Por Juan de Lobos.
Apreciados lectores, queridas lectoras.
Desde hace algunos meses, he observado un par de series con un fundamento histórico, pero obviamente relatadas de forma dramática para darle mayor interés a la audiencia.
Entre ellas vi algunos capítulos de “Etugrul” (“Resurrección”), una teleserie de origen turco en la cual nos comparten los albores del Imperio Otomano y la caída de Constantinopla, las luchas entre tribus, después contra los cruzados católicos, mongoles y finalmente con las recientes naciones otomanas.
También terminamos de ver tres series sobre vikingos (“Vikings”, “Vikings: Valhalla” y “The last kingdom”). Las primeras desde la óptica de los nórdicos y la otra desde el ángulo sajón.
Son culturas distintas a la nuestra (independientemente del idioma, de la época y la geografía), con cosmogonías diferentes y teologías, mitos y visiones diversas sobre la trascendencia del cuerpo al morir y en la forma en que se muere.
No deseo clavarme mucho en estos tópicos por demás controversiales, pero a pesar de tantas diferencias, encontré algunos puntos en común que me dejaron pensando un poco más sobre aquello que te parece una utopía o una distopía.
De entrada, lo que a una cultura le parece ofensivo, grosero, salvaje o bárbaro, tendrá su contraparte en otra, la cual lo verá de manera natural o corriente, o se buscará un origen común en determinadas conductas que lleven a cada cultura a comprender su propio origen y existencia.
Al chocar estas culturas es imposible no pensar en un cuestionamiento de sus propios fundamentos teológicos o filosóficos. En lo que les da una identidad única además del idioma, de sus creencias y temores.
Siempre existe un intercambio de pensamientos, conocimientos, tecnología o filosofía a veces incluso teológicos y siempre resulta más provechoso para aquel que los asimila y logra reunirlos en una misma corriente de pensamiento, aprovechando esa oportunidad para aprender y aplicar esos conocimientos a su favor y al de su cultura.
Además, siempre hay alguna que otra historia de amor (y no sólo de amor carnal o romántico hacia un personaje en particular, mas bien a lo que unos y otros crean a partir de su experiencia y conocimientos) que nos muestra que a pesar de las dificultades, es posible la convivencia sana y pacífica.
Otro punto interesante es observar quién es quien dirige la política, la religión y los ejércitos. Y en todas las culturas los mueve siempre la ambición de quien se hace del poder y solamente ofrecen la paz para incrementar sus fuerzas o se ciegan para alcanzar el bien propio, antes que el bien común.
Todo esto viene a que a partir de ahí he comenzado a imaginar una Gran Bretaña perteneciente a los países nórdicos, una Constantinopla actual y dirigida por un triunvirato musulmán, católico y budista; una Dinamarca rusa o una América vikinga, una Nueva Tenochtitlán ubicada en la actual Europa occidental o en las costas africanas, un Emirato Árabe-Español y tantas y tan diversas variantes y posibilidades que este espacio no es suficiente para enumerarlas todas.
Aún queda mucho, todavía, por imaginar.
“Si vis pacem, para bellum”
“Si quieres paz, prepárate para la guerra”.
Máxima latina.
Quedo de ustedes.
*El contenido de este texto no contiene I.A. y fue creado de acuerdo a los antiguos cánones de la escritura, a partir de un tema, un conocimiento previo, investigación y redacción.


