Una lejana amistad

Por Marco Antonio Guerrero Hernández

A las ocho treinta de la mañana Octavio llegó al edificio, era su primer día de trabajo. Se sentía nervioso, el joven recién graduado de la universidad se presentó a la entrevista, aprobó los exámenes. Entre los candidatos a ocupar el puesto de asistente gerencial, él demostró ser el más apto.

Se puso un traje azul marino, camisa blanca y corbata color vino, zapatos negros, se acomodó el reloj y salió de su casa. Abordó un taxi, después de una hora entre el tráfico de la ciudad por fin pudo llegar. Era un edificio de catorce pisos, el inicio de su vida laboral con un montón de sueños por delante. Se registró en la recepción. Le indicaron el camino hacia el ascensor. Piso diez ahí lo recibió su jefe, le presentó al equipo de personas con las que trabajaría, lo acomodaron en un cubículo con escritorio, una computadora y un teléfono. Encendió el ordenador, el gerente mando a una persona que le daría los pormenores de su puesto. Octavio estaba contento. Se puso cómodo, colgó su saco en la silla y recibió la instrucción necesaria

Hacia la una de la tarde le comentaron que era la hora de la comida, muchos llevaban loncheras, pero al ser su primer día, el no llevaba alimentos, la secretaria le recomendó una pequeña fonda, misma a la que fue después de comer se levantó miró su reloj, le quedaban quince minutos para regresar a su actividad. Salió del lugar y se encamino al edificio. Antes de ingresar lo detuvo un anciano que le preguntó la hora, la una cincuenta de la tarde y aquella persona le dijo que no regresara a ese lugar, era la hora de la muerte y rezó una oración,  Octavio quiso avanzar y el viejo lo jaló del brazo y le gritó:

“He visto este lugar, te vi a ti entre los escombros, no vayas lo que verás será lo último que mires”

Octavio se quiso soltar pero el anciano era fuerte y no jaló al extremo contrario.

-¡A él lo abandoné, a ti no!

-¡Quíteme las manos de encima o le habló a un policía! ¿Qué le pasa anciano?

Era un señor de tez morena, de mediana estatura, con el cabello blanco y una cicatriz en la mano derecha, Octavio lo notó al momento de que le sujeto la mano

Cuando se liberó del brazo del anciano se escuchó un estruendo, sintió un mareo o lo que él pensó que era un mareo ya que sintió como el piso se movía, cayó aturdido por el ruido, se quedó en el piso por unos segundos, cuando pudo levantarse vio a un montón de gente que corría para un lado y para otro, personas gritando y a lo lejos se escuchaban sirenas, buscó al anciano con la vista pero lo único que pudo distinguir fue a una multitud entre gritos de espanto busco con la mirada al anciano y no lo vio, durante los días posteriores preguntó por él y no encontró respuestas, nadie lo conocía.

Los peritajes determinaron que el edificio había colapsado debido a una fuga de gas y un corto circuito a causa de la falta de mantenimiento a la red eléctrica, eso trajo como consecuencia una explosión y una fractura estructural del edificio, mismo que colapso y cayó en pedazos.

II

Alberto era un joven recién llegado a la cuidad, casado y con su mujer esperando a su primer hijo, salió de su pueblo con la idea de un mejor porvenir al no tener estudios y no poder hallar un buen trabajo se puso a bolear zapatos afuera de un edificio, ahí entre gente de corbata y ejecutivos de altos vuelos conoció a Germán, un muchacho que trabajaba como mensajero al que le limpiaba los zapatos todas las mañanas, se hicieron amigos y Germán lo ayudó a encontrar un puesto como afanador en el edificio, la amistad se hizo más fuerte y al cabo de unos años el joven mensajero terminó sus estudios, con lo que pudo acceder a una mejor posición en la empresa, al subir de puesto nunca se olvidó de su buen amigo “Betito”

Con quien hablo e impulsó, ya que Alberto le había platicado las carencias con las que vivía cuando estaba en su pueblo, así que al ocupar el puesto de gerente gestionó con la empresa una beca de estudios para Alberto, que apenas sabía leer y escribir quien entusiasmado aceptó la asistencia motivado por su esposa y su pequeño para darles una mejor vida y fue promovido y de ser el afanador logró llegar a un puesto de oficina, sus maneras pronto cambiaron, refinó sus modales y se adaptó a su nueva vida. Su vínculo con Germán se hacía más sólido, él se casó y tuvo a su primer hijo a quien le puso por nombre Octavio.

III

Un día en la oficina Germán y Alberto discutieron debido a que el primero fue designado director de operaciones en la empresa y al nombrar a su nuevo equipo de trabajo no incluyó a Beto que se quejó diciendo que se le habían subido los humos y que no lo consideraba por quedar bien con los “patrones” debido a su origen humilde. Germán trató de explicarle que el motivo no era ese, más bien Alberto no podría soportar la enorme presión de un trabajo como ese. A poco estuvieron de llegar los golpes, eso derivó en la renuncia de Alberto y la disolución de amistad.

Sin saberlo un enemigo silencioso se apoderó de la salud de Germán, dolores de estómago frecuentes, náuseas y mareos constantes pero Germán pensó que era parte de la presión y la demanda que exigía dirigir una empresa así que le hizo poco caso a su malestar.

Alberto se marchó a buscar un nuevo empleo para dejar atrás esa etapa, inició en otra empresa que era competencia directa de Germán, con sus estudios de prepa se lanzó por una gerencia, pero tal como lo había visto su antiguo amigo, el puesto fue demasiado para él y optó por dejarlo a los pocos meses, ahí entendió que lo que le decía Germán era cierto, era una posición muy demandante que le exigía pasar menos tiempo con su familia, estar muchos días de mal humor buscando soluciones con las que nadie quedaba contento. Dos años después y aceptando su falla, fue a buscar a Germán para pedirle perdón.

Fue a su casa y lo que encontró fue una sorpresa que lo lleno de una enorme tristeza.

Germán había sido diagnosticado con cáncer estomacal, dos años entre cirugías y quimioterapia lo habían postrado en una cama, estaba flaco, demacrado y sin cabello, con la mirada apagada y el rostro pálido. Alberto se arrepintió de haber abandonado a su amigo. Después de una charla hubo una reconciliación, ya tardía porque a Germán sólo le quedaba un mes de vida. Alberto nunca pudo perdonarse así mismo ya que cuando la ambición corroe hay gente capaz de malbaratar las intenciones más puras de ayudar a alguien.

El tiempo pasó Alberto tuvo dos hijos más, envejeció y se retiró, cuando la vejez lo alcanzó regreso al pueblo que lo vio nacer y ahí termino sus días. Consumido por la culpa.

IV

Octavio creció en una familia acomodada, su abuelo había sido director de aquella empresa en la cual el iniciaba su vida laboral.

Su padre siempre le habló de Germán, a quien describía como un hombre generoso y muy leal, un ejemplo a seguir.

Motivado por eso decidió estudiar negocios internacionales para un día ser como su abuelito.

El polvo se levantó y Octavio pudo salir con vida de aquel sismo, le contó a sus papás. El padre de Octavio se quedó intrigado por saber quién había salvado a su hijo,  así que le pidió una descripción física o al menos lo que podía recordar, con los pocos detalles algo le resultó familiar ya que Germán le había contado antes de morir que había tenido un gran amigo llamado Alberto. Le llamó la atención el detalle de la cicatriz en la mano ya que el amigo de su padre se había hecho una cortada profunda en la mano con una oz mientras cortaba milpas en su pueblo.

Recordó que tenían en casa un álbum de fotografías y empezó a buscar, ahí volvió a ver las imágenes de un Germán joven, fuerte y bien vestido, levantando trofeos deportivos o mostrando diplomas, hojeo todo sin encontrar lo que hallaba, también encontró una agenda llena registros con un montón de números telefónicos, direcciones y anotaciones a puño y letra, de pronto vio caer una fotografía al piso, estaba algo arrugada y amarillenta, la levantó, la observó al detalle, su padre junto a un hombre que aparentaba la edad de Germán. Se la llevó a Octavio y ambos la observaron.

El joven no dudo un instante en reconocer al acompañante de su abuelo, soltó un sollozó diciendo:

-¡Este señor fue el que me salvó la vida! Mientras ponía el dedo en la foto de Alberto.

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