Por Alfredo Andrade
Cuando en 1991 la Ciudad de México y su área metropolitana comenzaron a registrar niveles altos de contaminación por el exagerado uso de vehículos, se estableció la obligatoriedad de contar con un trámite que permitiera demostrar que los automotores particulares podían contribuir a mejorar el medio ambiente, nunca imaginaron que, 33 años después, se convertiría en una pesadilla de cada seis meses.
Sin duda, en esa época, la medida fue innovadora y hasta aplaudida pues aquellos que generaran emisiones tóxicas por la quema de gasolina, iban a dejar de circular si no corregían sus motores. Estas medidas ya se habían tomado en Los Ángeles y en China ante situaciones similares a la Zona Metropolitana del Valle de México.
Y si bien hubo quienes se opusieron a la medida, la inmensa mayoría de conductores optamos por apoyar la medida y mejorar el medio ambiente. Sin embargo, hubo quienes optaron por la adquisición de otro auto para cubrir los días de no circula y hasta la venta de motocicletas se incrementó.
A lo largo de estos años de obligatoriedad del trámite, ha surgido de todo. Desde los calcotraficantes que venden pegotes de seudo asociaciones sociales para circular a diario y sin verificación, pasando por engomados piratas, el famoso brinco, el auto señuelo y otras triquiñuelas más con el único objetivo de cumplir el requisito de verificación, so pena de sufrir multas, inmovilización del auto y por supuesto dejar de circular.
Y lo digo así: es un mero requisito.
En lo que va del año 2024 nos hemos enfrentado a diversas contingencias ambientales, por la pésima calidad del aire provocada no solo por los autos en mal estado o que generen contaminación -así simplemente sin tecnicismos- sino también por los incendios forestales que padeció la zona metropolitana en la Ciudad de México.
El trámite de la verificación vehicular se ha convertido en una pesadilla para quienes pretenden de manera honesta obtener la calcomanía que demuestre las bajas emisiones sino también en una inversión extra, a los 481 UMAS que cuesta el holograma 0, para lograr obtener el engomado sin importar las condiciones del vehículo. En municipios como Ecatepec, Naucalpan, Atizapán de Zaragoza, Cuautitlán Izcalli y Coacalco, al menos de los que tengo conocidos que me han informado, hay que pagar desde 300 hasta 500 pesitos por pasar el “brinco”. Total de la verificación así, 981 pesitos semestralmente.
Todo esto nos lleva a reflexionar sobre la necesidad de actualizar, a través de la Comisión Ambiental Metropolitana (CAME), el requisito de verificación puesto que se está demostrando que la medida ha resultado ya poco eficiente, por las declaraciones de contingencia ambiental en la ZMVM.
¿Qué pasaría si se eliminará la verificación vehicular que se ha convertido en la manera de obtener recursos para el trabajo ambiental y cuyos resultados a todas luces ya es ineficiente? ¿Hasta cuando seguiremos con el mismo esquema de corrupción-verificación? ¿Qué están haciendo los demás países sobre el tema? ¿Sigue siendo útil la verificación vehicular?
Son muchas las preguntas y francamente pocas las respuestas sobre los logros en estos más de 33 años de contar con una verificación vehicular cuya utilidad es cada día más cuestionable a todas luces.
Los autos eléctricos como alternativa están a años luz de convertirse en una realidad para la inmensa mayoría de la población tanto por su costo como por la falta de infraestructura en las ciudades y principalmente en la zona metropolitana.
El uso de transporte masivo es cada día más complicado, pues la inseguridad y los accidentes hace que poca gente lo vea como una alternativa de movilidad y el uso de bicicletas puede funcionar para distancias cortas y con infraestructura adecuada, en los municipios de la ZMVM es casi imposible pensar en usar la bicicleta como alternativa, a diferencia de la CDMX.
Lo que se está generando es una compra masiva de motocicletas, que si bien no son la mejor opción, se han convertido en la mejor alternativa de movilidad en el valle de México, y basta circular sobre periférico Norte para ver la cantidad de motocicletas que circulan por carriles centrales, “ratoneando” entre los vehículos, bueno hasta servicio de mototaxi de plataforma se ha incrementado.
A estas alturas, creo que es necesario poner en la mesa el debate de la utilidad de la monserga de verificación y evaluar, sobre todo, cuales son las alternativas para obtener recursos de manera legal para seguir trabajando en mejorar el medio ambiente sin que se tenga que seguir fomentando la corrupción en cada Centro de Verificación adjunto a la CAME.
Ojalá que los legisladores federales retomen este tema y puedan buscar alternativas funcionales a la desacreditada verificación vehicular, tanto en la CDMX como en el Estado de México, que por cierto, a pesar de tener el mismo objetivo y los mismos criterios de aplicación resulte absurdo tener que ir a la entidad federativa correspondiente para poder verificar.


