Mano de mortero y la función de lo irreal

Por Lenin Rojo Curiel

La mano busca en la materia las alegrías que la palabra no puede dar. En primer lugar el placer de la soledad que se habita, y, en ella, el hueco donde se trituran en silencio, los colores, los pigmentos y sus alianzas secretas con los aceites, el huevo, el agua y las resinas.

Se trata de un contento donde vienen a anidarse, para ser molidos, como sueños vivos, los cantos de los pájaros, flechas que hieren y ascienden para convertirse en imágenes.

Del contento de la mano que tritura esas materias surgen ensueños que ordenan, voluntariosos, perseguir las formas. Al padecer el cuadro desde la exploración íntima de la materia, los tiempos precisos, sus alianzas y repulsiones secretas, se comprende de a poco y no de una vez; que los pigmentos son representaciones simbólicas de la unión de las fuerzas de la tierra, del agua el aire y el fuego, es decir de los elementales alquímicos.

Se parte de una disgregación de la materia, del pigmento, para descubrir que las pasiones son las que se machacan; pues son ellas las únicas que alimentan la función de lo irreal.

Esa, que a sabiendas que sólo somos formas gesticulando en el gran silencio, intenta detener en esa inmensidad, algo, algo que puede sobrevivir al instante que se agota y desafiarlo, volviéndolo memoria.

Tepoztlán, Morelos, la Tezcalera.

17- XII-2024

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