Por Lenin Rojo C
El tiempo es el mejor pirata y construí una máquina para tocarte antes de saber que vivirías. Tiempo-jaguar que guarda cicatrices de oro en su cofre sin memoria. Pues el secreto son las intenciones robadas y los abismos sin sonrisa.
Encontré tu olor como una huella agazapada en la espesura.
Sombra desde donde adivino el tiempo que se va estrechando sobre un macho solitario de tu olor y de tu ausencia, y fui herido.
Aullido o risas de hienas en la distancia que se acorta.
Veo más de lo esperado, busco al fetiche mayor: la hembra en celo. Cierro los ojos y el olor me asombra y me ensombra.
Construyo tus rasgos uno por uno; un tobillo Ming, las rodillas perfectas acompañan el labrado de los muslos y las nalgas con hoyuelos, así se explica la justeza del torso y los címbalos en tus senos, la increíble ruta del cuello, los cisnes moteados y los ríos de tu pelo donde vienen a morir las estrellas: me arriesgo más y a sabiendas me embriago porque puedo olerte.
Estás ahí.
Huelo el miedo de las presas que has devorado, tus huellas frescas rielando en la noche imposible en que te busco.
Estás ahí, en alguna parte.
Aquí estuvo un jaguar hembra en celo y hambrienta y yo avanzo directo como el que no tiene miedo a los leones.
Sólo debo estar listo y en la huella adivinar el paso, ella regresará por su presa herida, siempre lo hace. Espero, y ya casi dormido algo me alerta- un miedo en las rodillas, un crujido en el cuello. Un olor inconfundible- y la veo aparecer.
En el corazón escucho la alerta del cuerpo, percibo la sangre que sale a trote y que lo impregna todo y la olfateo.
Me da un gruñido, no hay nada tan salvaje y sereno como sus ojos mirándome. Seguro saltará sobre mí; soy feliz.
Tepoztlán, Mor. 12/XI/2024.

