Por Marco Antonio Guerrero Hernández
El marcador iba uno a cero, la gente en el estadio no paraba de gritar alentando a su equipo. Era el partido más importante del año. La rivalidad clásica del fútbol. Litros de cerveza corrían por todo el estadio.
Una jugada mal marcada empezó la bronca dentro de la cancha, en las gradas la gente se quedó mirando y arengando a ambos equipos. El árbitro y los entrenadores trataban de calmar a los jugadores y el sonido local le pedía a los asistentes tranquilidad.
En el punto más álgido de la bronca la tierra se sacudió. La gente empezó a invadir el campo. Nadie lo advirtió, las lámparas del estadio se movían de un lado a otro y las autoridades empezaron a organizar la evacuación del inmueble de forma inmediata. El pánico se hizo presente en el público, niños llorando y mujeres al borde de la histeria, la multitud empezó a correr despavorida, las gradas crujieron; de pronto se vio caer una de las plateas. El miedo se dispersó como el polvo de las estructuras.
Un señor que trataba de apurar a su familia para llegar a la salida se tropezó al intentar levantarse, una gran viga cayó sobre él, algunos miraban incrédulos. Eso aceleró la estampida. Un grupo de gente llegó a la puerta del estadio buscando a toda costa huir, pero las puertas estaban atascadas.
El temblor había pasado ya, pero el miedo persistía, las posibilidades de salir con vida eran ya muy pocas.
Ese estadio era el más viejo del país, la negligencia y la falta de mantenimiento lo tenían en pésimas condiciones. Había dejado de ser un lugar seguro.
Se percibió un olor a gas. Nadie supo que sucedió pero se liberó una chispa y se escuchó una explosión, eso propagó más el miedo. La gente de atrás empujando a los demás para poder salir, las personas que estaban frente a las puertas empezaron a caer, un grupo de animación tomó tubos y otros a mano limpia pudieron destrabar la puerta, liberando ese acceso que era el único que no estaba obstruido. Entre empujones la gente corría buscando huir de ahí, los que cayeron ya no reaccionaron, así que los demás empezaron a pisotear los cuerpos. Había sangre en el suelo y eso generó muchos resbalones y más gente caída.
Un señor corrió vuelto una antorcha humana, cosa que incrementó el miedo y generó más caos. Ahí el color del equipo dejó de trascender Sobrevivir era el reto más importante. Siete minutos después se pudo abrir la segunda puerta y los asistentes corrieron hacia allá. Dejando algunos cuerpos atrás. El olor a carne quemada invadía ese espacio.
Los escuadrones de rescate llegaron en cuatro camiones llenos de herramientas, rodearon las salidas, una a una derribaron las puertas entre polvo y fuego. Un bombero salía con dos niños cargando. Nadie se preocupó por los cuerpos magullados que quedaron aplastados en el suelo.
Era el mes de septiembre y se jugaba el partido del orgullo. Que se convirtió en el juego por salvar la vida.
Veinte mil asistentes con boleto pagado habían llenado las gradas. Nadie se imaginó que para algunos sería su último juego.
Las ambulancias se llenaron pronto de heridos. Los bomberos y los binomios caninos se hicieron presentes para rescatar los cuerpos de los fallecidos.
La alegría de un evento deportivo fue cambiaba por el terror de sentir la tierra moverse.
La alerta sísmica había fallado, eso en un inmueble de tal capacidad es un error mortal.
El resultado del encuentro fue lo de menos. De aquel estadio histórico habían quedado ruinas, aquel día murieron también algunos jugadores.
Unos meses después tras evadir demandas penales por falta de mantenimiento ese “templo” del deporte fue reabierto entre acusaciones de corrupción. El partido que había quedado pendiente por terminar se estaba llevando a cabo. Ambos equipos acordaron en jugar treinta minutos suplementarios, que se llevaron a cabo con los sobrevivientes de aquella noche.
El resultado prevaleció: uno a cero, después del pitazo final todos salieron de ahí.
Cuentan los vecinos que algunas noches aún se pueden escuchar los gritos de la gente que murió atrapada y otros más que aun en la muerte apoyan a su equipo.


