Por: Julieta E. Libera Blas.
Ciudad de tonos grises y rojizos…
Octavio Paz.
Queridos lectores y ambles lectoras.
Como un manto que cubre el pasado, cual tierra mojada lo que antes un día fue, ella recibe nuestras pisadas. Ella recibe desde danzantes hasta campesinos; mujeres que luchan, que buscan sin encontrar, sepultan y dan bríos a una esperanza pero también gritan exigiendo ser eco y cargan el desazón de lo que no se comprende sin tener consuelo porque en sus corazones tienen un sepulcro. Hombres que se reúnen en uno solo, caminan y se detienen, marchan. Ahí la milicia alrededor de ella rindiendo honores; otros apoyan las plantas de los pies, los que nunca se detienen aferrándose a su tierra y a su trabajo, que viven al día y aman para toda la vida.
Vaivén constante de almas que desde hace siglos y siglos la cruzan para trasladarse a las distintas calles, callejones y avenidas de esta ciudad que cada día clama su renacimiento. Ella también es guía y vigía: ahí descansa en su asta el lábaro patrio, estoico y perpetuo, bello pero también desconsolado y herido. Si las calles del Centro de la Ciudad atesoran nuestras historias, ella, ¿qué secretos guardará? ¿Cuántas historias tiene por contar? Como no tiene una voz nosotros somos su voz en cada levantamiento, recibimiento, marcha, conciertos, festejos, ferias, exposiciones, huelgas y demás. Nos recibe desde su centro hasta sus cuatro esquinas nuestra querida Plaza de la Constitución, nuestro Zócalo…
Una tarde de cualquier tarde en familia caminábamos sobre esta hermosa Plaza cuando vimos que se abría La puerta Mariana, puerta principal de Palacio Nacional. Justo eran las seis de la tarde y era el momento indicado para que fuéramos testigos –como tantas veces ya lo habíamos sido– de mirar con embeleso la arriada de la bandera. La ceremonia la llevan a cabo ocho soldados quienes con sumo respeto protege a nuestra bandera para que ésta no roce ni por error el suelo. Entre el redoble de tambores y el toque solemne de la trompeta, la ceremonia nos envuelve como espectadores mientras nos acompaña un nudo en la garganta. Es inevitable sentir esta emoción pero es así, el amor que se siente por nuestra tierra es infinito y el respeto hacia la bandera nacional es único y también irrepetible. Y ahí estamos mirando el espectáculo, todos somos silencio e imágenes que no se desvanecen tan rápido de la memoria.
En ese tiempo mi hermano soñaba con pertenecer al Ejercito. Su amor y respeto hacia estas ceremonias y eventos, incluidas el desfile militar era enorme. Cada 16 de septiembre por encima del cielo que cubre nuestra casa pasan aún los aviones militares; los miramos cruzar el cielo con entusiasmo, y adivino pensar cuál es su destino.
La historia de la Plaza de la Constitución en breve.
En este lugar se encontraba el recinto sagrado de Tenochtitlán. En la época virreinal fue conocida como Plaza de las Armas, actualmente conocida como Zócalo o Primer Cuadro. En épocas anteriores la Plaza Mayor acogió a los comerciantes indígenas donde bajo parasoles de petate y en tendejones de carrizo se vendía todo tipo de mercancía. Por cierto muy cercanos a la picota que servía para ajusticiar a los delincuentes.
El virrey Revillagigedo mandó a que se construyera la plaza con piedra y atarejas para dar un piso adecuado a los habitantes de la ciudad ya que sólo era tierra y su estado era deplorable, misma que se encharcaba en épocas de lluvia debido a los desechos de basura. Tal pareciera que nada cambia en siglos, lo malo es cuando el agua busca su cause natural, el recuerdo de aquella agua dulce de los canales inunda calles y casas, solo que ya no es agua dulce, ni limpia, mucho menos potable.
Durante la construcción de la Plaza, el día 13 de Agosto de 1790 fue descubierto un monolito de piedra: La Coatlicue, en ese mismo año pero el 17 de diciembre se halla a unos metros el Calendario Azteca o La piedra de Sol. Estas “piedras” fueron descubiertas en dichos lugares no porque hayan correspondido a ese sitio sino se cree que fueron trasladadas ahí por los mismos pobladores para protegerlas de los conquistadores y algunos grupos aliados al sostener múltiples afrentas con ellos. En 1791 en la parte nororiente se descubre La piedra de sacrificio o piedra de Tizoc que se encuentra actualmente como las anteriores en el Museo Nacional de Antropología e Historia.
La piedra de Sol fue ubicada en la fachada poniente de la Catedral y la Coatlicue en el edificio de la Universidad, pero fue vuelta a sepultar al darse cuenta que cierta población indígena se presentaba en el lugar para continuar adorándola; para evitar revueltas ésta se volvió a reencontrar con la oscuridad mas no con el olvido, todo o casi todo vuelve a su cause, a su origen.
La Plaza de la Constitución en su andar en la historia a albergado también mercados, uno de los más importantes fue El Parian inaugurado en 1703; su construcción fue debido a una revuelta social que denunciaba los malos tratos que se daban a los indígenas, la alza de los precios del maíz y la prohibición del pulque. Este mercado era exclusivo para gente adinerada pues sus productos eran de alta calidad venidos de Filipinas y otros países asiáticos. Como ocurre con frecuencia, afuera del Parián se encontraba El Baratillo que era un mercado para los menos afortunados, los de estratos bajos. El Parián dejó de existir en 1828 por un motín donde fue dañado y saqueado lo que provocó que muchos de los comerciantes se cambiaran a la que hoy se conoce como Calle Madero pero con precios más accesibles. Antonio López de Santa Anna lo manda a demoler en 1842 e invita a un concurso para embellecer dicha Plaza con un monumento para conmemorar la Independencia. Este concurso lo ganó el arquitecto Lorenzo de la Hidalga el cual mandó a construir la base y el zócalo, desgraciadamente jamás se llevó acabo dicho proyecto debido a la renuncia de Antonio López de Santa Anna. Y ahí se quedó abandonado… como tantos otros proyectos.
De este Zócalo suspendido en el tiempo y no realizado se adopta el nombre informal de la Plaza de la Constitución, haciéndose cotidiano decir: “¡Nos vemos en el zócalo!” y sobre todo saber que es llamada así dicha plaza por la constitución de Cádiz ya que en 1808 España fue invadida por Francia; los españoles se levantaron en armas al ver la incapacidad de su gobierno por defender su tierra, su libertad. Con esto provocaron cambiar algunas leyes de su constitución.
Damos un salto hasta la participación en nuestra historia a Maximiliano de Habsburgo.
Ya estando en el poder decidió continuar con el proyecto abandonado de Santa Anna. Así que en ese momento esa plaza se convirtió en un fabuloso jardín con toque europeo. Se colocaron bancas, jardineras llenas de flores encantadoras, árboles como los fresnos y álamos. Tiempo después también se le dio paso a la presencia de un kiosco con el mismo tono europeo.
La época porfirista se encargó de darle otro estilo pero ya con alumbrado público y tranvías. Los árboles fueron respetados en su totalidad hasta el año 1914 cuando el ingeniero Pani se encargó de la nueva remodelación. Mandó a derribar algunos de los árboles que se encontraban en dicho lugar dejando sólo unos cuantos para que se pudieran admirar sus bellísimas e icónicas construcciones. Los árboles se mantuvieron hasta 1958, pero durante la transición de gobierno de Adolfo Ruiz Cortines y Adolfo López Mateos nuestra querida o no admirada Plaza se quedó sin árboles, sin jardineras, sin flores, sin nada estético para convertirse en lo que hoy conocemos.
Fue hasta el 2017 cuando se renueva esta Plaza debido al deterioro en el que se encontraba. Se le dio un nuevo aspecto pero sobretodo un lugar digno para los que cruzan día a día este Zócalo lleno de historia y de belleza, de secretos y de restos que tal vez nunca serán descubiertos por falta de presupuesto o de interés.
Sitio de descubrimientos
Cada hallazgo es causante de dicha ¿Por qué? Porque se encuentra una parte de la historia de este país, de nuestros antepasados. Nunca se deja de descubrir y de admirar.
Si ustedes se ubican justo en medio de la Plaza se encuentran del lado oriente el Palacio Nacional en donde fuera el Palacio de Moctezuma. Al norte la Catedral y del Sagrario Metropolitano. Al sur, los edificios gemelos: el antiguo Ayuntamiento, hoy sede del Gobierno de la Ciudad de México. Al poniente de la Catedral, el Monte de Piedad. Al sureste de la plaza, la Suprema Corte de Justicia. Al oriente edificios comerciales como el Portal de Mercaderes, hoteles y oficinas administrativas. En la esquina noreste el Museo del Templo Mayor, la Plaza Gamio y la estación Zócalo del metro. La plaza cuenta con 46,800 metros cuadrados y 240 metros por lado.
Un Zócalo que se desborda de algarabía cuando nos estrecha al pisar y dejar huella en cada paso. Un lugar que ha visto la belleza del festejo cada 15 de septiembre entre el bullicio y el aroma a buñuelos recién hechos, entre la explosión de los fuegos artificiales creándonos la esperanza de una lucha que no tiene descanso para seguir en libertad y festejarla con nuestras familias y amistades. Recibe danzantes y con ellos las limpias con copal para purificar el lugar y de paso a los que estábamos en ese momento pasando por ahí. Otros lo han hecho por la convicción de ser purificados para continuar en este mar de vida.
La Ciudad de los Palacios, la que continúa maravillándonos con su belleza, su gentío, su griterío como letanía, la despedida del año y la bienvenida a una nueva oportunidad; sus bodas y bautizos, sus festejos políticos, deportivos y culturales. El juego sin fin del quién llevó más gente: ¿Grupo Firme o Paul McCartney? ¿Rosalía o Justin Bieber? ¿Los Fabulosos Cadillacs o Vicente Fernández?
Spencer Tunik reunió ahí a 20,000 mexicanos desnudos para una imagen memorable.
Años atrás en ese lugar estuve con algunas amistades manifestándonos para que las leyes cambiaran en pro de los animales, frente a estos edificios nos mantuvimos en silencio esperando un milagro para que cambiaran las cosas, tal vez se ha conseguido. Ahí mismo un taxi rodeo la Plaza permitiéndome mirar con asombro los restos de ese zócalo que cargaría un monumento otorgado a la independencia del país. Hemos caminado con nuestros padres y hermanos, amistades y cariños pasados. Hemos visto caer el atardecer con suma alegría mientras caminamos tranquilos para perdernos entre las calles, entrar a alguna cafetería y esperar a que la noche caiga, el tráfico ceda y el caos del Metro no sea impedimento para abordarlo.
La libertad, la angustia, el grito desesperado, las lágrimas, el festejo y el silencio sepulcral también lo guarda esta plaza. Ahí también los tanques de guerra y la marcha hacia Tlatelolco, sólo para ser testigos de una noche terriblemente inolvidable, bañada en sangre en donde aquello se convirtió en una piedra de Tizoc, fecha que no se olvida; en donde pocos fueron los guerreros que sobrevivieron, los que pudieron luchar con una macana, enfrentándose a un montón de guerreros ataviados por armas, tantas que se perdía la cuenta.
La leyenda cuenta cómo un guerrero no fue sacrificado en dicha piedra al enfrentarse con sólo una macana a una marea de guerreros que llevaban consigo múltiples armas. Dicho guerrero se llamaba Tlahuicole.
Este Zócalo que me vio caminar lo más rápido posible de Catedral a Palacio y de éste a la Calle Moneda y de ahí hasta República del Salvador para después escribir de mis propios hallazgos. El Zócalo que nos da motivo para visitarlo y admiremos con cierto embeleso el ondear de la bandera que engalana la tan eterna como flamante Plaza de la Constitución.
Fuentes de apoyo:
- cultura.gob.mx, Recorridos: Plaza de la Constitución y sus alrededores.
- arqueologiamexicana.mx, El Zócalo: Del siglo XVI al XXI, 2024.
- radioformula.com.mx, Zócalo capitalino así lucía cuando tenía árboles…, Mariana Cervantes, 2022.
- jornada.com.mx, El Zócalo y la Constitución de Cádiz, Ángeles Gonzáles Gamio, 2012.
- El Zócalo de la Ciudad de México, Historia de una plaza nacional, Radio INAH, 2023.


