Por Marco Antonio Guerrero Hernández
Román siempre quiso ser futbolista profesional. Desde que nació sus padres lo rodearon de pelotas, a los tres años ya empezaba a patear sus primeros balones, su madre le tenía uniformes deportivos y su padre lo llevaba a los estadios, al terminar los partidos buscaba bajar al terreno de juego para tomarse fotos al lado de los protagonistas del encuentro.
Cuando cumplió los diez su papá lo inscribió en la academia de su equipo favorito y a veces lo llevaba los fines de semana como recogedor de balones durante los encuentros. Román soñaba con ser grande y un día ser la estrella del equipo, firmar autógrafos y dar entrevistas a los medios de comunicación. María su madre se esforzaba trabajando en un empresa de paquetería y envíos para procurarle una formación académica respetable porque decía que no todo en el mundo se trataba del fútbol, necesitaba un plan alternativo para tener un respaldo, cosa que el niño entendió perfectamente, no descuidó sus estudios. Al cabo de unos años obtuvo su pase a la universidad para estudiar administración de empresas, con la intención de formar una compañía y mantener a sus padres a la par de lograr sus metas como deportista.
Sus esfuerzos darían frutos ya que fue observado y tomado en cuenta para una selección con límite de edad. Su primer logro, ya que le había sido difícil porque él jugaba como defensor central y la mayoría de los cazadores de talento buscaban delanteros o jugadores con vocación ofensiva, Román admiraba el trabajo de los defensas, tenía su habitación llena de posters de jugadores de la selección de Italia, ya que tenía una fascinación por el juego áspero, de carácter, decía que las filigranas ganaban partidos, pero que saber impedirlas hacia campeones.
Después de ganar la liga juvenil recibió la convocatoria para integrar la selección que iría a las olimpiadas, se alzó como el baluarte de su equipo al evitar un gol y dar una asistencia para que la selección clasificara a la justa veraniega.
El debut llegó, su meta era poder conquistar la medalla de oro. Después de un enfrentamiento ríspido el equipo logró la victoria.
El segundo encuentro se ganó con facilidad y en el último, contra una selección africana se jugarían el primer lugar del grupo.
En una jugada que se pudo resolver sin problemas a Román se le atoró el pie en el campo y su rodilla giro a trescientos sesenta grados, él escuchó un crujido y gritó con un rictus de dolor, se desplomó. Los servicios médicos lo retiraron del campo de inmediato para ir al hospital, después de una resonancia magnética el diagnóstico fue contundente, rotura de ligamentos, rótula desgarrada y meniscos triturados. La suerte estaba echada. El sueño de Román había terminado. Lo sometieron a cinco cirugías, ya únicamente para volverlo a poner en pie, pues jamás volvería a correr siquiera, sus padres estuvieron con él durante todo el proceso, terminó su carrera de administración y se graduó.
A veces el destino te lleva a las personas menos adecuadas, en el proceso de recuperación conoció a Mayra y Martín un matrimonio que sobrevivió a un accidente de autos.
Se hicieron amigos y ya cuando Román salió en muletas se mudó a vivir con el matrimonio.
Ahí se enteró que Martín era dealer y Mayra sabía los procesos para elaborar drogas. Él utilizó sus conocimientos universitarios para desarrollar esa empresa criminal, ahí tuvo su primera experiencia con las drogas duras, a la par de sus coqueteos con Mayra que no tardarían en rendir frutos, cosa que Martín consintió. Siguieron muchas noches de juerga y Román sentía que había encontrado su lugar en el mundo. Sin darse cuenta de que se estaba hundiendo en una espiral de excesos.
Una noche mientras estaba bajo los efectos de un psicotrópico recibió una noticia devastadora. Sus padres murieron durante un paseo familiar, el camión que los llevaba chocó en la carretera y todos los pasajeros murieron. El día del funeral Román se presentó en estado etílico, no lo podía soportar, después de perder su sueño, ahora perdía a las dos personas más importantes de su vida.
Este acontecimiento lo llevaría a seguir explorando el lado más oscuro de su ser. Tratando de bloquear el dolor se refugió en el consumo de heroína acompañado de sus cómplices. Un día después de una disputa por el control de sus relaciones con el matrimonio, le pegó a Mayra y Martín lo echó de su casa. Román fue a parar a un lugar inhóspito, conocido como “el matadero” un lugar en donde los adictos van a recibir dosis de heroína. Una ventana al frente donde los consumidores pagan por su dosis, les abren la puerta de un cuarto y ahí un tipo les aplica el enervante por medio de una inyección.
Después de recibir su dosis se quedó dormido. Al despertar vio su ropa manchada de sangre, sucedió lo inesperado, algún tipo había abusado de él, así que se levantó y se marchó de ahí para quedarse dormido debajo de un puente.
A la mañana siguiente se puso a caminar. Al verse sin dinero y con síndrome de abstinencia asaltó a algunas personas, el dinero que obtuvo no era suficiente, solo le alcanzó para comprar solvente y una estopa. Así estuvo rodando por la cuidad unos meses, hasta que al fin fue rescatado por paramédicos al borde de un canal de aguas negras. Lo llevaron al hospital y fue canalizado a una clínica de la beneficencia pública para tratar su adicción y los males derivados de esta. Cuando lo recibieron tenía el cabello largo y lleno de piojos, padecía sífilis y problemas hepáticos, no le daban buenos pronósticos de vida.
La trabajadora social inició una investigación a fondo para averiguar de dónde venía este hombre. Sintió pena por él, debido a que ella de nombre Laura había perdido un hijo en el mundo de las drogas, así dio con el paradero de sus familiares, pero estos se negaron a recibirlo, Laura entonces tomó la decisión de llevarlo a su casa, le dio de comer y lo ayudó pero lo corrió porque lo sorprendió robando dinero y objetos de valor para obtener drogas.
Tres meses después lo volvió a encontrar comiendo desperdicios de un bote de basura cerca de la clínica donde estaba ella, algunas personas son fuente inagotable de bondad, así que lo llevó de regreso a las clínica en donde se quedó internado durante casi un año, al salir Laura le consiguió un cuarto en renta cerca de donde ella vivía, le llevaba de comer y platicaba mucho con él cada fin de semana que lo iba a visitar, Román, al sentir nuevamente el calor familiar dejó las drogas y se puso a trabajar, con ayuda de Laura retomó su carrera universitaria, pudo colocarse en una empresa de reciclaje de papel, para un hombre con tantos demonios dentro es muy complicado salir del infierno. En un descuido se salió a la calle y se perdió. Laura al enterarse movió todos sus recursos para encontrarlo, un mes después su cuerpo fue hallado en la orilla de una barranca, con las muñecas cortadas. Suicidio indicó la autopsia. Laura desconsolada organizo un funeral y le dieron sepultura, él había sido el hijo que ella no pudo tener y como tal le dio una despedida.
Un tiempo después Laura superó su duelo, se dio cuenta de que aún tenía voluntad altruista y decidió volver a la escuela, misma que dejó cuando se embarazo. Se graduó en psicología y logró sacar a muchos jóvenes del ambiente de las drogas. Y todos los años pone en su ofrenda de muertos una playera y un balón de fútbol para que Román juegue allá en el cielo…


