miércoles 05 parque

Miércoles de: Alegría en el parque

Por Enrique Fortunat D.

Es una tarde fría de invierno y el sol comienza a acercarse al horizonte.

La atmósfera es clara y la luz llega sin tropiezo desde un limpísimo cielo azul. Si acaso una que otra nube asoma tímida en el vasto firmamento, como apenas husmeando desde lo alto lo que ocurre.

Una ráfaga de viento arranca de los árboles un enjambre de hojas amarillas y ocres que emprenden vuelo y hacen que parezca el inicio de una fiesta de barrio. Al llegar al suelo, en multitud producen el sonido leve de quien barre la calle temprano.

Una niña de unos seis o siete años aprende a andar en bicicleta y comienza a adquirir soltura a bordo de ese maravilloso vehículo que mueve gente mientras produce recuerdos y sueños.

La pequeña, en unas cuantas vueltas alrededor de la fuente, consigue seguridad y sonríe sin parar. Sus ojillos muestran entusiasmo y determinación.  Lo suficientemente lejos y cerca el padre la ve con un orgullo que nada podría disimular.

Unos perros juegan en el área que se les tiene reservada. Se acerca uno más que al estar a punto de entrar ve cómo llega un par de canes e intenta salir corriendo -parece tímido el camarada-, pero su amo lo detiene y tranquiliza.

Tras las olisqueadas que la etiqueta canina manda, se incorpora al sitio y ahora corretea pelotas y  congéneres como si no hubiera un mañana.

Traigo una novela a la que tenía la intención de dedicarle una hora de lectura, pero no creo que valga la pena hacerlo hoy. La tinta, el papel y las letras seguirán ahí mañana.

Guardo el libro en mi mochila, me apoyo en el respaldo de la banca, estiro las piernas y disfruto el sol en la cara.

La niña en la bicicleta ríe a cada vuelta y quienes la miramos sonreímos al verla.

Una nueva corriente de aire provoca una pequeña lluvia de hojas que la pequeña atraviesa en su bicicleta con una sonrisa inmensa. Es un regalo ver la escena.

Es una alegría diáfana la que nos envuelve a todos en el parque.

Deja un comentario