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Miércoles de: Frank Sinatra humillado por la mafia

Por Enrique Fortunat D.

Es 1963 y Frank Sinatra es una  de las más grandes y respetadas estrellas del show business estadounidense.

Ha colocado más de una centena de canciones en las listas de popularidad e incluso ganó un Óscar como actor secundario por su papel en “De aquí a la eternidad”. Además, se codea con millonarios  y políticos, incluidos nada menos que a los Kennedy. El Blue Eyes monta la cresta de la ola.

Pero hay un lado oscuro que se rumora desde hace tiempo: los nexos del cantante con la mafia. De hecho se sabe que mantuvo una estrecha y fuerte amistad con el famoso capo Lucky Luciano hasta la muerte del mafioso en 1962. Sus relaciones con la familia Gambino también fueron un secreto a voces.

Hacía pues un año de la partida de Luciano y la Cosa Nostra estadounidense estaba aún negociando con los capos sicilianos las condiciones en que operarían.

Ahí es donde Sinatra entra en escena y pagaría, si no el precio de sus peligrosas relaciones, sí un impuesto humillante para su estatus de celebridad internacional.

A Sinatra le encargaron llevar un mensaje al reconocido capo di capi Giuseppe Genco Russo; pero además tendría que hacerlo en la tierra de Russo, en Sicilia, Italia.

Sinatra se hospedó en el hotel Sole, de Palermo, en donde tenía cita a las once de la mañana para ver al jefe criminal. No fue sino hasta pasada la una y media de la tarde que Genco Russo apareció por el hotel, en donde la prensa espiaba al cantante y veía cómo lo hacía esperar el capo.

Una vez que hizo su arribo al sitio, Genco solamente extendió su mano para que Sinatra la besara y dejara patente su sumisión. Cuando el cantante intentó decir algo, lo atajó con un gesto y dio por concluido el encuentro.

Lleno de enojo, pero incapaz de poder mostrarlo, Sinatra no tuvo más remedio que armarse de paciencia y esperar noticias.

Invitación a comer

Le dijeron que dos días más tarde don Giuseppe Genco Russo, lo invitaba a comer, pero no ahí, sino en su villa. Se le informó que tendría que ir hasta Agrigento, distante unos 150 kilómetros.

Eso sí: puso un carro a su disposición para llevarlo hasta el sitio.

Una vez en la villa, lo hicieron pasar a una pequeña sala en donde de manera escueta se le pidió que esperara. Así lo hizo… por una hora.

Transcurrido ese tiempo se le indicó que pasara al comedor.

Sinatra inmediatamente se dio cuenta de que su lugar en la mesa era el más alejado del anfitrión. Era un don nadie entre ellos y se lo hacían notar.

Más todavía: durante la comida notó cómo era objeto de bromas  y burlas que no entendía pues los asistentes hablaban en italiano.

Terminó el ágape y en un momento dado Genco le hizo un gesto con el que le indicó que pasara a un pequeño salón contiguo.

Una vez ahí el anfitrión le dijo lo que debería decir a su regreso a los Estados Unidos. No le permitió decir nada. Terminado el breve encuentro, lo despidió.

No se sabe qué opinó Sinatra del asunto y el trato recibido, pero seguramente fue un baño de agua helada.

Saber que una figura de primera línea de entre las celebridades de Estados Unidos, podía ser tratada de esa manera debe haber puesto en perspectiva el real poder de la mafia italiana aun en suelo estadounidense.

Por su parte, en Italia lo ocurrido pasó a formar parte del anecdotario a nivel de leyenda entre los capos.

Se comenta que varios años después en reuniones no era raro que alguien le pidiera a don Giuseppe Genco Russo que platicara cómo le había mostrado su sitio frente a la mafia al gran Frank Sinatra cuando vino a traerle un mensaje desde América.

Dicen que luego de aparentar humildad ante el hecho y hacerse un poco, muy poco, del rogar, comenzaba el relato diciendo algo así como:

“Lo primero fue hacerlo esperar un par de horas en el vestíbulo del hotel Sole…”

 A partir de ahí no paraban los elogios, las bromas y las risas.

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