás perdonado. La rivalidad entre Jorge Negrete (1911-1953)quedó saldada al reunirlos para crear una de las películas más entrañables, Dos tipos de cuidado (1953) y qué decir de los filmes A.T.M y ¿Qué te ha dado esa mujer? Mucho se ha especulado acerca de la orientación sexual de los personajes o ¿solo eran un par de amigos poco dispuestos a sacrificar su amistad por el amor de una mujer? En este caso Rosita Arenas (1933) y Carmen Montejo (1925-2013) así como un pulular de mujeres bellísimas que Infante y Aguilar se espantan para que éstas los abandonen. Ciertas o no las especulaciones ¿cómo olvidar la canción que interpreta Infante con sumo dolor y añoranza?
Infante, el mismo hombre encantador que enamora discretamente a Miroslava Stern (1926-1955) mientras le canta al oído Grito prisionero en Escuela de Vagabundos (1955). Aquel que ama profundamente a Blanca Estela Pavón (1926-1949) la “Chorreada” en Nosotros los pobres (1947) y Ustedes los ricos (1948) y que también moriría en un trágico accidente aéreo. El amor incondicional que le tuvo a Yolanda Varela (1930-2009) en Dos tipos de cuidado (1952). Sufrió la indiferencia, el racismo y la arrogancia de Emilia Guiú (1922-2004) en Angelitos Negros (1948). La belleza indomable de María Félix (1914-2002) en Tizoc (1957) y que de una manera muy personal pienso que es una terrible película. El deseo, la pasión y el amor que le tiene a Silvia Pinal (1931- 2024) en El inocente (1956) que hace unos ayeres trasmitían religiosamente cada fin de año. La admiración y la ternura con la que miraba a Marga López (1924-2005) en cada una de los filmes que juntos interpretaron o la valentía con la que enfrentó a lado de Lilia Prado (1928-2006) una lluvia de balas, sin importar que la batalla estaba perdida, mirando de frente a la muerte en Las mujeres de mi general (1950). El cuidado y la protección que le ofrece a Evita Muñoz “Chachita” (1936-2016) su amor y su custodia; su hija que en realidad es su sobrina, dispuesto al sacrificio y la humillación con tal de que ella no sufra la vergüenza de saber que su madre se dedica a la prostitución porque fue engañada por el que es su padre; abandonada y repudiada por su propia madre, hermano y amigos, muere en el olvido, llena de pena sin recibir el amor de su hija o el perdón de su madre. No importa si “Chachita” la abraza en su último suspiro, el daño está hecho.
Recuerdo una noche en la casa de uno de mis tíos, era una niña de unos seis años, trasmitían Nosotros los pobres; estaba impresionada al ver a Pedro Infante llorar desconsoladamente por su hijo muerto, estrujaba su pequeño cuerpo con tal fuerza que estuve a punto de llorar cuando mi tío se acercó y me dijo: No veas eso hija, está muy feo. Mejor ve esta película. Cambió de canal, trasmitían Carrie (1976) Sí, la que escribió Stephen King y dirigió Brian de Palma, justo en la escena en donde Sissy Spacek está tomando una ducha y se percata con espanto que está sangrando. Al ver esa escena le pregunté a mi tío qué era lo que le pasaba a la niña, lo único que atinó a decirme fue que se había cortado, rápidamente le regresó a la película de Infante. Supongo que para él era mejor explicar la muerte de “el Torito” que la menstruación de Carrie que incita a que sus compañeras se burlen de ella sin compasión.
Pedro infante creía en el amor y en la entrega máxima, en el término y en el fin de éste. Sus amores, aventuras y sus romances son secretos a voces. Amó a cada una de ellas de distinta e inagotable manera. Aquel día el pueblo no solo acompañó al hombre en su último encuentro con su gente sino también a aquellas tres mujeres que compartieron de manera íntima su vida. Tres viudas que sufrieron la orfandad de distinta manera. Orfandad de los hijos que jamás volvieron a ver a su padre. Orfandad de una madre con el corazón destrozado.
El día que murió Pedro Infante una herida no paró de sangrar. Directores de cine, casas disqueras; radiodifusoras y televisoras no se detuvieron en encontrar alguien con el mismo ángel y cercanía con el pueblo mexicano, que tuviera la misma aceptación entre el publico pero fue inútil. Algunos por soberbia y arrogancia se han perdido en el tiempo. Nadie puede usurpar el lugar de nadie.
Han pasado más de sesenta años desde la muerte de Pedro Infante, su imagen de alguna manera está viva, su voz no ha muerto, su sonrisa sigue siendo la misma y su forma de vida continúa. Para mí su voz es, sino celestial, sí algo muy cercano a ello. Su presencia invadía la pantalla y si bien no es mí ídolo porque no comulgo con varios comportamientos de la época, confieso que algunas de sus películas me agradan y las disfruto a lado de mis padres. Tal vez estoy generalizando el gusto por la música y la presencia de Infante pero sabemos perfectamente que ni en aquella época ni en esta, gustaba a todos por distintas razones, todas respetables.
Mi padre me contaba que su tío se acercó lo más que pudo con alguno de sus hijos al Panteón Jardín, vio pasar la carroza fúnebre y no pudo aguantar el llanto. Machos bravíos hechos añicos por la muerte del hombre que les mostró que se podía tener todo, siempre y cuando movieran las piezas correctas. Tal vez para las mujeres murió el hombre que les demostró que su ternura y su amor iba más allá de cualquier infidelidad. La protección, el cuidado, la seducción que emanaba por los poros provocaba en las mujeres esa libertad que no se tenía en aquel entonces. Las caricias y los besos apasionados, su hombría y su pasión, suspiros que iban y venían.
De pequeña, el día de mi cumpleaños, mis papás me despertaban con Las mañanitas, la voz que durante años escuché era la de Pedro infante. En algunas ocasiones mi papá me ha preguntado si en la televisión hay de casualidad alguna película de Pedro Infante, de años para acá la respuesta es no, así que entro a YouTube y busco Los tres huastecos (1948) disfruta las escenas de Blanca Estela Pavón cuando éstos le cantan a la burrita; dicha burrita, que ignoro su nombre, vivía en la casa de Infante en Cuajimalpa, cuando él murió, ella murió de tristeza. Otra de sus escenas predilectas es cuando María Eugenia Llamas “La Tucita” (1944-2014) no se decide a tener sed, sueño o solo avisar que ya dormirá. La otra es la escena final donde todo es dicha y algarabía. La vida de Pedro Infante fue fugaz, murió en el día y momento indicado, dejando en el eco invaluable de la eternidad un solaz intocable y necesario para todos aquellos que lo amaron y admiraron.
“…Pedro Infante ha muerto. Han muerto sus manos y su voz. Sus ojos están muertos. ¡Que todo lo diga durante mucho tiempo! ¡Que todo insista siempre en que ha muerto Pedro Infante para que no olvidemos que bajo su cruz descansa eternamente! ¡Para que viva en el recuerdo de todos nuestros años!”* – Documental: Así era Pedro Infante, 1963.
¡Gracias por la lectura, sean dichosos!


