Por Juan de Lobos.
Queridas lectoras, amables lectores. Retomando el tema que iniciamos la semana pasada y en espera de que hayan tenido la oportunidad de ver “American fiction”, ahora me gustaría tocar el extraño tema de los recuerdos selectivos, o de aquello que nos acordamos de una forma y los demás lo recuerdan de una manera completamente distinta.
Todos quienes tenemos la fortuna de tener hermanos o primos contemporáneos podemos darnos el lujo de recordar distintas anécdotas, y no faltará el primo o el hermano que nos va a tararear un sonoro “Tratá tararararara” mientras tratamos de contar nuestra versión de alguna aventura o travesura y entre risas y empujones la realidad de lo que sucedió se asoma finalmente con una contundente frase: No me acordaba de eso…
La memoria siempre tiende a la utopía, incluso llega a suprimir el sufrimiento. La memoria además, nos juega cartas extrañas. Reconozco que las cosas antes nos parecían que eran mejores, más divertidas, más duraderas, pero en realidad es la visión de la juventud y de lo novedoso lo que les brinda ese carácter.
Ya llegué a la edad de recordar con vehemencia y al revisar algún libro, película o programa que disfrutaba de joven o niño, muchas veces la experiencia no es del todo… agradable. Admito que hay mucho de lo que llegamos a consumir, que no ha envejecido del todo bien, salvo algunas excepciones, pero me alegra saber que durante mi generación pude contemplar tantas maravillas que me van refrescando la memoria y al menos tengo la oportunidad de juzgar, con los ojos de la madurez, letras, actuaciones, historias y objetos que se fueron quedando en el pasado y ahora a través del internet tenemos la oportunidad de observarlos, escucharlos y apreciarlos de nuevo.
Para mi generación fueron muy importantes los dibujos animados, dejaron de usar el formato de pequeños cortos animados, para contarnos historias con arcos narrativos más extensos y evolutivos como “Candy Candy”, “Tortugas Ninja Adolescentes Mutantes”, “La Abeja Maya”, “Thundercats” “Robotech”, “Mazinger Z” “Érase una vez… El hombre” o adaptaciones seriales de clásicos de la literatura como ”Dartacán y los mosqueperros”, “Heidi” “La vuelta al mundo en 80 días”, “Remi”, “El Mago de Oz” y tantas otras más.
Vimos maravillosas series de acción que finalmente hablaban de inclusión (no forzada), aunque los doblajes de las voces de algunos personajes tuvieran acento cubano como en “Kojac”, “Starsky y Hutch”, “Safiro y Acero”, “Mánimal”, “Galáctica, astronave de combate”, “Invasión extraterrestre”, “S.W.A.T.”, “Las calles de San Francisco”, “Quincy”, “La reportera del crimen”, “Misión del deber” o “Los Duques de Hazzard”; las series y programas familiares como: “America´s fun videos”, “El juego de la Oca”, “Xena la princesa guerrera”, “Cotorreando la noticia”, “Siempre en Domingo” o “Lois y Clark, las nuevas aventuras de Superman”.
Además descubrimos el mundo que nos rodeaba con todas sus maravillas en “¡Aunque Usted no lo crea! De Ripley”, “Lo Increíble”, “Fantástico animal”, “La canica azul”, “El mundo marino de Ramón Bravo”, ”El mundo submarino de Jaques Cousteau” o “Cosmos”. También nos aterramos con “La galería del terror”, “Dimensión desconocida”, “La hora marcada”, “Cuentos de la cripta” o “Monstruos”.
Sé que les pasará a ustedes cuando lean esta mínima lista de series y documentales, llegarán a su mente cada vez más y más títulos, conductores, actores, o canciones y será muy difícil parar esta avalancha de recuerdos. A propósito he omitido muchos otros programas, noticieros y eventos deportivos, para que ustedes amables lectoras, apreciados lectores, los recuerden por su cuenta.
A la mayoría de nosotros nos crió un poco la tele, algunos más afortunados jugamos en la calle y nos íbamos y regresábamos solos de la escuela; comías, hacías la tarea y salías a jugar con los cuates de la cuadra hasta que tu mamá gritaba tu nombre cuando las farolas empezaban a encenderse, justo a tiempo para ver “Cantinflas Show”.
La memoria es una fugaz Utopía sin duda alguna. De alguna manera nuestras relaciones interpersonales, nuestras dinámicas familiares, nuestras amistades y amores eran distintos. Las canciones, las reuniones, los juegos y las tristezas también se van diluyendo en sonrisas, lágrimas y sueños por cumplir. Algunos los conservamos y otros, se han perdido para siempre o para bien.
Cuando hacemos memoria, cuando queremos nuevamente capturar el pasado, las palabras resultan mágicas, comprendemos su importancia y la tratamos de aprovechar reuniéndonos junto al fuego para contar nuestras historias. Mi Papá ha estado escribiendo sus anécdotas de cuando fue Cadete del Heroico Colegio Militar, algunas otras de cuando mis hermanitos, mi hermanita y yo éramos pequeños, también él nos comparte esos relatos que nos trascenderán en el tiempo.
Creo que es lo que más me fascina de la escritura, compartir con ustedes queridos lectores y queridas lectoras este increíble hechizo que nos acerca y nos hace añorar.
Quedo de ustedes.
El pasado es lo que recuerdas, lo que imaginas recordar, lo que te convences en recordar, o lo que pretendes recordar.
Harold Pinter. Dramaturgo británico
*El contenido de este texto no contiene I.A. y fue creado de acuerdo a los antiguos cánones de la escritura, a partir de un tema, un conocimiento previo, investigación y redacción.


