Por Liliana Martinelli
Con estas líneas no quisiera sólo hablar de la artista y compositora, pues mucha gente sabe que escribió más de 300 canciones; que tuvo éxitos como “Peligro” interpretada por Olga María y últimamente por Yuridia; “Herida de muerte” interpretada por Manuella Torres, “Corro vuelo me acelero”, éxito del grupo Timbiriche.
En el OTI participó varias veces ganando primer lugar en 1983 con “Compás de espera”, interpretado por María Medina.
Creó un método para las telenovelas para que cada personaje tuviera su propio tema musical (leit motiv).
Recibió 3 premios Ariel y Diosa de plata por música de cine como “La tregua” de Mario Benedetti.
En esta ocasión quiero hablar de la persona, la hija, la hermana, la tía y sobre todo la amiga.
Tuve la fortuna de ser su amiga e ir a visitarla a su departamento de la Condesa en la Ciudad de México; colonia donde vivió más de 40 años. Siempre acompañada por sus ayudantes de cabecera que formaron al pasar de los años parte de su familia; Ara, Sandra y Toñita. Ellas le hacían la vida más fácil resolviéndole cualquier situación de los quehaceres cotidianos para que su mente y su cuerpo solamente se ocuparan de crear, sentir y amar.
Pasé con Amparo tardes interminables en las que decidíamos juntas qué queríamos hacer. A veces nos tocaba teatro o cine lo cual disfrutábamos mucho, sobre todo por la cena o la comida final donde conversábamos nuestras impresiones y los mensajes que recibíamos de estas cintas o puestas en escena. Pero había también tardes extraordinarias acompañadas de un café o una Coca-Cola, donde «la conversa» (como ella decía) podía ser interminable….
¿Qué platicábamos? De la vida, de cómo estábamos, de nuestra gente; ella siempre preocupada por su familia y amigos que estuvieran bien y que nada les faltara en ningún sentido…. generosa a más no poder. Amparo no sólo compartía su arte, gran maestra del alma y corazón: compartía su esencia.
Recuerdo cuando yo tenía algún problema; el mejor oído para escuchar era el de ella; sus comentarios siempre asertivos y agudos. No se tocaba el corazón para decirte lo que pensaba y muchísimas veces me ayudó; regresando a mí la “contentura”, como ella decía.
Después de escucharte te hacia llamadas los días siguientes y te preguntaba de una forma muy amorosa, como solamente ella podía hacerlo: «Y hoy… del 1 al 10 ¿cómo estás?» y ese número le daba claridad de qué era lo que tú necesitabas para acompañarte en el proceso.
Como ese, tengo mil ejemplos y muchas experiencias que viví con ella: viajes, charlas, espectáculos, reuniones, festejos. Siempre acompañada de su guitarra y su música.
Diego, mi hijo, es músico. Fue muy afortunado de ser uno más de sus ahijados musicales.
Recuerdo una tarde que llegamos al departamento de Amparo en la Condesa. Al entrar él expresó; ¡esto, es como a una juguetería mamá! No sabía qué guitarra usar.
A mí sólo se me escurrían las lágrimas al escucharlos toda la tarde. Improvisaban, a veces Amparo en el piano y Diego en la guitarra y luego se alternaban.
Es ese un placer que no tiene igual en mi vida: dos de las personas más importantes juntas creando música frente a mí…
Días después me pidió que fuera a su departamento.
Me dio un regalo para Diego: una de sus guitarras favoritas con una fotografía de ella, posando con ese mismo instrumento. Además, le dedicó un lindo mensaje de superación para su carrera como músico.
Por ahora, es tiempo de retirarme de estas líneas y qué mejor que con una frase que me escribía Amparo continuamente en el celular: “Que tengas un gran día y déjate sorprender por él”.
Hasta siempre amiga.


