Por Marco Antonio Guerrero Hernández
¡Agarren a esos weyes! ¡Incauten todo! Gritaba el capitán Nava a los policías durante la redada en una vecindad del Centro.
El administrador del edificio hablaba con el teniente Fernández:
-Deme chance poli, usted sabe cómo está la movida aquí. Mientras le ofrecía un fajo de billetes.
El teniente contestó:
-No se puede valedor, está mi jefe y ese cabrón no le entra al aro, le dicen “El Incorruptible”.
Jose Carlos Nava, capitán del escuadrón de operaciones especiales de la policía, graduado con honores en la academia. Matriculado en leyes en la universidad más prestigiosa del país. De reflejos audaces, valentía incomparable y un alto sentido de compromiso con el deber.
Desde los inicios de su carrera mostró ser un hombre integro y servicial, logró un ascenso meteórico, escalando en pocos años en la cadena de mandos.
Se ganó el apodo de «El Incorruptible” por su honestidad, nunca había aceptado un soborno y delataba a todo aquel que sacaba ventaja de su profesión.
Al terminar el operativo en donde arrestaron a varios miembros del crimen organizado. Se ganó un bono y unos días de vacaciones; mismos que aprovechó para pasar tiempo con su esposa y sus hijos. También fue a ver a sus padres.
Durante un paseo con sus papás se encontró con Carmen, su novia de la secundaria; se saludaron con un abrazo efusivo, intercambiaron números de teléfono. Desde ese momento volvió a encender la llama de la atracción mutua; después de unas semanas se volvieron a ver; dos horas en un hotel para revivir su pasado.
De regreso a sus actividades Nava recibió una llamada importante. El Secretario de Seguridad Pública lo recibió en su oficina para entregarle su nombramiento como comandante junto a un dossier membretado con un sello de “confidencial” era una nueva misión: atrapar al encargado de la “plaza” que era el brazo derecho del capo más buscado del momento.
Diseñó un plan para atraer al criminal. Éste consistía en infiltrar a alguien de su confianza dentro del círculo del maleante.
Compartió el plan con Carmen a quien le gustaban las emociones fuertes y quiso formar parte de la estrategia y le propuso a Nava formar parte de la operación.
De principio no le pareció buena idea ya que él se empezaba a enamorar de ella; a pesar de ello aceptó y así juntos comenzaron a analizar la situación.
Un informante externo les hizo llegar información sobre una fiesta en casa del tipo. Rubén alias “Caimán” organizó una reunión en un rancho que tenía a las afueras de la cuidad. Carmen fue incluida como dama de compañía para amenizar el evento y con la plena intención de seducir al capo.
Carmen era esbelta, no muy alta y de gran figura, morena y con una mirada que reflejaba seguridad y sensualidad pura. Así que “el Caimán” se rindió a sus encantos y se la llevó a su aposento sin dudar.
Unos meses después el plan de Nava dio resultados y la información empezó a fluir.
Por medio de Carmen se logró intervenir su teléfono celular y se pudo tener registro de sus movimientos y actividades. Pero Carmen comenzó a sentir un vínculo emocional con Rubén, así que cesó en la entrega de reportes.
Desapareció un par de meses. El comandante Nava se sintió preocupado motivo por el cual emprendió una búsqueda desesperada hasta que la encontró viviendo en una de las fincas de Rubén. Se sintió traicionado. Mandó un operativo en el que la sacaron de ahí, Carmen para encubrir al “Caimán” mintió y fue liberada. José Carlos la mandó vigilar y descubrió que ella no era una dama de compañía más, se había convertido en parte de la organización de Rubén.
Fue a buscarla y la confrontó, ella al no tener alternativa confesó su amor por el delincuente. Nava no la dejaría ir tan fácilmente.
Se marchó al cuartel, sacó las armas más poderosas de su arsenal, armó un pelotón de treinta hombres y dio la instrucción de ir con todo por “El Caimán”.
Al llegar a la finca se escucharon los primeros balazos en defensa del criminal, los uniformados repelieron la agresión, con un movimiento de tijera lograron penetrar las defensas de la casa, se adentraron en la propiedad, lo que desencadenó un combate cuerpo a cuerpo entre policías y criminales, una lucha cruenta en donde la sangre manchó puertas y paredes, el ruido de las armas disparando, estallidos y gritos por todos lados.
Carmen que estaba adentro se tapaba los oídos con angustia. Los policías estaban siendo apaleados. Superados en número y en calidad de armamento, Nava por fin descendió de su vehículo y echó a correr al frente, en el pasillo que llevaba a la entrada de la casa, vio un brazo desprendido tirado en el piso que estaba lleno de sangre, unos metros más adelante un par más de cadáveres. Sabía que el operativo estaba perdido y lo único que importaba era salvar la vida. Uno de sus hombres estaba muy malherido al pasar junto a él, el herido le jaló el pie y en el último suspiro le dijo:
-¡Ya valió madre comandante, alguien les dio el pitazo! Vámonos de aquí. Nava lo ignoró y siguió su camino evadiendo disparos y con sigilo consiguió entrar al vestíbulo gritando:
¡Carmen, traidora ven acá maldita!
Para su sorpresa él que salió a recibirlo fue “El Caimán” con Carmen a su lado. Ella, altiva, miró con desprecio a Nava.
Nava enfurecido arrojó al piso el dossier, mientras era sujetado y desarmado por los dos escoltas de Rubén, un empleado más levantó el expediente y se lo entregó a su jefe quien lo abrió y comenzó a leer. En el expediente también encontró fotos de Carmen con el comandante.
-Mira nada más lo que me vengo a encontrar Carmen. Te hice mi mujer y mi secretaria y resulta que estabas del lado de la policía.
Carmen llorando al verse descubierta suplico piedad.
¡Por favor Rubén no me lastimes! Él me obligó.
Nava ahora fue quién la miró con desprecio.
El traficante la empujó hacia él
¡Quédatela, es tuya!
Los guardias la soltaron; Nava la abrazó pero sacó de entre sus ropas un cuchillo y la apuñaló en el estómago. Ante la mirada de todos. Carmen cayó de inmediato. El escolta se acercó a ella para darle el tiro de gracia. El Caimán se dio la vuelta y se fue.
Nava fue nuevamente sujetado y llevado a otra habitación. Dos horas después lo llevaron frente al capo que estaba jugando cartas con el Secretario de Seguridad Pública.
Nava miró sorprendido y decepcionado.
El funcionario se levantó, lo miró a los ojos; le dio una palmada en el hombro y le dijo:
-Carlitos, Carlitos, eres muy buen policía, te di está misión esperando que no la cumplieras, te subestime, perdóname. Pensé que tú juventud te haría perder la paciencia pronto, pero le seguiste y hasta involucraste a tu amante en este lío. Nava le escupió en la cara ¡Pum! Un balazo en la cabeza que terminó con la vida del comandante.
Guardo su pistola y le dijo a Rubén:
-Arregla este desastre Caimán, yo me encargo de los medios mañana.
Levantaron los cuerpos, tres horas después llamaron a los medios de comunicación, el Secretario de Seguridad en conferencia de prensa desde la propiedad.
-Se ha logrado el arresto de Rubén “N” alías “el Caimán” pero todas las buenas acciones se pagan con sangre, en cumplimiento de su deber el Comandante José Carlos Nava fue abatido por las balas enemigas”
Después de un discurso político y los medios de comunicación apoyando su candidatura a la presidencia, se despidió con gesto serio.
Fue a ver a Rubén y sonriendo me dijo.
-No te preocupes, en un año arreglamos tu escape de la cárcel
Ambos soltaron una carcajada
-En este juego los malos siempre ganamos y a los buenos se los carga la chingada.


