Por: Lenin Rojo Curiel
Para abarcarlo todo, somos crueles e imaginamos el caso del artista que nunca lo logra. Aquel que a pesar de su entrega, poca o mucha, no consigue conmovernos con su obra. Y este artista de muerte común, el que naufraga entre la complacencia y el amaño, entre la ilustración y los encargos de todo un poco. De repente Pinta.
Y si es indigente de la Gracia, el intento lo ennoblece. Incluso el de un necio intentar el asalto a la Luna. Y aunque fracase del todo en desdoblar su sueño y no nos contagie, ni siquiera logre entusiasmarnos, ese manco gesto apunta, en su falta, a una grandeza todavía más elocuente en su ausencia.
Cuando reconozco esa exigencia interior, aun en su falta, sigo viendo ya no la mano que señala a la Luna, tal vez un pie o una boca. Para pintar sus soles exaltados que luego devenían flores, Renoir se hacía amarrar los pinceles a sus deformes manos. PERO PINTA.
Durante una entrevista, Francis Bacon, señala que en la serie de cuadros que dedica al retrato del Papa, de Velázquez, trataba de conseguir esos increíbles tonos y variedades de rosa del interior de la boca, que él ha observado en unas fotografías.
El entrevistador parpadea asombrado y le hace notar que, en sus cuadros lo que aparece es una horrenda boca abierta, rellena de un abigarrado color negro, opaco y sucio.
El pintor replica:
Por eso es importante que siga intentándolo, y que lo pinte una y otra vez. Precisamente porque no lo he logrado… ¿no crees, querido?
La Tezcalera, Tepoztlán, Mor. Cuaxoxoco

