julieta 10

1991 – 2024

Por: Julieta E. Libera Blas.

Cuerpos circulares se unen en pleno día,
anillos refulgentes de perlas que los envuelven
y oscurecen el cosmos;
al cumplir su himeneo, el primigenio eclipse,
súbitamente, cara a cara se miran,
al borde de sus angustias.

Rubí Tsanda Huerta

Apreciadas lectoras, queridos lectores:

Hace treinta y tres años, tres niños subían presurosamente la larga e infinitas escaleras de caracol, mientras el sol poco a poco se ocultaba. El día tiene un inicio y un final, como la vida misma pero esta vez la noche por una extraña razón se había adelantado. En la televisión el periodista Jacobo Zabludovsky (1928-2015) narraba con lujo de detalle el acontecimiento visto por primera vez por aquellos tres niños que miraban emocionados hacia el cielo; entre gritos, risas, una alegría desbordante disfrutaron cada minuto de aquel acontecimiento que hasta la fecha les hace recordar que su infancia, como tantas otras, fue marcada por un bello espectáculo. Ella recuerda que su mamá con emoción les dijo que fueran hacia la azotea, al salir al jardín se dio cuenta que los perros miraban incrédulos hacía el cielo tal vez buscando algo, al final se metieron a sus casas a dormir, una parvada buscaba un sitio en dónde descansar, algunas flores se cerraron y otras más fingieron un desmayo romántico. Los grillos comenzaron con su suave canto y “las cuquitas” aquellos pequeñuelos similares a los pollitos, emitían un gracioso ruido, todo esto sucedió mientras el Sol besaba a la Luna.

La noche cayó sin ser noche, el viento acarició las mejillas de los ahí presentes, cierta magia recaía en cada uno de los que tuvieron la dicha de ser testigos de aquel fenómeno natural y que a decir verdad, jamás olvidé.

La vida pasó y a decir verdad cuando Zabludovsky anunció con orgullo que el próximo Eclipse Solar sería el 8 de abril del 2024 todos nos miramos incrédulos. ¿dos mil veinticuatro? Hicimos cuentas o al menos yo lo hice y mis primeros pensamientos fueron: a esa edad voy a estar casada, con hijos, seré una profesional, estaré en mi casa o tal vez ya ni siquiera esté en este mundo. Se me hizo un nudo en el estómago cuando al pasar de los días pensé si mis padres aún estarían con vida. También pensé si aquel conejo en la luna todavía estaría en el mismo lugar o ya se habría ido a una galaxia lejana. Por días me retumbó en la cabeza el año 2024, era lejana la fecha, apenas estábamos estrenando la década de los noventas. Mi cabello era tan largo que soñaba con el momento de ir a la estética y que me lo cortaran. Mi hermano Víctor era un niño con corte de cabello a lo principito valiente y apenas estaba explorando la vida. Por ejemplo; al ver que la noche se había adelantado y que teníamos que ir a la azotea con mamá , él cogió con valentía la caja atrapa espíritus de Los Cazafantasmas, por si las dudas. Eso sí, con la estoicidad que solo le daban las botas amarillas de los Bubble gummers, que todos los días usaba hasta que se rompieron. Es raro, yo no recuerdo qué usaba y que no fuimos a la escuela.

Después de treinta y tres años y un montón de noches, la vida dio un giro tan efusivo que varios de nosotros nos hemos quedado mareados. Mis padres aún viven, algunos buenos amores se han ido a buscar una mejor galaxia para vivir sin prisas y plácidamente. No estoy casada, no tengo hijos. Soy profesionista, me gusta mirar hacia arriba y contemplar el vasto cielo. Mi hermano Víctor hace tiempo que no viene a la casa, y lo que sé es que ya no usa la caja para atrapar fantasmas (Si alguno de ustedes sabe el nombre real de ese artefacto, favor de decírmelo). Mi hermano ya no es un niño sino un adulto que me prestó su careta de soldar, bastante moderna y que jamás ha usado, para mirar el Eclipse.

La vida cambió de una manera sin igual. El viento que acarició hace treinta y tres años mis mejillas esta vez no fue indulgente sino que provocó en mí temor y sorpresa. El sol no calienta sino quema y la Luna, si bien aún cumple deseos, a veces tengo la sensación que ya no le interesa en demasía quedar bien con nadie, pero sigue siendo bella e infinita. Jacobo Zabludovsky falleció hace casi diez años pero su voz sigue impactándome al escucharlo narrar tres acontecimientos: El Eclipse Solar. El asesinato del pre-candidato Luis Donaldo Colosio y el terrible acontecimiento de aquel terremoto de 1985 que arrancó tantas lágrimas pero que también desató tantos demonios.

Esta vez el Eclipse fue parcial, el calor era insoportable y no subí a la azotea, me quedé quieta y casi en silencio. Tomé fotos con mi celular y esta vez no compré un periódico para preservarlo en mi archivero. En esta ocasión miré las publicaciones de páginas que sigo, usando el tan terrible “Guardar fotos”. Espere a que se oscureciera un poco pero el cielo y el ambiente se comportaron de una manera bastante extraña. A las 12.30 PM un vientecillo entró al patio de mi casa y mis dos perros al unísono miraron hacia el cielo, una foto lo revela así. Una vez que se iba oscureciendo en Mazatlán el cielo, mi hermano con su fiel indiferencia pero su emoción brillándole en sus ojos, me avisó que la imagen ya la trasmitían en la pantalla. Y ahí estaban de nueva cuenta juntos el Sol y la Luna, solo para mirarse y besarse brevemente, apenas una sonrisa tímida, apenas un te amo infinito. Un estallamiento de emociones se escuchaban en la trasmisión: gritos, aplausos, sonrisas profundamente marcadas, sorpresa en las miradas. Mientras yo solo me repetía con insistente alegría “¡Qué dicha es verlo! ¡Qué maravilla! ¡Qué bonito se ve!”. Sí, la vida ha cambiado, ahora tengo no sé cuántos perros pero aún miro el cielo todas las noches con embeleso, no busco ovnis ni extraterrestres, solo lo miro con la certeza de que un día, en algún momento seré parte de ese polvo de estrellas.

Nota: quiero agradecer a Enrique Fortunat la mención que me hizo en su columna “La Jiribilla Semanal” del día 6 de abril de 2024. Les invito a leer su columna y que sean parte de nuestros lectores, siguiendo las columnas escritas por mis colegas.  

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