Por Marco Antonio Guerrero Hernández
Salió de su casa muy temprano, para iniciar la jornada laboral, el traslado era difícil, una hora en autobús y una más en metro, pero él siempre llegaba una hora antes de su entrada.
Bajando del metro, pasaba a una iglesia que está a un costado, siempre a hacer oración y pedir por sus padres. Después de un par de Padres Nuestros y un Ave María, Nacho tenía la costumbre de persignarse y al fin hacer presencia en su centro de labores. Era programador radial.
Disfrutaba estar en la cabina de trasmisión junto con el locutor estelar de aquella estación, su vida estaba rodeada de los discos de acetato de The Beatles, The Rolling Stones, Pink Floyd y The Doors, escuchando anécdotas, su mundo era una banda sonora de grandes dimensiones, a veces tenían invitados entrevistando a grupos locales, tenía entradas a conciertos y había hecho grandes amigos en el medio.
En uno de esos conciertos conoció a Ximena, una estudiante de música, hicieron clic de manera inmediata, después de un par de citas se hicieron novios y él la presentó en su casa. Poco tiempo después le consiguió trabajo en la estación como corresponsal en los eventos musicales, mismos que ella aprovecharía para ampliar su círculo social e ir conociendo gente ligada a la industria con el fin de poder presentar un día su proyecto musical independiente y original.
Todo iba bien hasta que en una reunión ella invito a un amigo suyo a quien solo presentó como “El Patas’. Bien recibido por Nacho ya que tenía gustos musicales similares a los de él congeniaron bien, al pasar de las copas “El Patas” sacó un pase de cocaína que le ofreció a Nacho, él nunca en su vida había probado las drogas, pero lo convenció Ximena.
-¿A poco crees que “los bitles” eran inocentes palomitas? Ellos al igual que todas las bandas que admiramos lo hacían, un pase no te va a hacer daño, vamos.
Nacho accedió, dio el jalón, sintió ardor en su nariz, unos minutos después su humor comenzó a cambiar, su respiración era más rápida y se puso eufórico mientras sonaba “Paint It black” de los Stones.
Hacía las tres de la mañana, Nacho, Ximena y “El Patas” abandonaron la fiesta para continuar en casa de ella, más bebidas y más drogas, a las diez de la mañana Nacho despertó se lavó la cara y regreso a casa a dormir. Había sido una noche maravillosa aunque los efectos de la resaca ya hacían estragos.
Así fue sucediendo cada fin de semana, hasta que un día los padres de Nacho tuvieron que salir de la ciudad debido a que la abuela materna del jovén había enfermado y era imperativo ir a su pueblo a visitarla. Al ver que no habría nadie en casa. Nacho le hablo a Ximena.
-Amor, mis papás no están y podemos armar una fiesta aquí. Háblale a “Patas” y que se jale a la pandilla.
II
No supo exactamente que hora era despertó, antes de levantarse escuchó un ruido y sintió un dolor en la cabeza.
III
Unas horas después un agente del ministerio público estaba haciendo preguntas a su padre. Nacho se levantó del suelo, en el bolsillo de su pantalón sintió algo, se metió la mano y era una nota, con la letra de Ximena.
“Lo siento Nacho, tuve que hacer esto porque no hay otra opción para mí, gracias por los detalles y tú hospitalidad, siempre tuya Ximena.»
Sintió una punzada, se tocó la parte de atrás de su cabeza, sintió algo raro, observó su mano y tenía sangre, se levantó, mientras un agente gritó:
-¡Llamen a la ambulancia, está vivo!
Lo sentaron mientras su madre se acercaba.
-¿Qué pasó, ma?
Mientras su progenitora lo abrazó, -qué bueno que estás bien mi hijito- y le besaba la frente.
Nacho aún desconcertado le contestó que no entendía nada, en es momento llegó su papá diciendo.
-¡Nacho nos vaciaron la casa!
Unos ladrones se metieron, al parecer te golpearon y se llevaron todo.
En ese momento el joven entendió, volvió a pensar en la carta de Ximena. Lo había entendido todo.


