Recuerdos, recortes y pensamientos de sofá.

Por Marco Antonio Guerrero Hernández.

El despeje de X más dos es igual a Y…

No podía encontrar el resultado de la ecuación, sabía que me jugaba todo en el examen de matemáticas del día siguiente y me puse a repasar todo la noche anterior. Me dormí tarde pensando en que podría aprobar y salvar mi semestre.

Puse mi despertador y me levanté temprano, mi madre ya estaba levantada y preparando mi desayuno en lo que yo me daba una ducha.

Una vecina le recomendó darme pasas ya que según ella eran buenas para la memoria y me servirían para realizar el examen.

Bajé y lo primero que vi fue un plato con veinte pasas.

-Come hijo, me dijeron que las pasas en ayunas son muy buenas para la prueba de hoy.

Dijo mi madre.

Le hice caso, me las comí. La segunda parte de mi desayuno estaba integrada por un café, pan tostado untado con mantequilla y fruta con yogurt. Después de terminar me levanté y me fui a la escuela.

Abordé el autobús, a los diez minutos de trayecto sentí un pequeño dolor en el estómago, después fue  crujido, supe que algo no andaba bien, únicamente dure veinte minutos fuera de casa.

Las pasas fueron una pésima idea…

II

-No entiendo para qué enseñan tanta matemática profe, si uno no las ocupa, jamás he visto a mi mamá despejar una x para encontrar los mejores precios del mercado.

El profesor esbozo una sonrisa y me contestó de manera muy cOrtés:

-No es que las ocupes en un sentido práctico, de lo que se trata es de enseñarlos a pensar, a usar la lógica para resolver una situación de conflicto en la vida. Ya que estimula el pensamiento crítico y el ingenio.

Su respuesta me dejó callado.

Han pasado los años y entendí su idea. Pero hasta la fecha no he podido despejar una mugrosa x para que me ayude a gastar menos.

III

Después de leer a Bukowski y los poetas “beat” queriendo entender su naturaleza y escribir mejor, decidí alcoholizarme como si no hubiera un mañana, mis amigos y yo recorrimos  cada bar y cada cantina en el primer cuadro del centro histórico e histérico de la capital. Éramos un grupo de perdedores tratando de encontrarle sentido a la existencia. Después de participar en una riña campal nos curábamos en salud con una cerveza y unos tacos de tripa.

Los talleres de literatura ayudan a los despistados y a los seres rotos, a los espíritus extraviados; Nunca pudimos escribir como nuestros escritores favoritos, solo coleccionamos pedazos de nuestro ser que se caen a cada línea.

IV

“Esta ciudad huele a mierda” me decía una prima que vino de visita a la capital, ella vivía en Estados Unidos y sus padres la trajeron a conocer a nuestros abuelos.

Me tomé mi tiempo para contestarle y al fin pude articular una respuesta decente:

-Tienes razón, la cuidad huele a mierda y también huele a historia y a recuerdos, huele a café de la olla y a revolución, a cultura y gente cálida, huele a tierra mojada y a terremoto, a tacos con grasa y a cerveza rancia, huele a mi a mis padres y a mis abuelos a la historia de los vencidos que siguen luchando. Un día sabrás que los dólares no pueden comprender a una ciudad con alma.

V

Me senté en el sofá tratando de escribir algo, esta vida pesa y por momentos decepciona. Prendí un cigarro mientras pensaba en los “Poetas malditos” ¿Por qué los llaman así?

Su esencia reflejaba la decadencia de la humanidad ¿La condición humana es maldita en sí o solo es una moda utilizar una palabra para etiquetar a los que tratan de vivir fuera del “estatus quo”?

Ser marginal a veces es algo que cae bien, el suicidio social es un daño colateral que poco importa, la trascendencia lo es todo.

En este mundo hay tres tipos de personas:

Los que hacen que suceden las cosas.

Los que se quedan mirando.

Y los que preguntan ¿Qué pasó?

Prefiero ser de los primeros concluyó, está noche mi mirada arde y el whisky me sonríe, voy por mi cuaderno de apuntes y empezamos un relato más. Espero no perder la cordura y pienso en Ginsberg:

“Los poetas están malditos pero ven con los ojos de los ángeles”.

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