Miércoles de ceniza

Por Marco Antonio Guerrero Hernández

“El Chanclas” fue el encargado de darle vida a Jesús  en las festividades de Semana Santa de este año en la parroquia de San Isidro.

Carpintero de oficio al igual que el nazareno, su papá se había ido “al otro lado” a buscar una mejor vida para su familia pero nunca regresó, así que Ramiro (era su nombre) tuvo que buscar trabajo para ayudar a su madre a mantener a sus otros tres hermanos que eran más pequeños Fue cargador en el mercado, barrendero, ayudante de albañil, hasta que finalmente don Toño le dio trabajo en su carpintería, enseñándole todos los secretos del trabajo con la madera. A pesar de ser joven e inquieto mostró habilidades,  mismas que su empleador no pasó por alto y de ser un ayudante cualquiera en poco tiempo se volvió el brazo derecho de su patrón. Los ingresos obtenidos los destinaba a su madre y sus hermanos, él se quedaba con una parte para sus gastos personales, al paso de los años don Toño enfermó, al ver que sus hijos no tenían interés por su profesión, decidió dejar como encargado de la carpintería a Ramiro “El Chanclas” como lo conocía la gente, se retiró del negocio y únicamente recibía las ganancias del negocio. El joven se sentía muy atraído hacia la Iglesia y el misticismo que envuelve a los festejos de la Semana Santa. Año con año se fue involucrando en la representación del viacrucis hasta que por fin logró hacerse con el papel estelar, así el mismo fabricó su propia cruz de madera estaba muy emocionado. Salía a correr en las mañanas para bajar de peso y tener una condición física óptima.

II

A veces el destino suele hacer malas jugadas y en un descuido en la carpintería mientras se tomaba un cerveza se quedó dormido dejando el taladro conectado justo a un lado del envase de la bebida, en un movimiento involuntario con el brazo tiró la botella de cerveza. Una parte del líquido fue a encontrar el enchufe del taladro generando un corto circuito que dio inicio a un incendio en el lugar, un vecino lo ayudo a salir y para su buena fortuna resultó ileso pero el taller de carpintería resultó totalmente destruido, el seguro no quiso cubrir los gastos de reparación ya que descubrieron en su investigación qué “El Chanclas” había estado bebiendo alcohol y el incendio fue provocado por esa imprudencia. Esta situación lo hizo endeudarse con don Toño que al principio lo había despedido, pero después de escucharlo pensó que sería buena idea dejarlo trabajar para levantar el negocio.

Ramiro con mucha fe hizo de Jesucristo en la Semana Santa y con ayuda de Dios podría poner en marcha la carpintería y pagar los daños.

Un año después no hubo grandes avances y la deuda se estaba incrementando. Ramiro no sabía que hacer. Un día mientras se tomaba unas cervezas con unos amigos del barrio le propusieron entrarle a un negocio distinto: el robo con violencia en el transporte público. Al principio se negó pero lo convencieron con la promesa del dinero fácil.

-¡Mira Chanclas te la voy a poner así de fácil: unos cuantos asaltos y en año te vas pa’ arriba!

Eso le había dicho “El Mojarras” que era un joven de su edad con un amplio recorrido en la delincuencia.

Ramiro no encontró una opción más viable de obtener fondos de manera rápida y así empezaron en las colonias vecinas y con máscaras y dos pistolas una real y una más de juguete se dedicaban a robar en el transporte público cada quince días. Su modus operandi era que un menor de edad se subía como pasajero y observaba a los pasajeros y con su teléfono móvil mandaba mensajes a los dos rateros que abordaban en la siguiente esquina ya con máscaras y las armas en mano. Al principio “El Chanclas” tenía mucho miedo pero al paso del tiempo su temperamento se adaptó y lo mejor vino en el mes de diciembre, lograron consumar ocho ataques y un jugoso botín que se repartieron, entre los tres, la parte que obtuvo se la dio a don Toño como parte del pago, asegurando que pronto terminaría la deuda. Inició el año y decidieron empezar a robar en su colonia por sugerencia de “El Chanclas”.

III

En las vísperas de Semana Santa un año después de dar vida a Jesús, nuevamente el chanclas se inscribió para la representación del viacrucis, Miércoles de Ceniza y “El Mojarras” le propuso meterse a la iglesia y robar el dinero de los diezmos aprovechando que Ramiro tenía acceso a la sacristía, era algo demasiado arriesgado pero si se hacían con ese dinero ya no habría necesidad de volver a robar, así lo planearon. “Miércoles de Ceniza, miércoles de billetiza”.

Ramiro fue por su marca a la parroquia.

“Arrepiéntete y cree en el evangelio, polvo eres y en polvo te convertirás” rezaba el sacerdote mientras marcaba a los maleantes con una cruz de ceniza en la frente.

La iglesia cerró a las nueve de la noche, los malhechores esperaron dos horas ya que el cura se retiraba a su dormitorio que estaba dentro de la parroquia y él había logrado robar una copia de la llave de la sacristía. Llevaron a cabo su plan al manto de la noche y con sus máscaras puestas llegaron al sitio, abrieron con mucho cuidado la puerta, abrieron una gaveta en donde sabía El Chanclas que ponían el dinero, abrieron sus mochilas y sacaron los fajos de billetes, fiel a su fe el chanclas antes de irse se arrodilló ante la figura de la virgen de Guadalupe y le dijo el voz baja:

-Perdóname madrecita, te juro que no lo volveré a hacer. Sin darse cuenta que al levantarse la agujeta de uno de sus zapatos estaba suelta, la pisó y cayó al suelo, para tratar de amortiguar el impacto se sujetó de la cortina de la ventana, el soporte no aguantó el peso y se vino abajo provocando un ruido inevitable que despertó al sacristán quien salió a prisa y los vio tratando de escapar, por mero instinto el joven le aventó un candelabro a uno de los maleantes mientras el otro escapaba. El impacto hizo que el ratero se trompicara y cayera al piso, el sacristán tomo un florero que le reventó en la cabeza y el maleante quedó desmayado.

Al despertar había una muchedumbre enardecida,  golpeando al tipo que ya sin máscara resultó ser “El Chanclas” que gritaba tratando de explicar la situación. Las voces alteradas de la gente apagaban los intentos de defenderse mientras recibía puñetazos, botellazos e insultos.

Una señora gritó: ¡Sacrílego, merece que lo quemen! La multitud hizo caso y ya sujeto de manos y pies buscaban donde colgarlo hasta que alguien encontró una cruz de madera. La misma que El Chanclas había construido el año pasado. Lo amarraron y rociaron su cuerpo con gasolina. Le prendieron fuego.

Al día siguiente la nota roja en su portada titulaba: “Miércoles de Ceniza”.


 

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