ucronica 30

Mi amargo despertar o el inicio de un nuevo sueño

Por Juan de Lobos.

Queridas lectoras, apreciados lectores. Me cuesta un poco iniciar la columna de esta semana, me siento sumamente decepcionado y enojado, insolado, desesperanzado y con muchas más dudas que certezas, la incertidumbre es enorme. Sé que muchos comparten estos sentimientos y sé que otros también, los van a juzgar como un ridículo berrinche; y sí, tal vez es más una catarsis que me permiten las letras y su invaluable lectura.

La polarización en nuestro País es enorme, ahora lo veo, al expresar cualquier preferencia o elección política, más allá de los porcentajes electorales y las boletas contadas, va desde las burlas de un lado y del otro, hasta el rompimiento con amistades y familiares porque ninguno tiene ni razones ni tiene argumentos suficientes para llegar a un punto de acuerdo.

Lo que se vivirá en los próximos años, será una utopía para quienes votaron por la continuidad de este régimen político, seguramente quienes disentimos nos veremos también beneficiados, dada la generosidad de un gobierno conciliador, por un buen sistema de salud universal, protegidos por un eficiente y enorme sistema de seguridad, gozaremos de una educación de calidad, tendremos trabajos bien remunerados y pletóricos de vacaciones, repartos de utilidades, y bonos. Pero la realidad sigue siendo la realidad.

En los discursos, en los planes, en el papel y de salivita, todo suena esplendoroso, coherente, conciliador, dinámico, progresista. Pero en la realidad las cosas son distintas, el hambre es real, la enfermedad es real, el peligro es real, la falta de recursos es real y el tiempo es el más real de todos. Se necesitan más que palabras para saciar estómagos, curar cuerpos, defender personas y propiedades.

No puedo, por el momento, regalarles palabras de aliento o de consuelo o de resignación; para mi forma de pensar, de sentir y de hacer este será la continuación de una gestión ineficaz, inexperta, omisa, cínica, soberbia y popular, sumamente popular, porque ¿A quién le dan pan que llore? Aunque el costo por la promesa de ese pan, ni siquiera la entrega del mismo, será carísimo en muchos sentidos.

La mayor distopía es aquella en la que haces pensar a todos que viven en una utopía, en la que racionalizar es normal, en donde los apagones son normales, en donde los niños mueran por falta de alimentos o medicinas es normal, donde el que alguien te agreda, asalte o mate es normal. Esa normalidad, esa es la peor de las distopías y la Historia, como siempre lo digo, está repleta de ejemplos, sin dudarlo estamos encaminados a ser ese nuevo paradigma.

Por eso escribo esta columna con palabras mesuradas, coherentes, reales, porque deseo estar equivocado y tener que tragarlas todas y cada una de ellas.

Quedo de ustedes.

“Hay dos maneras de conseguir la felicidad, una hacerse el idiota; otra serlo”.

Enrique Jardiel Poncela, Escritor español.

*El contenido de este texto no contiene I.A. y fue creado de acuerdo a los antiguos cánones de la escritura, a partir de un tema, un conocimiento previo, investigación y redacción.

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