Por Juan de Lobos.
Apreciadas lectoras, amables lectores, gracias por acompañarme una semana más en esta columna, en verdad lo aprecio y agradezco mucho su apoyo y comentarios.
La semana pasada comenzamos a abordar un poco, casi de manera sutil, a la distopía, la cual si bien puede considerarse como el antónimo de la palabra (y el significado) utopía, en realidad es como un enorme paleta de grises que de manera práctica y metafórica, podemos comprender e incluso vivir en ella (en estos momentos).
Trataré de explicarme.
En las distopías de la literatura, del cine, de los cómics, de la política y de la antropología social, encontramos muchas puntos de comparación, un sistema político rígido que está gobernado por una pequeña cúpula política/económica, la cuál dicta, a cambio de la pérdida de libertades, una serie de lineamientos de conducta determinados para un grupo definido de individuos (divididos por su educación, labor, raza, género, educación, etc.), con el fin de servir, sin cuestionar, a una figura de autoridad.
Aunque en muchos casos (sigo escribiendo sobre y de la literatura) esas reglas inquebrantables son establecidas por los mismos individuos y aprovechadas por el régimen autoritario en turno.
Ejemplo literarios
Por ejemplo (y estos ejemplos son dolorosamente reales a mi parecer, además de adelantados, casi cinco décadas, a nuestra extraña realidad) en “Farenheit 451” Ray Bradbury nos cuenta sobre una sociedad que no lee y considera que los libros son peligrosos porque impiden que el ser humano sea feliz al cuestionar constantemente su realidad. Aunque fue la gente por sí misma quien dejó de leer mucho antes de que los bomberos de la novela, se convirtieran en los guardianes de esa felicidad al quemar los pocos libros que quedaban en la ciudad; pero esa cúpula política aprovechó la circunstancia y la volteó a su favor.
En otro ejemplo de literatura distópica, tenemos “1984” de George Orwell, quien nos muestra una realidad en la cual todas las personas están vigiladas a su vez por un ente denominado “Gran Hermano”, aunque en realidad se depende de la información que brindan las mismas personas quienes se dedican a vigilar a sus propios vecinos. Es una visión oscura en donde siempre te encuentras con una sensación de inquietud y desasosiego, constantemente bombardeado por publicidad bélica en donde una guerra perenne absorbe toda la producción y deja en una economía restringida y miserable a todos los habitantes de las tres meganaciones de la novela.
Cualquiera de estos escenarios, los podemos comparar con nuestra realidad actual, en donde nos encontramos inmersos en una lucha diaria para salir adelante, usamos y nos usan los medios digitales como bienes y servicios de cambio. La gente poco a poco deja de leer libros (Ya de analizarlos y cuestionarlos a cambio de series insulsas o películas y adaptaciones planas y sin mayor mérito intelectual mejor ni hablar), los medios tradicionales le dan paso a la peligrosa intangibilidad de los bienes electrónicos.
No satanizo nada de esto, al contrario, disfruto mucho del cine y de las series de ciencia ficción o fantasía, de mi Amazon Fire e-book, del streaming, pero me parece una enorme falta de respeto la poca originalidad, las adaptaciones forzadas hacia la inclusión, la poca o nula profundidad en las historias y en general que no respeten sus propias reglas de creación, pero me estoy desviando un mucho del tema.
En resumen estamos viviendo, sin lugar a dudas en una distopía sin pies ni cabeza, en donde ya se ha perdido el contacto humano y te puedes pelear durante horas con grabaciones bancarias o de empresas de seguros o en donde tenemos a nuestro alcance cualquier cantidad de aparatos y formas de entretenimiento completamente desechables y en las que contamos más “la experiencia” (aunque no sea de todo nuestro agrado) que el objeto tangible.
Gastamos nuestro dinero en aire (Literalmente: tiempo aire, juegos virtuales o espacio en la nube).
No sé, mejor dicho, si sé; estoy envejeciendo y añoro el sueño que nos compartieron nuestros padres, pero que al parecer no logramos transmitir a nuestros hijos y nosotros tampoco logramos alcanzar.
¿Cómo puedes explicarle a tu Hijo quien estudia ingeniería o medicina o que trabaja durante 48 horas a la semana que un “influencer” puede ganar, sin aparente esfuerzo, diez veces lo que gana un profesionista en un mes? ¿Cómo nos lo podemos explicar a nosotros mismos que la comunicación oral y escrita se está convirtiendo en una verdadera barrera generacional? ¿En qué momento nos apartamos del camino de la utopía hacia la distopía tan confusa en la que vivimos?
Les dejo esta frase de la pluma misma de Bradbury, Escritor y visionario de origen estadounidense.
“No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe…”
Ya para finalizar. Lamento no responder la pregunta del título de la columna de esta semana. Deseo convertirla en una interrogante para ustedes amables lectoras y apreciados lectores, digamos que la distopía de muchos es la utopía de unos (muy, pero muy) pocos.
Espero que no seamos la última generación que sepa hacer tamales. ¡Eso sería la verdadera distopía!
Quedo de ustedes.
*El contenido de este texto no contiene I.A. y fue creado de acuerdo a los antiguos cánones de la escritura, a partir de un tema, un conocimiento previo, investigación y redacción.



Maldito wordpress, olvidó mi contraseña
¡Un abrazo! ¡Excelente texto!
Triste eso de un influecer jugando al NPC pueda ganar en n día más de lo que gana uno en un mes
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