Miércoles: De toros, toreros y demás costumbres


Por Luis Alfredo Andrade De León


Luego de meses de sequía -literal-, la plaza de Toros de la CDMX, la plaza más grande del mundo con una capacidad de 42,000 asistentes sentados, volvió a abrir sus puertas y, en su aniversario 78, brilló como en sus mejores épocas con una despedida para el rejoneador español Pablo Hermoso De Mendoza y según las crónicas del 5 de Febrero hasta en hombros salió.

Pero no nos confundamos, este artículo no es para hablar de toros y toreros, que para ello hay redactores muchísimo mejor preparados que su servidor. La referencia a la corrida de aniversario viene a cuento no por el eterno debate entre pros y contras de la tauromaquia, sino por el cambio de costumbres en nuestro país y especialmente en la CDMX.


Al igual que las corridas de toros nuestra ciudad y su zona metropolitana han vivido por lo menos en los últimos 30 años, cambios radicales en las costumbres y en la forma de ser y de actuar de sus residentes.

Me explico: Si bien puedes adoptar una actitud a favor o en contra de la tauromaquia es bien cierto que esto solamente forma parte de los cambios radicales en el lenguaje, la forma de vestir, de comer y, obviamente, en la forma de pensar de la gente que viven en el centro del país.


Sin duda alguna, desde 1988 -al menos- la ciudad comenzó a vivir cambios culturales de fondo que se vieron reflejados en sus tendencias políticas y qué más adelante darían a la izquierda la oportunidad de gobernar la capital del país (llevan 27 años gobernando la ciudad) y con ello iniciar una serie de transformaciones culturales de los capitalinos y que, consecuentemente, influían en la zona metropolitana del valle de México, tal vez no con la misma rapidez ni con la misma profundidad que en la ciudad capital.

Las diferentes posturas sobre temas álgidos como son las corridas de toros, el fútbol -y hasta por qué no-, la lucha libre, forman parte de la riqueza cultural que tiene la Ciudad de México y que, tal vez, no son tan obvias como la movida de Madrid o los cambios culturales tras las caídas de los gobiernos dictatoriales latinoamericanos, especialmente en Chile, Argentina, Colombia o Brasil, que si bien tuvieron diferentes respuestas con los cambios políticos, en nuestra ciudad han sido más evidentes el cambio de posturas culturales.


Es muy fácil detectarlo. Desde las políticas de inclusión, el cambio en el lenguaje, la alimentación, la educación, la movilidad, y por supuesto, una nueva cultura emergente sobre la postura ante el maltrato animal y el respeto por las personas con diferentes capacidades. Con el cambio de gobierno en la CDMX -hasta de nombre cambio- y el arribo de gobiernos de izquierda con actitudes más liberales, se generaron cambios de fondo entre la población y que hoy hace mucho más diferente al capitalino y al habitante de la zona metropolitana a los demás estados de la República que poco a poco también están teniendo sus propios cambios culturales que no han sido con la velocidad tal vez que nosotros quisiéramos pero que han estado rompiendo paradigmas culturales y de inclusión a un mundo globalizado, producto sobre todo de la facilidad de acceso a la tecnología.


Al revisar las cifras de acceso a la telefonía de la población mexicana sorprende que el crecimiento en los últimos 10 años en donde se ha tenido un incremento exponencial tremendo al grado que según cifras del INEGI casi 96 millones de personas cuentan con telefonía celular a la fecha.

Esto por supuesto, mete a los mexicanos en mundo global con acceso a la información inmediata y sobre todo para obtener diferentes puntos de vista, que les permita comparar lo propio con los de otros países y enriquecer su propia opinión, que no siempre se ve reflejado en el actuar.


El acceso a la información global hace que cambiemos nuestras costumbres y tradiciones nacionales y en el 90% de los casos, las enriquezca con la influencia de otras culturas por ejemplo la latina, la oriental y ya ni se diga la norteamericana, en donde actualmente no sabemos quién influye a quién por el fenómeno de la migración, aun no terminada de estudiar.


Las nuevas generaciones, estas que han sido formadas con la tecnología de finales de la década de los 90´s y principios del nuevo milenio, tienen posturas radicalmente diferentes a las generaciones que les precedieron en todo tipo de temas, por ello la referencia a los festejos de la monumental plaza de toros México del pasado 5 de febrero, en donde, creo, se refleja con mayor incidencia este tipo de cambio de posturas, costumbres y tradiciones sociales.


Lo que para nuestra generación de mayores de 40 nos parecía de lo más cotidiano y hasta interesante, hoy es detestable para las nuevas generaciones que no pueden comprender la influencia de la fiesta brava en nuestra cultura mientras que de la misma manera nosotros, los mayores de 40 no podemos comprender la influencia que ejerce en ellos los corridos tumbados y las letras del reggaetón.


Los cambios a las costumbres y tradiciones nacionales como consecuencia de la influencia de la tecnología son aún objeto de estudio de antropólogos y sociólogos. Pero lo que queda claro es que hay un cambio profundo en la sociología y antropología del ciudadano de la capital y de la zona metropolitana y que aún no han terminado de estudiarse, y sobre todo con la influencia de la globalidad.

En lo personal odio las etiquetas de millennials, centennials, generaciones x, z, y griega y demás. Creo que eso equivale a decir que la gente es gorda, flaca, negra, blanca, china o demás y hasta en eso, también hemos cambiado nuestras costumbres. Entiendo que es una forma de clasificación antropológica o si gustan sociológica. Sin embargo, los cambios en las tradiciones y costumbres no distinguen estas etiquetas.

El reto aquí es saber a dónde llevamos a la sociedad. Iniciados los cambios culturales, en cuestión de dos décadas más -al menos – tendremos una sociedad totalmente diferente, ¿pero parecida a quiénes? ¿A los norteamericanos? ¿A los orientales? ¿Europeos tal vez? Ojalá y que cada vez seamos más mexicanos y que la esencia de la mexicanidad no se pierda nunca. Mientras esto pasa sigamos la feliz costumbre de comer tamalitos el dos de febrero, de festejar el arribo de la primavera el 21 de maro, o de disfrutar de unos días de asueto gracias al sacrificio cristiano y así, ad infinitum.

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