cuentos martes

Ciega justicia II

Por Marco Antonio Guerrero Hernández

“Ratero apuñalado, el terror de los vecinos fue encontrado con múltiples golpes y con lesiones en ambos ojos, nadie escuchó ruidos o vio algo. Los parámedicos señalan que ha perdido la vista.

Jaime sonríe y dice en voz alta:

“Ciega justicia”.

II

Unas semanas antes del asalto Jaime había llevado a su madre al médico, doña Maura se quejaba de un intenso dolor de cabeza, el doctor pidió estudios y al tenerlos en mano dio el diagnóstico. La madre del muchacho tenía un aneurisma cerebral, así que recomendó reposo, rigurosos cuidados y un par de medicamentos para bajar la inflamación cerebral que era la causa del dolor. Y le informó que tenía que conseguir las medicinas lo más pronto posible ya que si su mamá tenía alguna impresión fuerte el aneurisma podría reventar, generar un derrame cerebral y tenía el riesgo de morir o quedar en estado vegetativo.

Jaime tuvo que dejar la escuela y hacer horas extras en el trabajo para juntar el dinero y poder comprar lo necesario. Él era el único que cuidaba de doña Maura ya que sus dos hermanas se habían casado y sus esposos se las llevaron a  probar suerte a Estados Unidos.

III

-“¡Hijo no lo mates!”

Era la suplica de su madre. Antes de morir Doña Maura le había prometido a Jaime que siempre estaría con él. Que cuando sintiera tristeza o angustia pensará en ella y ella estaría ahí. En ese momento el joven poseído por la ira y la desesperación seguía golpeando al ladrón. La sangre del maleante salpicaba su ropa y su rostro.

IV

Doña Maura esperaba a su hijo que llegaba de trabajar eran las once y media de la noche y la señora estaba preocupada  ya que su hijo siempre llegaba a las nueve treinta. Horas antes había llamado a su casa muy contento porque le habían pagado las horas extras y su jefe lo había tomado en cuenta para un ascenso;  tenía el dinero para conseguir los medicamentos para el tratamiento de su madre, le avisó que tardaría una media hora más en llegar a casa porque a diez minutos de su trabajo había encontrado una farmacia que abría las veinticuatro horas y pasaría por las medicinas.

Se bajó del autobús y camino un par de calles. En la esquina de la farmacia se espero para cruzar la calle; ahí fue donde lo sorprendió el asaltante.

Era la media noche y la señora Maura sintió una opresión en el pecho mientras miraba el reloj de pared en la cocina de su casa.  Por fin escuchó la puerta y vio a su hijo entrar.

-¡Nos chingaron mamá, nos chingaron!

-¿Qué pasó hijo?

-Me asaltaron jefa y me quitaron todo, todo el dinero para tu medicina, me quedé sin nada.

Lloraba Jaime desconsolado mientras un hilo de sangre le recorría el rostro. Al ver la herida en la frente fue por un paño que humedeció para limpiar la sangre y las lágrimas de Jaime y lo consoló diciéndole que  conseguirían el dinero y que no se angustiara. La mañana siguiente fue a ver a su comadre que era prestamista. Ella negó el favor. Jaime trató de buscar un crédito en el banco, pero la falta de un documento oficial impidió que el banco le ayudará, también habló con su jefe para explicarle lo sucedido y ver si le podían adelantar el pago de la siguiente quincena, eso tampoco fue posible. El muchacho lloraba, su madre le dijo que siempre estaría con él.

-Eres mi luz mami si te vas estaré ciego y solo, la mujer lo abrazó para reconfortarlo.

Con el paso de los días la mamá de Jaime comenzó a sentir nuevamente los dolores de cabeza, una mañana mientras le preparaba el desayuno a Jaime se desmayó en la cocina. El joven se levantó de su silla para tratar de ayudarla. Llamó a su vecino que era taxista. Inconsciente la cargó para meterla al carro y llevarla al médico. La ingresaron de emergencia, Jaime tuvo que esperar afuera. Veinte minutos después salió el médico, que había sido el mismo que solicitó los medicamentos.

Con la frialdad que tienen los galenos le dijo al joven:

-Lo siento mucho, tu madre ha fallecido.

¿Por qué? Preguntó Jaime. El médico le explicó la gravedad de su estado de salud y por tal motivo era de gran importancia conseguir los fármacos prescritos.

El muchacho sintió un hueco en el pecho y lloró al darse cuenta que aquella noche el ladrón la había condenado a muerte. Le entregaron el cuerpo de su madre. Hizo el funeral correspondiente con el dinero que sus compañeros de trabajo le habían cooperado y un préstamo que le hizo la comadre.

-Yo te ayudo “mijo” pero me los vas a tener que regresar pronto porque es el dinero que tengo que entregar de las tandas.

Días después regresó al trabajo, doña Maura era la luz de Jaime. Se había apagado, sólo alguien que ha perdido a su madre sabe que peso se convierte en una forma de ceguera. Se sentía ciego.

V

Después de rociar la cara del maleante con el gas pimienta Jaime vio caer al ladrón y comenzó a golpearlo. Pensaba que en la forma en la que su mamá había fallecido una parte de él también había muerto. Lo golpeaba al tiempo que lo maldecía. El ladrón pedía clemencia, eso hizo enojar más a Jaime que tomó su navaja para matarlo, al escuchar la voz de su madre pensó en que él ya no tenía luz en su vida. Así que le pico los ojos con la navaja.

-Me has dejado ciego, te regresó el dolor, nunca volverás a ver a ninguno de tus seres queridos. Quédate como yo hijo de puta, vivo pero ciego.

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