24 cuentos martes

Un día en que llegó la justicia

Por Marco Antonio Guerrero Hernández

-Aquí está, es todo lo que traigo.

-Pinches miserias cabrón. Dijo el policía aceptando el soborno.

Samuel se fue enojado porque el representante de la ley le había quitado todo el dinero que tenía para llegar a casa, los policías son delincuentes con placa, decía mientras ponía en marcha su auto.

II

Samuel llegó a casa de su madre molesto, pensando en cómo desquitarse del atraco del uniformado ya que le había quitado el dinero para terminar la quincena. Después de cenar se fue a su habitación puso un disco de música clásica y se quedó dormido.

Al día siguiente al encender su coche se dio cuenta de que tenía una falla que no pudo reparar y decidió ir al trabajo en transporte público, así que abordó el autobús. Llevaba buen tiempo a mitad del camino un tipo se subió a pedir dinero porque decía que su hijo estaba hospitalizado, levantó la mirada y se dio cuenta que era aquel policía que el día anterior lo había despojado de su dinero, no dijo nada, cuando el sujeto se bajó, Samuel también descendió de la unidad y fue tras él, le dio alcance y se abalanzó con un golpe en la cabeza.

-¡Ayer me robaste maldito policía!

Después de una serie de puñetazos el individuo se quedó tirado con la cara y la cabeza llena de sangre -ahora te toca perder-

En su desesperación Samuel no sólo lo golpeó, le extrajo todo el dinero que tenía, al ver en la cartera su identificación se dio cuenta de que en efecto era policía, así que inmediatamente se fue a presentar una denuncia. Ya no llegó a su trabajo.

Después de tres horas de espera fue atendido por una joven que recibió la queja de Samuel, la chica lo miró pero no le dio esperanzas ya que lamentablemente el uniformado estaba protegido por altos mandos de la corporación. La chica le apuntó un número telefónico y le dijo que la llamara a las seis y media de la tarde, hora en la que ella salía del trabajo ya que tenía información valiosa. Se llamaba Verónica.

Así lo hizo quedaron de verse en una cafetería lejana a la oficina policial.

Ahí Verónica le confesó que el tipo era un criminal hecho y derecho y era muy difícil hacer algo, unos años atrás ese hombre había golpeado a su madre en un operativo ya que la progenitora de ella vendía comida en la calle, cuando llegó un operativo y la echaron de su sitió con todo y puesto y la señora quedó incapacitada de por vida Ella intentó por todos los medios legales obtener justicia, sin poder hacer algo, así que por eso había ingresado como recepcionista en secretaria de seguridad, en espera de poder proceder desde adentro del sistema judicial. Así que le propuso a Samuel elaborar un plan para vengarse de aquel hombre.

III

El oficial de policía se presentó a la comisaría le dijo a su jefe que un hombre lo había golpeado pero que no hiciera nada, se encargaría de ese asunto él solo, mientras le ponía el cargador a su arma.

Al día siguiente y ya con un plan armado Verónica llegó a la oficina con un escote dejando entrever sus encantos, el tipo la miró con morbo y la invitó a salir, Verónica aceptó e hicieron la cita para el siguiente fin de semana y le aviso a Samuel que ya lo tenía todo listo. Era momento de la venganza.

IV

-¡Yo sé quién eres cabrón y no te la vas a acabar! Decía el policía que estaba atado y gritaba.

A lo que Samuel contesto:

-Grita lo que quieras, aquí nadie te va a escuchar.

Lo habían llevado a un lote abandonado, Verónica hizo su trabajo bien y después de seducirlo lo durmió con cloroformo y se lo llevaron en la cajuela del auto de Samuel. Ella tenía miedo pero él le dijo que pensará en su madre y en todo lo mal que la había pasado entre hospitales y denuncias no atendidas. Eso la motivó a completar la misión la justicia tenía que ser contundente y expedita cuando la ley es retorcida por la corrupción.

Lo amarraron y Samuel lo golpeó con furia, estaba a punto de asesinarlo pero ella en un acto que parecía de debilidad le dijo a Samuel que se detuviera, ella tenía otro plan.

– Vamos a dejarlo vivo pero incapacitado igual que mi madre.

– Así es maldito, tú en un acto de brutalidad dejaste a mi madre sin caminar, le pegaste en la cabeza y en la nuca, una lesión en las cervicales y jamás volvió a caminar. Ahora te toca a ti.

Verónica le tapó la boca con cinta adhesiva, acto seguido tomó un martillo y le comenzó a golpear en la espalda y la columna, el crujido de los huesos se escuchaba con cada golpe, ella estaba fuera de si, Samuel la detuvo, le quitó el martillo y lo siguió golpeando, el policía se desmayo.

Cuando despertó trato de moverse pero le fue inútil, estaba desnudo y en su pecho habían grabado con un cuchillo: “Esto me pasó porque soy un criminal”.

Samuel y Verónica enviaron un expediente a la corporación policiaca, mismo que dieron a una reportera para que lo hiciera público. En el noticiero estelar la nota fue dada y a pesar de que el oficial denunció a Verónica y Samuel, la bomba explotó después de salir exhibidos en televisión nacional. El alto mando que protegía al uniformado fue presionado para presentar su renuncia al cargo, miles de preguntas y más investigaciones, auditorías a cada expediente del último año.

Samuel y Verónica se escondieron y con ayuda de sus familiares ambos pudieron huir a los Estados Unidos. Al policía lo dejaron solo, lisiado en un hospital público. Cuando el sistema no ayuda la justicia exige medios, sólo que muchas veces lo mejor es permanecer en silencio…

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